14/III

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Caminaba de un lado hacia el otro, recorriendo la sala de espera sin descanso. Llevaba más de mil horas esperando mi turno para verle. O eso es lo que me había parecido.
Habían pasado doce horas desde el accidente y se había despertado apenas hacía quince minutos. El primero en pasar había sido su hermano, pero todos deseabamos poder entrar en el siguiente turno.

La espera es lo peor que puede existir en el mundo y mis uñas y pies pueden confirmarlo. No sabría decir si me dolían más los pies de caminar y caminar o las uñas que prácticamente no existían.
Al parecer llevaba acabando con ellas desde que me enteré del accidente y podría jurar que en breves empezarían a sangrar por arrancarme más piel que uña.

-Ya puedes pasar.-La voz desolada de Marcos causó una punzada en mi pecho. ¿Qué había pasado? ¿Lo había reconocido? Y ¿A mi? ¿Me reconocería?

Me había quedado estática; en shock.
¿Qué pasaría si no me reconocía?
Seguro me moría allí mismo. No podía presenciar eso, no podía simplemente afrontar que quizás el hombre que amaba no supiera ni mi nombre.
Las voces se escuchaban cada vez más lejanas y mi mente se perdía poco a poco.

Sentí unos brazos que me envolvían y mi cabeza topó contra el pecho de alguien, pero no era capaz de ver quién era, puesto que seguía viendo sin ver nada realmente.

-Tranquila, todo va a estar bien.-Era la voz de Marcos. Calmada y amigable como cada vez que hablaba conmigo. Nos separamos y nos miramos a los ojos. Por fin focalicé mi visión en él y vi una pequeña sonrisa. Su pulgar limpio una lágrima que ni sabía que había derramado y besó mi frente.- Ahora tienes que entrar. Tú novio ha estado preguntando por ti.- Y esa última frase fue suficiente para devolverme enteramente a la realidad. Si había preguntado por mí es porque me recordaba. Y si me recordaba no estaba tan mal. ¿Cierto?

Me dirigí apresuradamente a la habitación con lágrimas de alegría en las mejillas. Debía estar bien si sabía quién era. Seguro que estaba bien.
Abrí la puerta con toda la suavidad que mi estado alterado me permitió y sonreí al verlo mirando la televisión, con una sonrisa en ese rostro que tanto amaba. Seguro que estaba viendo algún anuncio de colonia que tanta gracia le hacían. ¿La razón? Exhiben tanto la parte seductora de las mujeres y de los hombres que prácticamente te olvidas de lo que te están vendiendo, piensas que venden preservativos mil veces antes que un perfume.
Sonreí al verlo tan bien. Digo, si tenía vendas en algunas partes del cuerpo y estaba conectado a una máquina, pero sonreía. Y eso nunca podía ser mala señal.
-Mi Lucifer.-Susurre mientras cerraba la puerta y me apoyaba en ella. Estaba como loca por correr a sus brazos y besarlo, pero no podía dejar que eso pasara. Debía dejarle descansar y mis locos impulsos podrían alterarlo.
Su mirada se encontró con la mía y la sonrisa desapareció. En su lugar un ceño fruncido y una boca semi abierta me recibieron. Estaba confuso. Y eso me confundió a mi también.
-¿Quién eres tú y por qué me llamas así? ¿Dónde está Katy?
Y en ese instante todo volvió a derrumbarse. Las lágrimas empezaron a brotar de nuevo, pero ya no era de alegría, sino de impotencia.
No me recordaba. No era a mi a quién quería ver.
Sino a su novia muerta.

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora