17- Capítulo

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— Llegó la hora

— ¿De verdad lo haremos?

— ¿Piensas que bromeo? O peor aún, ¿piensas que la jefa planeó todo esto para hacerte creer cosas? Sé un poco más inteligente, ¿puedes?

— Josef, esto está mal. Todo esto está muy mal. Creéme que no hay necesidad de secuestrarlo.

— A ver, niña. Aquí tú no das órdenes, ¿lo sabes, no? Tenemos trabajo por hacer así que si aprecias tu vida, es mejor que sigas lo acordado y te calles.

— Solo una pregunta más

Josef volteó a verme con desagrado, sabía perfectamente que volvería a cuestionar todo pero aún así accedió.

— Pregunta

— ¿Por qué él?

— ¿Por qué él? ¿La verdad? No lo sé y tampoco me interesa. Lo mismo deberías pensar tú, Alejandra.

— Eso intento, pero no puedo, te lo juro.

— ¿Tanto te importa ese muñequito de torta?

— No es cuestión de importar, si no que simplemente estamos haciendo esto por motivos que no sabemos.

— ¿De cuándo acá a ti te importa si hay o no motivos? Éste es tu trabajo. Llevas aquí la mitad de tu vida y nunca habías cuestionado nada, hasta ahora. Pero eso no es sorprendente, sé que te has enamorado de él.

— No quiero lastimarlo, Josef. — Dije cabizbaja.

— No lo vamos a lastimar Alejandra, solo le daremos un pequeño susto por órdenes de la jefa, ¿bien? No podemos hacer nada por impedirlo.

—¿Y luego que pasará con él?

— Aún no lo sé, luego de tenerlo con nosotros la señora Fleman nos indicará qué hacer.

— De acuerdo...

— Bien. Ahora, llámalo y dile que estás fuera de su departamento. Una vez que haya salido, te acercas y lo saludas como si en realidad fuera una visita de amistad, lo retienes hasta que nosotros lleguemos por él. ¿Entendido?

Preguntó y miré a la nada. Hacer esto, hacerle esto a él me estaba consumiendo por dentro. Me sentía la peor persona en el mundo y lo era, ¿no?

— ¿Entendido? — volvió a preguntar.

— Sí, entendido.

— Llámalo ahora. Estaremos pendientes de cada paso que des.

Josef caminó hasta la primera cuadra del lugar y lo vi adentrarse a una camioneta color negro. Antes de cerrar la puerta hizo un gesto con la mano indicándome que lo hiciera, y así fue. Saqué mi celular y marqué el número de Oustin.

— ¿Bueno?

— Ous, soy yo. Alejandra.

— Ale, ¿qué tal todo? ¿Estás bien?

— S... Sí. Es solo que estoy fuera de tu departamento. ¿Recuerdas que teníamos una charla pendiente?

— Desde luego. Solo que no pensé que fueras a venir a ésta hora, pero ven, sube.
— No no, mejor ven.

— ¿Por qué no?

Dios, me estaba odiando como nunca antes.

— Porque me da miedo subir los ascensores sola.

Escuché una risa burlona del otro lado de la línea. Se reía de mi.

— ¿De verdad?

— Sí

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