12. No lo entiendes.

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Narra Ángel

Llevábamos esperando a Hel más de diez minutos y estaba empezando a impacientarme: ninguna carta puede tardarse tanto en leer.

Y para mi no tan asombro, no era el único que estaba notando la tardanza de mi chica, mi hermano parecía estar dispuesto a salir corriendo en su búsqueda en cuanto cruzara la entrada del jardín. 

Alex, por su parte, intentaba que Miguel le respondiera algunas preguntas, pero ese hombre parecía no querer hablar sin Hélade delante. 

-Ahora vuelvo.- La preocupación me pudo y terminé saliendo al jardín. Me encontré a Hél sentada en el suelo, acurrucada como una niña indefensa mientras miraba una y otra vez la carta con lágrimas en los ojos. Algo en mi interior supuso que no era bueno, que debía ir a verla y consolarla por lo que fuera que ponía en esa estúpida carta. Pero su mirada perdida me dio miedo. No sabía si quería estar sola o no. 

Tras unos segundos de debate interior decidí que si no quería que yo estuviera con ella me iría, pero debía intentar consolar a la chica que hacía de mi vida un poco menos mierda.

-Hey. ¿Qué pasa, nena? ¿Estás bien?- Me senté junto a ella y la rodeé con los brazos para que posara su cabeza en mi pecho, no se negó por lo que algo estaba haciendo bien.

-Mi padre...mi madre...-Lágrimas corrían por sus mejillas como si sus ojos fueran un grifo abierto. Mi corazón se contrajo ante la situación. Ella no podía estar sufriendo, no merecía sufrir. Ya lo había hecho demasiado.

-Ssh...tranquila.-Acaricié y besé su pelo mientras intentaba tranquilizarla.

-No, Ángel. No lo entiendes.-Pude ver la desesperación en su rostro, la tristeza y el dolor. 

Y entonces lo supe. 

Supe que acababa de descubrir la verdadera razón por la que mi hermano y yo habíamos aceptado cuidar de ella. 

Ahora sabía quién era su verdadera madre. 

Y si ella lo sabía quizás estábamos a punto de ser atacados por Giorgio Baggio también.

Narra Hélade

Me sentía tan impotente, tan engañada y dolida que no era capaz de explicarle la situación a Ángel. Quien no paraba de intentar animarme sin mucho éxito.

-No, Ángel. No lo entiendes.-Limpié las lágrimas que bajaban por mis mejillas y me separé para contarle todo. Quería mirar sus ojos mientras lo hacía, esos que me recordaban que tenía que ser fuerte. Por nosotros.- Mi madre no es Esther, sino Elisabeth. Mi madre, Esther, dio a luz a una niña muerta y...-Le pasé la carta, incapaz de seguir hablando, con la esperanza de que la leyera, pero ni siquiera la miró. Sus ojos dejaron de mirarme y una punzada de dolor atravesó de nuevo mi corazón ya dolorido.- ¿Lo sabías?

-Hélade...yo...-Traición. Esa fue la única palabra que se me pasó por la cabeza.

-No. ¡Lo sabías! ¡Y aun así trabajas para Giorgio! ¿Eres consciente de que posiblemente no solo quiera muerta a la mujer que le engañó? ¿Eres consciente de que puede querer que la hija bastarda de su mujer también muera?-El dolor y la rabia estaban saliendo por cada parte de mi ser. Las lágrimas ahora dolían más que antes. Incluso mi respiración estaba convirtiéndose en un auténtico suplicio. 

La persona a la que creía amar y la que creí que me amaba me había mentido. Me había ocultado la verdad sobre mi durante todo este tiempo, y aun sabiendo que si Giorgio descubría quién era yo podía querer matarme estaba trabajando para él.

-No es lo que piensas, déjame explicarte, por favor.- Sus ojos suplicaban perdón, incluso podría jurar que había un brillo poco familiar en ellos. El brillo que indica que va a llorar. 
Pero no podía simplemente ignorar que me había puesto en peligro, que nos había puesto a todos en peligro. Y que me había mentido era la guinda del pastel.

-Déjame en paz, Ángel. Te odio.-Esas palabras me rasgaron la garganta al salir, pero en ese momento las sentía más de lo que quisiera reconocer.

El dolor que antes sentía no se comparaba a lo que sentía en ese momento. Se sentía como si me hubiera caído un piano en el pecho que me impedía respirar con normalidad. Necesitaba irme, encerrarme en la habitación, en el baño...Lo que fuera, pero lejos de él. 

¿Por qué no podíamos ser una maldita pareja normal? ¿Por qué tenía que haber tantos secretos? Tanto dolor...

Me levanté y tras limpiarme las lágrimas entré como un rayo en la casa, ignorando la mirada de todos mis amigos, subí las escaleras y me encerré en la primera habitación que encontré abierta. 

No importaba de quién era, solo que tenía pestillo y podía estar completamente sola.

Narra Alex

Estábamos en silencio, esperando para ver a Ángel y a Helade entrar juntos. Para que nos contaran qué narices pasaba. Pero nada de eso pasó. Al contrario.

Hélade cruzó la cocina como un torbellino de lágrimas y corrió escaleras arriba, lo único que pudimos escuchar de su parte fueron sus sollozos y el golpe que dio al cerrar la puerta de una habitación. 

Segundos después Ángel entró. Parecía totalmente descompuesto, como si acabaran de tener la mayor pelea de la historia. Sus ojos brillaban de un extraño modo y no dijo nada. 

Solo miró a Miguel como si quisiera matarlo y a Marcos como si el mundo se le hubiera venido encima. Expresión que él también adoptó en cuanto comprendió lo que su hermano quería decirle. 

Odiaba estar ahí sin entender nada, pero los hermanos guardaban sus secretos muy bien cuando querían. 

Marcos, con la voz temblando llamó a su hermano, solo para confirmar lo que ya sabía.

-Ángel. Dime que no es verdad.-Su hermano bajó la mirada al suelo y cerró los ojos.-¿Lo sabe? ¿Pero por qué? ¡Juramos no decirlo!

-Tú juraste no hacerlo. Yo solo juré protegerla.-Esta conversación se estaba volviendo cada vez más extraña. 

Sabía que no era el único que quería saber qué narices estaba pasando aquí, así que simplemente me armé de valor y pregunté.

-¿De qué habláis? ¿Qué mierda está pasando, Ángel?-Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver una lágrima resbalar por su mejilla. Creí que no volvería a presenciar eso en mucho tiempo, pero me equivocaba. 

-Me odia, Alex. Eso pasa. Hélade me odia.-Y sin decir nada más salió por la puerta principal y lo último que escuchamos fue el motor de un coche y un acelerón que no me gustó nada. 

Y llegué a una conclusión que me gustó menos que el hecho de mi amigo conduciendo como un loco en plena depresión:

Si Hélade lo dejaba no dudaría en ir de cabeza a la boca del lobo. Y en consecuencia, a su muerte.

***
Aclaración: En la primera historia Marcos era el encargado de vigilar a Hélade, eso queda claro. Pero lo que no estaba claro era si Ángel tambien lo era, y de hecho si. También debía protegerla pero él no juró que no buscaría nada con ella, en cambio Marcos lo hizo. Así que Ángel pudo acercarse sin romper su promesa mientras Marcos se quedaba lejos. Igual debí aclarar esto antes pero bueno...🤷
Xoxo😘💕

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora