Los días pasaban y las horas corrían en Vancouver. La belleza que emanaba de éste lugar era pura, sincera, sin estrabos.
Las personas pasaban frente a mi y sonreían con sinceridad. Ahí estaba yo, dos días después de arduo trabajo deleitandome con las maravillas que nos regala la madre naturaleza. El aire inundaba mis pulmones, la brisa acariciaba mis mejillas y mis labios estaban resecos. Los automóviles iban y venían con algún sentido. Los pájaros volaban y mi libro favorito seguía en la misma página. Bajé la vista y observé de refilón las siguientes líneas. No comprendía del todo lo que esto trataba de decirme. Mi corazón y mi mente era un caos. Mis temores, cada día se apoderaban de mi traumando a mi yo interior. Ella gritaba, gritaba con todo pudor pidiendo que la dejaran en paz; pero como todas sus súplicas, todo fue en vano. Apreté la contraportada del libro, arrugándolo. Dejando sacar mis emociones mientras me volvía vulnerable. Necesitaba respirar, sentirme plena aunque sean unos simples segundos. Realcé la vista y me sonreí. Lo hice como nunca antes, lo hice porque si la vida no me sonreía, debía hacerlo alguien, y ese alguien era yo.
Me levanté y caminé mientras detallaba como se encimaban las hojas, una tras otras, mientras sacudía mis pies en su dirección. Estaba en un estado crítico. A veces me sentía como el peor ser humano en toda la faz de la tierra, aquella que no merece compasiones por errores cometidos. Y luego estaba mi otra yo, donde pedía a mares que comprendiesen mi posición. Aunque muchas veces llegué a pensar en lo injusta que podía ser tan siquiera en pensar en la idea de pedir consideración, también pasaba por mi mente lo injustos que podían ser conmigo, porque no tenían ningún tipo de conocimiento de quién no me consideró en algún momento.
¿Por qué tengo que restringirme de lastimar a alguien cuando nadie se restringió para lastimarme a mi?
Supongo son preguntas cuyas respuestas están absueltas. Al final de todo, mis sentimientos deben ser proridad para mi. ¿No es así como lo pintan esos libros de motivación y superación personal? nunca lo he comprendido del todo a pesar de tantos tropiezos que he tenido. Sigo de pié porque por alguna razón he encontrado motivos para reconfortarme. La depresión ha sido pasajera y la soledad una compañía absolutamente abrumadora en mis noches de insomnio. Noches donde mis almohadas han sido el único testigo de todas mis tristezas.
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Las horas habían pasado muy rápido. Me encontraba parada en frente del edificio Joyers, donde se suponía me esperaría la señora Eleonor Fleman. Repetir su nombre mentalmente me causaba escalofríos. Mi piel pálida se tornaba roja sin razón aparente. Respiré, más de lo que creí que podía y caminé lento y firme hasta llegar al ascensor. Me adentré a él y presione el botón del número ocho. Las puertas se cerraron. Sentía el ruido amanezante del ascensor, ese que escuchas cuando se abren las puertas para evacuar. Salí. Firme y decidida. Sin disposición alguna de dejarme doblegar ésta vez. Caminé y por todo el lugar retumbaba el chillido de mis tacones altos. Las personas que estaban esperando alzaban sus vistas para verme mientras mi cabello y curvas se movían de un lado a otro. Me sentía imponente.
Llegué hasta el escritorio de una chica baja y morena. La secretaria del piso. Informé tenía una cita pautada con la señora Fleman y ella al parecer tenía conocimientos de eso. Me sonrió y me indicó la siguiera. Y así lo hice. Al final del camino había una puerta negra, con vidrios brillantes a su alrededor. Lucía impecable y de mucha categoría. La morena entró mientras informaba mi presencia. Salió sonriente y me dijo pasara.
Caminé y ahí estaba. Fina y elegante. Con su cuerpo más lúcido que de costumbre. En sus manos tenía su teléfono móvil. La vi vacilar y sonreírle a la pantalla. Frunci el ceño. Carraspeé dos veces para obtener su atención. Parecía estarme ignorando, como si fuera algo sin importancia o no tanto como lo ameritaba. Alzó su vista y se recostó al espaldar de su sillla, desplomándose por completo. Con su mano derecha me indicó tomar asiento y asentí.
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Encontrándome
Romance¿Qué pasaría si la vida te pone entre la espada y la pared, y tienes que elegir lo más pronto posible, si quieres salvar o ser salvado? ¿Podrá Oustin soportar tanto? ¿En qué juego macabro lo está metiendo la vida? A veces es necesario golpear hast...