36 - capítulo.

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«Lo mejor que puedes hacer, es ser tú mismo...»

¿En qué momento me convertí en un ser tan permisivo y atosigante? Por mucho tiempo escuché charlas motivacionales; de esas que te enseñan poco a poco a cómo desprenderte de alguien o algo sin que te afecte tanto. Pero todos mis esfuerzos en que fuera así, habían sido inútiles. La desesperación era lenta y los pensamientos iban como ondas electromagnéticas. No sé cómo salir de esto. Quiero creer que todo será como yo lo espero. O tal vez, imaginarlo así. Pero, ¿quién vive de ilusiones? ¡nadie! ¡absolutamente nadie! Todos están tan ocupados en sus vidas, intentando que sea perfecta. Tener un buen trabajo, casarte, tener hijos con la chica que amas. Pero según mis estudios mentales, nadie ha logrado cumplir roles en su vida tan importantes como ésos.

Alguna vez irás motivado a una entrevista de trabajo confiando plenamente en tus habilidades, creerás que eres el amo del universo porque sabes que eres bueno; y lo más increíble de todo: no te dan el cupo vacante porque alguien vio algo más en  alguien más. Te decepcionas de ti mismo. ¿Irónico, no? Que alguien más tenga la potestad de hacerte sentir miserable de un segundo a otro. ¿Qué pasa cuando nos enamoramos? ¿cuando no somos correspondidos?  ¡exactamente lo mismo! Salen a relucir frases como: "no creo en el amor" "nadie más valdrá la pena" "jamás me enamoraré de nuevo" y qué ingenuidad tan grande. Todos, en algún momento hemos atravesado situaciones similares.

Y si me lo preguntan a mi... Lo más decepcionante de todo esto, es dejar de creer que mientras se tenga vida, todo es posible.

Se necesita ser más personas y menos gente. De esas ya hay muchas.
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Narra Alejandra...

— No entiendo qué quieres decirme...

Caminaba de un lado a otro con el móvil pegado a la oreja. Despacio y sin prisa.

—Sé que las cosas últimamente no han ido bien pero necesito hablar esto contigo personalmente, no por llamada. — sí, está bien. Ven a verme y hablaremos. Te pasaré mi dirección por texto.

Por un tiempo pensé que estaba destinada a vivir en medio de puras tragedias, que si algo bueno me sucedía era sólo imaginaciones.  ¿La vida también es como en las películas donde la realidad supera la ficción? ¿o son sólo argumentos inútiles de personas aún más inútiles? Paso de creer a proyectar. No sólo puedo vivir de alucinaciones.

David, un viejo amigo de la infancia vendría hoy a la ciudad. Luego de terminar el bachillerato trabajé con él repartiendo pedidos a domicilios. Vivíamos siempre unidos. Para donde yo iba, él estaba y no era necesario consultarlo. Era condicional. Sus padres eran dueños de la pizzería para la que trabajábamos. Él ganaba su vida así. Le gustaba ser independiente a pesar que sus padres podían darle todos los lujos que él quisiera. Siempre lo admiré por ser una persona segura de si mismo. ¿Cuándo encuentras personas así? En todo momento me sentía segura. Éramos como hermanos en aquél entonces. David conocía muchos lugares. Era un hombre aventurero, enamorado de la vida. Le gustaba la excursión, era algo que lo apasionaba. Un par de veces lo acompañe en sus viajes. Siempre tenía una sonrisa en su rostro a pesar de las circunstancias. Realmente era increíble. No, nunca lo vi como algo más que un amigo. Su novia, Healy, era una francesa. ¿Increíble, no?

Pasó un tiempo viviendo en Francia, allí la conoció y se enamoró. Ahora están felices en su nido de amor.

— Si sigues estática como estás ahora, temo que deberé llamar una ambulancia. 
—¿De qué hablas?

—Llevo rato parado viéndote desde esa puerta.

—¿Estás espiándome?

—¿Es lo que crees? — rió Esteban, un vecino del piso de abajo. Él se encargaba de supervisar mi departamento cuando debía viajar.

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