18. Eso no funcionará, nena.

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Narra Marcos

La cara de la rubia se había puesto pálida como la nieve, y no era para menos, seguro que pensaba que la niña estaba muerta o sencillamente que hacía su vida en una casa muy lejos de allí. Lo último que iba a pensar, ella y cualquier persona, es que estaría tan cerca del enemigo, poniéndose en peligro.

-¿Estás bien?- Me atreví a preguntar tras varios minutos sin recibir palabra de la mujer. Pareció notar mi presencia de nuevo en ese instante y volvió a sonreí, pero su sonrisa flaqueaba. Seguía dándole vueltas a la información.
-Si. Por supuesto que sí.- Asentí y ella se puso en pie. La imité.- Preparad el coche.- Le dijo a los tipos de la puerta, quienes asintieron y salieron del establecimiento. Se giró hacia los tres restantes, que se habían congregado para recibir órdenes.- Lisa y Jhon, os quedareis aquí. Llamad a Leo y decidle que nos siga. Peter, vendrás con nosotros.- Los tres asintieron a la vez, la joven y su supuesto padre; Jhon y Lisa, se metieron detrás de la barra, mientras Peter permanecía inmóvil, a la espera de que su jefa saliera.-Y tú. Vas a decirme en qué hospital están ahora mismo.-Su voz sonaba dura y firme, para nada comparada con la tierna pero dominante que había utilizado hasta ahora.

-No sé si puedo confiar en ti. No te diré nada.- Soné lo suficientemente convincente como para hacerle fruncir el ceño.
-Oh, sí. Vas a decirmelo si no quieres que te mate aquí mismo.-Empezaba a perder la paciencia y se notaba.
-Eso no ayudará a que confíe en usted.
-No importará si lo haces o no si tus amigos mueren.- En ese momento no supe qué pensar. No era una amenaza, obviamente no podía llegar a ellos sin mi información. Pero entonces, ¿de qué hablaba?
-No te entiendo.
-Es muy fácil. Si tu hermano ha tenido un accidente y está en un hospital da por hecho que los hermanos Baggio ya saben dónde está. Y es cuestión de tiempo que lleguen a ellos.

Esas palabras me cayeron como una jarra de agua fría. No había pensado en eso.

-Si me llevas te indico el camino.-La rubia asintió y no perdió ni un segundo. Caminó rápido hacia la calle con Peter y conmigo pisándole los talones.
Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.

Narra Alex

Acababa de recoger el café de la máquina de la primera planta, ya que la de la tercera estaba estropeada, cuando los vi. Dos hombres enormes de traje negro y pinganillo en la oreja que salían del ascensor.
Habría pensado que venían a ver a un familiar de no ser demasiada coincidencia.
Los hombres, ambos morenos y con gafas de sol negras, pasaron como un rayo delante de mí sin percatarse de mi presencia, pero yo sí me percaté de algo; llevaban pistolas escondidas bajo la chaqueta del traje. Abrieron la primera puerta de la derecha y tras comprobar que no estaba quién buscaban cerraron y siguieron con la siguiente.
Podía poner la mano en el fuego porque eran hombres de Baggio buscando a Ángel, y eso no me gustaba para nada.
Anduve el camino de vuelta hasta las escaleras de emergencia tan rápido como pude sin levantar sospechas y empecé a ascender hasta la tercera planta, dándome más prisa una vez que estuve seguro de que no me podían ver. Hubiera cogido el ascensor, pero de ser descubierto podrían ver en qué planta bajaba en el número que arriba indicaba.
Llegué a la tercera planta en un santiamén y corrí a través del pasillo hasta la habitación de Ángel, derramándome el café por la camiseta. Sin prestar  importancia al calor que sentía abrí la puerta sin siquiera llamar y me encontré a mis amigos besándose. Se separaron de golpe y me miraron con una sonrisa.
-Acabo de contarle a Hél el plan de la alianza con Elisabeth y está de acuerdo. No puedo pedir una mujer mejor.-Mi amigo sonreía como un idiota enamorado y me dolió romper su burbuja, pero debía hacerlo o moriríamos todos.
La cara de mi amiga cambió de una expresión alegre a una de preocupación cuando se percató de que algo no estaba bien. Ella lo había entendido antes que Ángel, pero segundos después y antes siquiera de hablar él también supo que las cosas se estaban poniendo mal.
-Tememos problemas.-Obvié, por si había quedado alguna duda.- Hay dos hombres de Baggio entrando en las habitaciones. No sé si de Stefano o de Giorgio, pero no tienen muy buena pinta que digamos. Están armados.
-Tememos que salir de aquí.- Hélade sonaba con una determinación que muy pocas veces había utilizado. Asentí.
-Pero tenemos un problema.- Intervino Ángel. Lo miramos y lo comprendimos. No podíamos llevarnoslo así, estaba mal herido y cualquier movimiento en falso podría reabrir heridas y dejarlo al borde de desangrarse y morir.
-Llama a los chicos, que vengan ya.- La ferocidad en la voz de Hélade me indicó que había tomado el mando de la situación. Lo que no me sorprendió para nada. Había aprendido muchas cosas de su novio, y ser la jefa era una de ellas, aunque recién descubierta. Asentí y salí de la habitación para hacer las llamadas.

Narra Hélade

Cuando Alex salió mi cabeza empezó a trabajar a mil por hora. ¿Qué más podía hacer para retrasar a los hombres que querían matarnos?
Bloquea las entradas.
Por fin dices algo útil.
Hice caso a la vocecilla de mi cabeza y miré a Ángel.
-Ahora vuelvo. Grita si llegan antes que yo.- Era una situación extraña, normalmente él me habría protegido a mí, pero ahora era yo la que le proponía gritar como una damisela en apuros si era necesario. Él no se quejó, solo asintió y pude ver la impotencia en sus ojos.
Salí de la habitación y casi me doy con la espalda del pelirrojo, quién estaba hablando con uno de los chicos.
-Vigila la puerta, pero no te quedes aquí, te ves como un letrero de neón que grita que está ahí dentro.- Asintió y se movió hacia las sillas que estaban a unos metros más allá. Lo último que escuché antes de ir hacia el ascensor fue cómo le decía que se dieran prisa.
Caminé velozmente hasta los ascensores, abrí las puertas, para mi suerte no había nadie en ninguno, así que los envíe a la planta baja y esperé a que lo marcara en el letrero de arriba.
Necesitaba que dejaran de funcionar, y para eso tenía que encontrar la llave que los paraba, la cual seguramente tendría el personal de mantenimiento.
Pregunté a la recepcionista con la excusa de que no funcionaba la televisión del cuarto y fui bastante pesada hasta que me permitieron ir en busca del encargado personalmente. Tardé tres minutos en conseguirlo y temí que fuera demasiado tarde.
Para mí desgracia se encontraba en la primera planta, donde habían sido vistos los tipos de Baggio por última vez.
Me armé de valor y bajé corriendo por las escaleras de emergencia, tenía simplemente que girar a la derecha nada más salir de las escaleras y me encontraría con el departamento de mantenimiento, pero aún así el miedo corría por mis venas.
Cuando llegué me sorprendió ver que tan solo estaba un empleado en el departamento. Llamé a la puerta y entré.
-Hola, ¿Es usted el encargado?-Asintió y cerré la puerta.
-¿Puedo ayudarle en algo?- Preguntó, extrañado porque fuera yo y no una enfermera quién acudiera a él.
-De hecho sí. ¿Podría dejarme la llave del ascensor?- Sin rodeos. Era todo o nada. Me acerqué hasta quedar frente a frente con él.
-No puedo hacer eso, perdone.-Vi como tocaba su pecho mientras hablaba y lo supe. La llevaba colgada.
-No se preocupe, no importa.-Pero sí importaba. Cogí todo el impulso posible y le arreé el puñetazo más fuerte que pude. El señor se tambaleó el tiempo suficiente para que yo volviera a golpearlo. Me dio pena, tendría cuarenta años y estaba siendo golpeado por una persona de más o menos la mitad de su edad. Pero era necesario.
Una vez que estuvo en el suelo, quejándose de los golpes, me las arreglé para encontrar una cuerda y atarlo de pies y manos.
-¡Está usted loca! ¡La voy a denunciar!-Hablaba en italiano, pero a pesar de que podía entenderle me fue fácil ignorarlo. Le arrebaté la llave del cuello, le puse una cinta americana en la boca, cogí unas cadenas de hierro, un candado y una tubería vieja.
Corrí de nuevo hacia el ascensor, introduje la llave en la cerradura y el ascensor hizo un sonido extraño. El mismo que indicaba que no estaba en funcionamiento. Lo mismo hice con el otro ascensor y una vez terminado el trabajo corrí hacia las escaleras, bloqueé la puerta con la tubería rezando para que siguieran en la primera planta y subí hasta la tercera.
La gente se me quedaba mirando a medida que me acercaba a la habitación, pero me daba igual, mi prioridad era ganar tiempo hasta que llegaran nuestros amigos.
Una vez en la puerta llamé a Alex para que entrara conmigo.
-Vamos, ayúdame. No los detendrá para siempre, pero los retrasará hasta que lleguen los demás.-Le entregué las cadenas para que las pusiera en la puerta, bloqueando la entrada. Lo hizo y cerró con candado.-Tenemos que amontonar muebles para que les sea más difícil abrir.-Ninguno dijo nada, simplemente lo hicimos.
Ángel nos miraba desde la cama, queriendo ayudar pero sin poder hacerlo.
-Has visto demasiadas películas, nena. Esto no funcionará.-El comentario de Ángel me hizo mirarlo.
-Tienes razón. Pero, ¿Tenéis una idea mejor?

Ninguno de los dos respondió, por lo que nos quedamos en silencio y con los corazones acelerados esperando a que alguien derribara la puerta y acabara con todo.

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora