27. Cada uno es dueño de su vida.

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Narra Ángel

Por fin habíamos conseguido librarnos de nuestro secuestrador/ex-compañero o lo que fuera que fuese el hombre que había intentado matarme. Lo habíamos perdido de vista, pero aún teníamos que encontrar a Luca y acabar con todos los demás hombres. Según me había dicho Elisabeth no podíamos contar con su equipo, ya que no se fiaba de nadie gracias a esa experiencia tan reciente. Por lo que estábamos ella y yo solos. Teníamos que encontrar a Alex y a mi hermano para poder tener alguna posibilidad, así que optamos por la opción más fácil.

-Dinos dónde los tienen, maldita zorra loca.-Fui yo el que le habló a la italiana, normalmente la trataría con más tacto al ser la madre de mi primogénito, pero se me estaba acabando la paciencia.

-No lo sé.-Es lo único que dijo.

-Mientes.

-Eso nunca lo sabrás.-La psicópata sonrió y yo solo pude preguntarme qué había visto en ella. Lo que me recordó que alguien me dijo que ella realmente estaba enamorada de mí. Y todas las piezas del puzzle que intentaba formar encajaron.

-¿Realmente me quieres?-La pregunta salió sola, incluso mi voz intentaba sonar agradable. Vi cómo sus ojos brillaron al mirarme. Silencio. -Respóndeme y quizá pueda ayudarte.

-¿Qué estás haciendo, Ángel?-Elisabeth no entendía nada. Y he de reconocer que ni yo sabía lo que estaba haciendo, solo me estaba dejando llevar por mi instinto. Como siempre.

-Fiorella, escúchame. Si en algún momento de tu vida me has querido, y si quieres a nuestro hijo aunque solo sea un poco, necesito que me digas dónde tienen a Marcos y a Alex. Por favor.-Vi como cambiaba algo dentro de ella. No sabía si me quería o si lo hacía por nuestro hijo, pero sabía que si insistía la haría hablar.- Pueden hacer daño a Luca si no lo encontramos a tiempo. 

-En la última planta, habitación del fondo. Pero hay cámaras y seguramente haya muchos hombres esperando. Y más teniendo en cuenta que no habéis matado a ese hombre.

Eso tenía que reconocérselo. Dejar a un testigo con vida nos traería más problemas que cosas buenas, pero no podíamos ir matando a diestro y siniestro.

Wow, ¿realmente he dicho yo eso?

-Tengo una idea, esperad aquí.-Elisabeth nos dejó solos, la miraba y me preguntaba por qué estaría ayudándonos. En el fondo sabía que no tocarían a mi hijo, no siendo también suyo, al menos.

A los 2 minutos vimos como todas las luces se apagaban y sonreí. Dos minutos más tarde Elisabeth apareció de nuevo con unas linternas. La herida de su espalda goteaba sangre, pero ella parecía aguantar, así que no dije nada.

-Vamos. Es hora de irnos de aquí.-Dijo, entregándome una. Agarré a Fiorella para que no se fuera y, juntos, subimos hasta la última planta.

Como la italiana había predicho, estaba lleno de gente, o al menos es lo que parecía. Puesto que entre que ya era de noche, no había luz y las linternas no podíamos encenderlas ahí arriba para no ser descubiertos...solo podíamos tirar de oído.

Para nuestra desgracia las luces de emergencia empezaron a funcionar y a la vez que nosotros podíamos ver a los hombres, ellos podían vernos también.

Aquello fue una lucha totalmente desigual. Nos superaban por 7 a 2, pero al menos éramos más rápidos. Por ello conseguimos pasarlos, aunque ahora estaba solo. La herida de Elisabeth había empezado a sangrar con más frecuencia, y tenía entre 1 y 2 minutos para taparle la herida antes de que más hombres vinieran a por nosotros.

Lo hice en 30 segundos y cambié de plan.

-Tú espera aquí, vigílala. Yo entraré a por ellos.-La rubia asintió y yo empecé a caminar a través del pasillo lleno de hombres abatidos, hacia la puerta negra que escondía a la gente que quería.

Quien fuera que estuviera dentro ya sabía que yo estaba ahí, así que me quise hacer el gracioso, por si acaso fuera la última vez que podía hacerlo, ya sabéis.

-Toc, toc-Dije llamando a la puerta. Pude escuchar como mis amigos gritaban a través de la mordaza.-¿Se puede?-Continué. Gritaron 4 veces, por lo que supuse que era el número de personas que había allí.

Sabía perfectamente que cuando abriese la puerta una lluvia de disparos impactarían sobre mi persona, así que abrí, pero sin dejar ver mi cuerpo. 

Como pensaba, decenas de disparos cruzaron el marco de la puerta y se clavaron en la pared. Ante la sorpresa de una puerta vacía, los hombres se distrajeron y me dieron tiempo a actuar. 

Di un paso hacia dentro de la habitación, pistola cargada en mano, y conté según disparaba a matar.

-Uno.-Muerto.

-Dos.-Muerto.

-Tres.-Muerto.

-Cuatro.-Mierda. Una bala impactó en mi brazo derecho haciéndome tirar la pistola.

El cuarto hombre estaba muerto, pero el primero, que era al que había dejado con vida antes, no. Y había aprovechado que lo había dado por muerto para actuar desde el suelo. Un error por mi parte que no me podía permitir. Me moví de nuevo fuera de la habitación y cogí una de las pistolas de los hombres abatidos anteriormente.

Cuando volví a la habitación se había levantado y ahora apuntaba a la cabeza de mi hermano con una sonrisa sangrienta en el rostro.

-¿Y ahora qué? ¿Tus súper-poderes no pueden con esto?-Se rió. Quitó el seguro a su pistola y justo en el momento en el que iba a apretar el gatillo alguien me empujó y caí al suelo.

-No lo hagas, Marc. Si tú lo haces yo también.-Inexplicablemente Fiorella estaba allí de pie, apuntándose con una pistola al corazón para salvar a la gente que me importaba.

Me levanté y me puse a su lado, pero a una distancia prudencial.

-¿Qué estás haciendo?-Dijimos el tal Marc y yo al unísono.

-Si mi corazón se para el suyo también.-Susurró.

Yo no entendía cómo podía ser posible, pero si entendí lo que estaba pensando hacer, y no podía permitirlo. No podía dejar que Luca perdiera también a su madre.

-Ni se te ocurra.-Amenazó el hombre, pero ella lo ignoró totalmente y disparó su arma. Mis brazos la recogieron instintivamente.

-Te amo.-Dijo con una lágrima bajando por su mejilla.

-Te amo.-Le dije. No lo sentía, pero me pareció que era lo correcto. Darle un poco de amor justo antes de que ella perdiera la vida para salvar a la gente que yo realmente amaba. Sonrió con tristeza mientras otra lágrima caía. Besé su frente cómo despedida mientras ella se ahogaba con su propia sangre.

Y en el mismo momento en el que su corazón dio su último latido, el hombre que apuntaba a mi hermano cayó muerto en el suelo.

No sabía explicar qué había pasado, solo sabía que tenía que sacarlos de allí y buscar a mi hijo.

Lo que no fue difícil, puesto que él solo salió de una habitación secreta de la pared al escuchar el último disparo.

Su mirada se quedó clavada en su madre, muerta y llena de sangre.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y corrió junto a su cuerpo, la abrazó y la besó mientras la llamaba, siendo consciente de que ya no volvería a verla.

Sentí que mi corazón se hacía más pequeño por un segundo, justo el segundo en el que me vi forzado a separarlo de su madre y sacarnos a todos de allí.

Luca había pasado por mucho en muy poco tiempo, ver tanta sangre, tantos cuerpos...y sobretodo, ver a su madre muerta, no iba a ser fácil de superar, pero yo estaría ahí para él. Al igual que estaría para Hélade y para mi hija.

En ese momento comprendí la decisión de Hélade. Fiorella había dado su vida por nosotros, Hélade ya la había perdido por culpa de sus padres, por mi culpa. Ahora entendía que cada uno es dueño de su vida, al igual que es dueño de decidir cómo vivirla y de elegir cuándo esta acaba.

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora