10. Feliz cumpleaños, hermanito.

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Me habían dado el alta una semana y media después y aún seguía reviviendo el dolor cuando mis ojos se cerraban. Ya sabía que después de intentar asesinarme el que me disparó había muerto y que era uno de los hombres de Baggio, por lo que también habíamos tenido que cambiarnos de piso. Ahora vivíamos en una casa perdida del mundo que pertenecía a una familia amiga de Giorgio.
Según Ángel, Baggio no nos buscaría en casa de amigos de su hermano.
Según yo, nos habíamos quedado sin opciones.
-Hey. ¿Cómo están mis princesas?-La voz de Ángel me hizo sonreír. Se acababa de despertar y yo, que llevaba mirándolo un rato, me incorporé en la cama y acaricié mi vientre con una sonrisa triste. Él se sentó junto a mí y posó sus ojos en los míos, dándose cuenta de que algo no iba bien.
-He estado pensando mucho en esto, Ángel. Estamos en peligro y demasiado cerca del enemigo. ¿Qué pasa si ahora entra por esa puerta a hacerles una visita sorpresa a los dueños de la casa?
-Nada. Porque los dueños de la casa estarán un año entero fuera del país y él lo sabe.
-Pero, ¿Y si le da por venir a regar las plantas?-Miré a mi alrededor. La verdad es que la casa estaba llena de plantas hermosas que decoraban como ningún cuadro podría.
El idiota que tenía al lado simplemente se carcajeó de mi comentario. Lo miré terriblemente mal.
-¿En serio crees que Baggio vendrá personalmente a regar las plantas?
-Son sus amigos.-Me defendí.
-No. Son amigos de su hermano. Y en el caso de que fueran suyos, mandaría a cualquier imbécil a hacer ese trabajo.
-Pero...
-Pero nada.-Susurró junto a mis labios justo antes de darme un tierno beso.-Levántate. El desayuno nos espera.-Volvió a juntar nuestros labios en un corto pico y sonreí.

-Abigail.-Susurré justo en el momento en el qué él tomaba el pomo de la puerta para salir.
Freno en seco y dejó caer su mano lentamente, se giró con una sonrisa en los labios.
-¿Qué has dicho?-Su tono animado me hizo sonreír. Abigail era uno de los nombres que él había pensado para la niña, y yo había dicho que lo detestaba, pero no era así. Era, en realidad, el único que me gustaba de los que había propuesto. ¿La razón? Su significado es fuente de alegría. Y, ¿Qué mayor alegría podríamos tener en estos tiempos que una nueva vida? Definitivamente, ese sería su nombre.
-No he dicho nada.-Me encogí de hombros y él se acercó a mi con esa sonrisa que tanto amaba en los labios. 

Solo había necesitado que sus brazos me rodearan para darme cuenta de que él era con quien quería estar. A quien necesitaba a mi lado y cuyos toques hacían  realmente temblar a mi cuerpo. Había entendido por fin que no amaba a Marcos. Que él me recordaba a Ángel y que sólo buscaba su atención. Era muy infantil buscar atención en su hermano, pero las hormonas habían hecho un gran trabajo a la hora de desestabilizar mi mundo. Como si todo lo que estábamos viviendo fuera poco. ¿El problema? Que no había tenido la oportunidad de hablar con Marcos para aclarar todo y tenía miedo de que ese momento llegara. No quería hacerle sufrir, pero aún quería menos que el hombre que tenía delante sufriera por mi culpa.

-Te quiero, Lucifer.-Susurré con una sonrisa sincera.

-Te quiero, Lilith.-Y nuestros labios se encontraron durante unos instantes. Cuando nos separamos vi ese brillo en los ojos que indicaba que ocultaba algo. Pero no malo. Era el mismo brillo que tenía cuando me dijo que íbamos a ser padres.

-¿Qué me ocultas?-Dije riendo mientras caminábamos hacia la puerta para bajar a desayunar.La nueva casa tenía dos plantas, la de arriba tenía cuatro dormitorios, en los que nos habíamos instalado Ángel, Marcos, Alex, Cristian y yo. También había un baño de uso común. En la planta baja estaba el salón, la cocina, otro baño y un dormitorio de dos camas en el que dormían Julio y Damián. Mi querido Doraemon se había agenciado el sofá. Por lo que cuando llegamos al salón lo vimos allí dormido, abrazado a un cojín ocre mientras roncaba como un bendito. Sonreí ante la imagen tan adorable del simio Xavier.

-¿Qué pasaría si lloviera en el salón?- Ángel susurró a mi lado mientras con una sonrisa perversa se dirigía a la nevera.  Sacó una botella de agua y se dirigió sigilosamente hacia su objetivo.

-Se pondrá malo.-Le regañé sin poder evitar una sonrisa ante la potencial broma.

-No lo hará. ¡Es un chico fuerte!- Y mientras gritaba esas palabras vació el contenido de la botella en la cara de su amigo, quien se despertó de golpe, asustado y activando su modo combate. 

-¿Qué mierda ha pasado?-Dijo mientras se secaba la cara con la manta que había utilizado para taparse durante la noche. 

Lo intenté, de verdad que sí. Pero el hecho de verlo empapado y preparado para un ataque extraterrestre pudo conmigo y empecé a reír cual foca descontrolada. 

-Feliz cumpleaños, hermano.-Vaya, dejé de reír. 

-¿Qué? ¿Es su cumpleaños?- Estaba indignada. Yo no sabía eso, y no había comprado nada para él, aunque con la sobre protección de todos hubiera sido más fácil que un alien viniera a verme a que me dejaran salir a comprar algo.-Yo...¿felicidades?-Sonrió. 

-De hecho, cumplo 23. ¿Qué me vais a regalar? ¿Una moto? ¿Un yate?- Se le iluminó la cara.- Por favor, regalarme un yate. 

-Yo no...-Iba a empezar a disculparme pero Ángel me interrumpió.

-Tranquilo, amigo. Te tendrás que conformar con seguir vivo, al menos hasta que todo esto se arregle.-Le guiñó el ojo y el chico mojado se encogió de hombros y volvió a echarse a dormir. Sí, aun estando mojado. 

-¿De verdad no vamos a regalarle nada?-Pregunté mirando a ángel, quien estaba de nuevo en la nevera sacando un brik de leche. Se encogió de hombros y le pasé dos tazas.

-No podemos pagar con tarjeta ni sacar dinero del banco, y con el dinero que tenemos a mano no llega para lo que tengo pensado para él, así que tendrá que esperar. 

-Oh, entiendo...pero tendrás que contarme tu idea.

-Puedes hacerlo ahora, juro que estoy dormido.-La voz de Xavier, mitigada por la manta, nos hizo reír.

-Vamos, Hel.-Guardó la leche y tras echar café en las tazas salimos al jardín y nos sentamos en un columpio para dos que había allí. Me dio mi taza y le di un sorbo.

-¿Cuándo va a terminar todo esto?- Pregunté mirando a la nada y pensando en la confesión que Alex nos había hecho a todos días atrás. Vale que yo lo supiera, pero seguía pareciéndome muy fuerte que esa zorra de Fiorella hubiera contribuido a terminar con la familia de Alex porque este no quiso traicionar a Ángel. La verdad es que al principio pensé que era la única que se salvaba de la familia, después de todo mi novio había tenido un hijo con ella. Pero al parecer solo era una zorra más.

-Pronto.

-¿Qué vamos a hacer?

-No te preocupes por eso ahora, solo desayuna. Nos espera un día interesante.-Le miré de reojo.

-¿Y cómo de interesante es estar encerrada aquí?-Sonrió.

-Esa es la gracia. Te levanto el castigo, señorita. Va usted a acompañarme a una reunión.- Abrí mis ojos con auténtica incredulidad.

-¿Qué? ¿En serio?- Por fin volvería a ver algo más que el interior de la casa o el jardín que tenía en frente. Iba a salir de allí. Vale, era una reunión, por lo que seguramente iría en coche, pero solo el poder ver el mundo de nuevo me hacía sonreír.

-Totalmente.

-Y ¿con quién vamos a reunirnos?

-Con...Dios, Hel, prométeme que Giorgio no va a enterarse de esto.- Me asusté. Si él, que nos había ayudado todo este tiempo, no podía enterarse de esta reunión quizá si fuera más interesante de lo que pensaba, incluso peligrosa.

-No tienes ni que pedirlo, Ángel. Estoy contigo, siempre.- Agarré su mano libre con la mía y nos miramos durante unos segundos sin decir nada, hasta que suspiró como si tuviera que armarse de valor para decir las siguientes palabras.

-Elisabeth. Vamos a reunirnos con Elisabeth, la ex-mujer de Giorgio y a quien me ha mandado matar.

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora