-Suelta eso si no quieres que de en el blanco.-La voz de Alex parecía firme pero sabía que estaba muerto de miedo ante el cañón de mi pistola.
Y de verdad que quería bajarla y dejar de apuntar a su frente, pero verle apuntando a la mía no ayudaba demasiado.
-La soltaré cuando lo hagas tú.-Mi voz, al contrario que la suya, si sonó firme y sin miedo, porque no lo tenía. Lo que sentía era la rabia de ver cómo mi mejor amigo me apuntaba directo a la frente. ¿Sería capaz de apretar el gatillo?
-¡Dispara ya, imbécil!-La voz apurada de Giorgio sonó desde detrás del coche. Para ser un mafioso tenía demasiado miedo a la acción.
Y como solo puedo hacerlo yo, me giré hacia el coche y disparé contra la rueda delantera derecha, lo miré.
-Hecho. Ahora cierra el pico.-Solté sin siquiera pensar lo que estaba diciendo. Es decir, acabo de darle una orden a la única persona que podría ayudarme a acabar con Stefano, dejando a un lado a Alex, obviamente. Puesto que el muy imbécil intenta matarme.Volví mi atención a mi amigo y vi como su incredulidad se intentaba esconder. Ni él mismo pensaba que fuera capaz de hacer lo que había hecho. Menudo drama, tan solo es una rueda.
-Tú.-Moví mi pistola de arriba a abajo para señalarle de nuevo. Su mandíbula se tensó.- ¿Qué mierda estás haciendo aquí? ¿Trabajas para ella?-Dije, pero solo hubo silencio. Ni el mafioso cobarde se movió, supongo que no quería seguir perdiendo ruedas.-¿Me vas a contestar o tengo que disparar otra vez?-Voy a matarla, Ángel.-Mi cabeza pensó instantáneamente en Hel y bajé el arma sin darme cuenta. Escuché cómo el seguro del arma de mi amigo se ponía y lo miré frunciendo el ceño.- Y tú no podrás evitarlo.-Y con eso empezó a correr hacia su coche, que estaba unos metros más allá, se subió y pisó el acelerador a fondo mientras yo tenía la mente en otro lado. Mejor dicho, en otra persona.
Hélade. Quería matar a Hel y yo me había quedado como un auténtico pasmado sin hacer nada mientras él huía.-¿A qué mierda esperas, muchacho?- La voz de Giorgio me devolvió a la realidad, me giré para verlo entrar en el coche. Me lanzó su móvil por la ventanilla hecha añicos y lo cogí al vuelo, parpadeé desorientado.- Llámala.
Narra Hélade
Dos días, cuatro horas, veintitres minutos y diecisiete segundos habían pasado desde que Ángel me había llamado para avisarme de lo que ya sabía.
Alex y Cristian querían matarme.
Quizá por eso tenía a todos los simios que estaban de nuestro lado de guardaespaldas, a Ángel llamando cada dos horas y a Marcos pegado a mi jodido culo.
No es que no me guste que se preocupen por mí pero esto es excesivo.
¡Ni Siquiera me dejan ir sola al baño!
Así que lo de salir por Milán de compras está más que prohibido.
Y en todo este tiempo he tenido tiempo para pensar...si quieren matarnos a los dos cómo dijeron los chicos, ¿por qué Alex no mató a Ángel cuando tuvo la oportunidad?
Le he hecho la misma pregunta a todos y cada uno de mis guardaespaldas temporales, incluso al propio Ángel, pero no le han dado importancia. Dicen que no lo mataron porque no sería el momento apropiado, pero a mi me huele raro.
Cuando maté a Baggio no era el momento más heroico, ni siquiera estaba mentalizada para las consecuencias del remordimiento de matar a un hombre, pero lo hice.
Y ahora, un asesino a sueldo ¿Va a dudar en matar? Si realmente quisiera a Ángel muerto lo habría matado allí mismo por mucho que hayan sido amigos.
No. Alex no quiere matar a Ángel y lo sé porque lo conozco. De haber querido lo habría hecho sin titubear.
Mi teléfono empezó a sonar y todas las miradas se posaron en mí, expectantes de que confirmara que la llamada provenía de Ángel, pero no podía ser él. Me había llamado una hora antes y siempre llama cada dos...o había pasado algo importante o no era él.
Saqué el móvil del bolsillo y descolgué sin siquiera mirar.
-¿Si?-Nadie respondió, por lo que volví a insistir.-¿Hola?-Y acto seguido escuche los pitidos de fin de llamada.
-¿Quién era?-Preguntó Marcos entrando en el salón. Mi mirada estaba fija en la pantalla; número privado.
Al ver que no contestaba me arrebató el móvil y sentí un extraño cosquilleo cuando su mano rozó la mía.
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~Mi Lucifer~
Romance¿Acaso pensaba de verdad que esto había acabado? Es decir, matamos al malo, claro. Pero el problema está en que todo malo tiene un padre que la mayoría de las veces le enseñó todo lo que sabe. Y esta, para mi desgracia, no es la excepción. Si, es...