Los pájaros volaban más allá del cielo mientras las aves cantaban. Los niños corrían a toda prisa por Green Park, el mejor parque de todo Londres. Los ancianos caminan despacio sintiéndose libres tanto el viento acariciaba sus mejillas. Algunas parejas felices tomadas de las manos, platicando de sueños futuros mientras comían sus helados favoritos.
Mientras tanto, algunos disfrutaban de sus compañías.
Narra Alejandra
El tic tac del reloj marcaba a toda prisa. Mis ojos estaban en un trance sin fin alguno. Mi cuerpo flaqueaba, mis manos estaban completamente adormecidas al igual que mis piernas. Voces iban y venían disparadas.
La primera imagen que pude ver fue a un hombre de estatura mediana, moreno, que me sonreía abiertamente. Llevaba una bata blanca, con un temporizador guindando en su cuello. Se acercó a mi y me tomó de las manos mientras seguía en silencio. Chequeó mis ojos con una pizca de luz que salía de un tubo, agudo y fino. Recobró postura y salió sin decir nada más. Minutos más tarde entró una chica joven, de unos veintitrés, veinticuatro máximo. Leía detenidamente unos papales que tenía en sus manos y en el mismo acto me regalaba miradas rápidas. Frunció el ceñó y caminó hacia mi.
—¿Cómo te sientes? — preguntó mientras acomodaba mis piernas colocándolas encima de una almohada.
—Creo que mejor que ayer — sonrió divertida mientras seguía chequeando todo el lugar — ¿todo está bien? — pregunto y ella levanta su vista hacia mi, regalándome otra sonrisa.
— Estás bien, pequeña. Por suerte tu amigo logró traerte a tiempo —explicaba mientras buscaba en una cajonera, alguna que otra carpeta. — tuviste mucha suerte — afirmó — no cualquiera hubiese sido capaz de entrar en una casa que está prendida en fuego para salvar a alguien.
Caminó hacia mi acomodando también los cojines que estaban detrás de mi. Acomodé mi postura y le sonreí en forma de gratitud. Ella guardó silencio por unos minutos. La miré de reojo en un par de ocasiones para que no se sintiera incómoda aunque era bastante obvio. Mordí mi labio inferior con nerviosismo. Respiré profundo tratando de asimilar todo lo que había ocurrido. Bruno casi muere, por salvarme a mi.
—Tu amigo está bien —dice sin interés de fijar su vista en mi. Al parecer se ha dado cuenta de mi estado emocional y lo ha soltado al aire esperando que sea eso lo que tengo. —fueron quemaduras de primer grado lo que él tenía. Ya se encuentra mejor y esperando por ti. Está en la sala de espera, cuando tú me lo pidas, lo haré pasar. ¿De acuerdo? — pregunta mientras caminaba hacia la puerta de salida. Veo como intenta perderse y antes que lo haga por completo, la llamo.
— Señorita — llamo pero al parecer no me ha escuchado —¡enfermera! —esta vez no estaba hablando, estaba gritando.
La veo entrar nuevamente a la habitación con una expresión seria.
—¿Necesitas algo? —pregunta mientras vuelve a acercarse a mi.
—Sí... es que, quería decirle que me gustaría tener la compañía de mi amigo aquí. Por favor, dígale que pase, ya me encuentro mucho mejor.
Asiente y sale de nuevo sin decir nada más. Entrecierro los ojos esperando y estiro mi cabeza hacia atrás, dejándola caer en la almohada. Me relajo y me incorporo para descansar unos segundos. Aún con los ojos cerrados siento como alguien toca la puerta y le concedo el permiso de entrar. Los abro y me encuentro a un Bruno sonriente. Tenía su brazo cubierto con una venda blanca que guindaba en su hombro derecho y unos pequeños parches en el rostro, donde supongo yo tenía alguna que otra quemadura.
ESTÁS LEYENDO
Encontrándome
Romance¿Qué pasaría si la vida te pone entre la espada y la pared, y tienes que elegir lo más pronto posible, si quieres salvar o ser salvado? ¿Podrá Oustin soportar tanto? ¿En qué juego macabro lo está metiendo la vida? A veces es necesario golpear hast...