25- Capítulo

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Narra Camila

Desperté con la mejor compañía de todas. No podía dejar de pensar en el momento que recién acababa de vivir; mi diosa interior gritaba y bailaba a su antojo de felicidad. Los brazos del hombre que amaba me envolvían con fuerzas. Giré lentamente y lo vi. Era la imagen más conmovedora que tenía de él. Ver su cabello alborotado y su boca entreabierta era como leer tu libro preferido. Me acerqué lo suficiente para verlo más de cerca. Hasta dormido se veía adorable.

Logré zafarme de su agarre, me levanté y caminé hacia la ducha. Mientras el agua caía sobre mi pensé en todas las veces que había deseado éste momento, era inevitable no sonreír. Me pregunté en que momento fue que pasamos de estar noches tras noches hablando de trabajos a estar haciendo el amor, en su cama. Me encontraba en un nivel máximo de felicidad que desde luego, él me la proporcionaba.

Salí de la ducha ya lista y bajé al comedor. Vi a un Emilio sonriente. Era agradable verlo así. Caminé hacia la cocina y él notó mi presencia.

Tomaba su café mientras leía el periódico de hoy. Levantó la vista y me sonrió. Me serví zumo de naranja mientras observaba la parte final del periódico.

-Buenos días - dijo con su peculiar voz ronca. Él y Oustin eran tan parecidos. Su personalidad, su carisma, hasta podría jurar que sus risas eran semejantes.

-Buenos días - pronuncié. ¿Cómo ha dormido? - pregunté

-A decir verdad de maravilla. No recuerdo cuando fue la última vez que dormí tan bien como hoy - se levantó de la silla y sacó dos platos. Colocó en ellos tostadas con miel, panquecas, café, leche y por si faltaba, jugo. Luego de ello sacó una bandeja de frutas. Había de todo un poco: fresas, rodajas de piña, uvas. Colocó todo en la mesa y alucivo a esto, un tazón de chocolate, por si me gustase acompañarlo.

-Sé que es mucho - rio - pero no estás obligada a comerlo todo. Puedes elegir lo que quieras, querida - dijo mientras volvía a sentarse. Serví un poco de café y tomé unas tostadas, por ahora eso estaría bien. Concentró su vista nuevamente en la lectura pero sin dejarme a un lado.

—¿Cómo está tu padre? —preguntó — tengo tiempo sin saber de él.

—Se encuentra bien señor Hansed. Justo ahora está de paso por la cabaña que recién compró. — rió negando con la cabeza.

—Tu padre nunca se da basto, parece un adolescente — dijo animado — deberé visitarlo un día de éstos.

—De hecho, hace poco me pidió visitarlo unos días, si usted quiere podríamos ir los tres. — miró dudoso— Oustin, usted y yo. —terminó de comprender todo.

—Avísame en cuanto a todo, con gusto iré — se levantó de su silla y caminó hacia la salida— iré a dar unas vueltas. Siéntete en casa.

Sin más salió completamente del comedor y a unos cuántos segundos se escuchó la puerta principal cerrarse.

Me puse de pié y caminé hacia el sofá. Me acosté cómodamente en el mientras perdía mi vista en el canal que estaba fijado.

Unos quince minutos fueron suficientes para que el sueño me llegara por completo. 

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—Cariño — escuché que alguien hablaba cerca de mi oído — vamos cielo, despierta. — volvió a hablar.

Me removí lentamente mientras abría los ojos.  Una silueta borrosa delante de mi, para luego ver la sonrisa que hace que mi corazón se acelere por completo.

—¿Hace cuánto despertaste? — pregunté aún dormida.

—Hace como unos veinte minutos — habló — te ves realmente adorable mientras duermes — dijo besando tiernamente mi cabeza. Se sentó a mi lado pasando su brazo por el espaldar del sofá para mayor cercanía.

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