37- capítulo

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Narra Oustin...

Todo era mental.

O así quera creerlo... ¿Estaba equivocado? ¿La verdad? No lo sé. Sólo me habría gustado encontrar repuestas lógicas a preguntas sencillas.

FLASHBACK

Camila había llegado. Estaba nervioso, asustado. A éstas alturas de mi vida nada era novedoso. Nada ya, revolucionaba mis días por completo. Luego de saber que estaba muriendo debido a una enfermedad que hace poco me diagnosticaron, me he resignado a todo. Es patético, lo sé. Aún puedo salvar mi vida, pero... ¿Realmente quiero eso? ¿Realmente quiero seguir viviendo? Quizá, tan sólo quizá, todo y todos estarían mejor sin mí. Mi carrera profesional se vio trancada, no asistí más al instituto. Dejé a muchas personas atrás, muchas cosas. No me sentía mal en lo absoluto. Para mí, desprenderme de todas esas cosas me resultaba saludable. Sí pensé y reflexioné sobre lo injusto que podría estar siendo, pero la verdad, no era algo que me quitara el sueño. Cuando sabes que estás muriendo, hay cosas que sencillamente valen nada. Lo digo por mi. Sí, estoy muriendo, cada día que pasa todo se vuelve más negro. Me cuesta tan siquiera respirar. Algo que debería ser normal, ¿Verdad? Pero sí, ¡Casi, casi, para mí es un reto! No lo lamento, sí de algo estoy seguro es que algún día tendré que morir. Si sucede ahora o en un par de años, el resultado será el mismo: metido en un ataúd.

Ella estaba estática y sin moverse. Con la mirada perdida y me desconcertaba. No había rastros de aquella Camila ilusionada por la vida. Ya no estaba el brillo en sus ojos. En mis ojos bonitos...

—¿Quieres tomar asiento? — volteó la mirada y sólo se limitó a caminar. Parecía un zombie andante. Sólo obedecía, le gustase o no. Ella tomó asiento en el sofá que estaba justo a mi frente. Vacilaba con su cabello varias veces mirando hacia los lados y de vez en cuando recordaba que estaba allí, y me dedicada sonrisas cortas.

—¿Ahora sí vas a platicarme bien de tu viaje? — preguntó.

—Sí es lo que quieres. — elevó su hombros al mismo tiempo. ¿Realmente había hecho eso?
Sonreí con sarcasmo y me acomodé mejor en el sofá. — Ha ido muy bien. Maik ganó una condecoración por su pintura abstracta. En lo particular, me parece una obra realmente interesante.

—¿Te parece interesante porque es tu amigo? Vaya, Oustin... Qué manera de hacer sentir bien a alguien.

—No sólo porque es mi amigo, Camila. De verdad lo es. Ése tipo de pinturas te enseña a cómo recrear y personificar todo en tu mente.

—Me parece aburrido. — chasqueó la lengua.

—¿Aburrido?

—Sí. ¿Te has fijado que no hay nada de interesante en ir a un evento artístico donde sólo hayan pinturas sin sentido? ¡Es estúpido!

—No es estúpido — rodó los ojos. — Por eso se le llama arte. Pero vale, acepto tu argumento. Aunque sí me lo preguntas, ha sido muy frívolo de tu parte.

Caminó hasta la cocina y sacó la botella de vino que había comprado.  Podía escuchar cómo buscaba el corcho para abrirla y tomar unas copas finas del almacén. No me levanté. Seguía sentado, esperando por ella. Regresó sonriente. Extraño, muy extraño. Sujetó la botella y con la mano derecha tomó el corcho y la abrió. ¡Poock! Fue lo que se escuchó. Agarró una copa y me la ofreció. La tomé y me sirvió. Se veía divertida, mimada. Agarró su copa, se sirvió más cantidad de vino que la que me había servido a mi y se sentó nuevamente. Con su dedo índice acariciaba el orillo de la copa, lento. Calmado. Me miró y sonrió. Su sonrisa, era mi delirio. Aunque ciertamente, ésa no parecía una sonrisa de alguien feliz, sí no de alguien consternado. Se relamió los labios y volvió a beber de su vino.

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