Capítulo 39.

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Narras tú.

—Así es—dije y ella me invitó a pasar.

Era alta, demasiado diría yo. Tenía una camisa blanca casi transparente, que dejaba visible su sostén a rayas. Llevaba una pollera de tiro alto y tacones con plataforma negros. Su cabello rojo como la sangre, estaba rizado y llevaba en el además un broche negro.

Sus pecas se unían cada vez que me daba una sonrisa o simplemente hacía alguna mueca. Era tan blanca, aún más que yo. Parecía estar cubierta en nieve, ya que su tez era de ese color y resaltaban sus pecas.

Se sentó detrás del escritorio, en una silla negra, que tenía rueditas. Me hizo un gesto con su mano derecha para que yo también tomara asiento. Me senté en aquel banco azul marino y levanté la mirada encontrándome con la suya puesta en mí.

—Y bien ¿Qué necesitas?—preguntó mientras desenredaba su cabello pelirrojo con los dedos.

—Vengo hablar sobre Marissa—dije y ella de inmediato dejó de peinar su cabello. Su rostro estaba pálido, como si hubiera visto al mismísimo fantasma de canterville.

—Eso sucedió hace mucho tiempo atrás, prefiero dejarlo en el pasado—noté que estaba nerviosa ya que jugaba con sus dedos.

—Por favor, necesito saber qué sucedido la noche en que Marissa falleció—ella pensó por unos minutos y luego continuó hablando.

—Eso no te interesa—dije con la voz ronca. Pude notar que su vista comenzaba a nublarse por las lágrimas acumuladas en sus ojos que pedían ser expulsadas.

—Por favor—le supliqué.

—Viernes por la noche, habíamos salido de casa. Nos encontrábamos caminando por la acera en busca de un taxi y aquel mal viviente apareció en el camino.

Volteé por que nos tocó bocina y pensé que sería una buena idea subir al coche. Marissa estaba ebria, por completo, había bebido demasiado. Tanto que no podía caminar demasiado sin no vomitar todo el alchol ingerido en su organismo. Decidí subir sin consultarle.

Nos habló sobre su mansión y toda esa mierda, que era puro verso.

Le indiqué el camino pero sin envargo el siguió otro muy diferente, fue entonces cuando noté que algo andaba mal. En un abrir y cerrar de ojos el coche se detuvo y entraron dos tipos vestidos negro, que nos inyectaron algo que nos hizo dormirnos.

Para cuando desperté, estábamos en una choza con diferentes mujeres, que estaban drogadas. Miré a mi alrededor y noté que todas estaban en sus camas, recostadas, con un suero puesto en sus venas haciendo que toda la droga ingresara a su organismo. A diferencia de ellas, yo solo estaba atada si lo recuerdo bien. Grité unas tres o cuatro veces el nombre de mi hermana, pero nada. No obtuve respuesta por su parte. Comenzaba a irritarme y desesperarme, lo único que me interesaba era ella, solo ella. Tiempo después un hombre calvo, alto y de muy buena posición social, entró al cuarto de donde se llevó a cuatro chicas. Yo me dormí y cuando desperté, no había nadie en el cuarto. Se habían llevado a todas—de inmediato sus lágrimas brotaron de sus ojos.

—Entonces ¿Por qué dices que la mató y por qué fue a la carcel?—joder, estaba confundida.

—Porque tiempo después descubrí su identidad y mandé a policias para que impecsionaran su casa, descubrieron que era un narcotraficante y además, practicaba trata de blancas—hizo una pausa—con respecto a su muerte, supuse que lo estaba. Nadie sobrevive a este negocio del diablose secó las lágrimas con la manga de su camisa blanca.
¿Me dices la dirección de su casa?—pregunté y ella me entregó un papel con algo escrito allí.

—Aquí tienes, ten cuidado—fingió una sonrisa y yo le agradecí por su gesto.

Salí de aquel edificio, antes de subir al taxi saqué el papel que Samanta me había dado y lo miré.

Con bolígrafo rojo, decía:

«Lingstone street, casa 1039»

Entonces, yo iba en la dirección correcta. Debía ir a aquel departamento, era ahora o nunca

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Este es el cap, ya subo el otro porque estoy apuradisima

Change me {Justin Bieber y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora