16. Definitivamente esto no pintaba bien.

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Narra Marcos

Una vez fuera del hospital pude respirar tranquilo.
Estaba bien. Mi hermano estaba bien.
¿Cómo lo supe? Bueno, cuando entré a verle lo primero que me pidió fue ver a Hélade. Lo segundo fue que me encontrara con Elisabeth y cambiara la reunión, y lo tercero una disculpa por ser tan imbécil.
Aunque lo último no hacía falta, yo ya sabía eso perfectamente bien desde antes del accidente, pero aún así es mi hermano. Y no puedo negar que lo quiero.
En fin, basta de ñoñerías.
Mi misión ahora es encontrar a la madre de Hélade para pedir perdón por no aparecer y pedir una reunión en el futuro, lo cual no sé si será un éxito o acabaré muerto por idiota.

Mi teléfono comenzó a sonar antes de llegar al taxi que la enfermera que estaba en recepción me había pedido minutos antes. Descolgué.
-Habla Marcos.
-Me importa entre poco y nada cómo te llames. Me habéis dejado colgada, así que exijo una explicación.-Vaya, igual no era necesario hacer investigaciones para dar con ella, Elisabeth ya las había hecho para dar conmigo.
-Claro. Estaba de camino para arreglar eso. ¿Podemos vernos?-Hubo un pequeño silencio de reflexión por su parte. Seguro que no esperaba que estuviera tan dispuesto a encontrarme con ella.
-Te espero en el café Bellona en diez minutos.-Y sin esperar una respuesta colgó. Respiré hondo y me subí al taxi dándole las indicaciones al conductor.
-Dese prisa,por favor.-El hombre, de pelo grisáceo y bigote del mismo color se limitó a asentir y a obedecer mis órdenes. Las obedeció tan bien que me planteé seriamente que en ese país existieran leyes de regulación de velocidad. Había llegado en cinco minutos a la otra punta de la ciudad, ni tan mal. Le pagué lo debido junto con una propina por la rapidez y salí del coche.
El aire en aquella zona era más fresco, como si hubiera cambiado totalmente de ciudad. La gente transitaba frente a los cafés y las tiendas mayoritariamente en familia, parándose a ver los escaparates.
Yo, por mi parte, intenté aparentar normalidad mientras entraba en el café que tenía en frente.
Estaba prácticamente vacío, tan solo dos de las mesas estaban ocupadas.
La más cercana a la puerta estaba ocupada por lo que parecía un padre y su hija. Mientras el señor leía el periódico la joven no apartaba la vista del teléfono...en fin. Si mi padre viviera no perdería tiempo en el teléfono pudiendo mantener una conversación con él. Lástima que tuve que saber eso cuando él se fue.
La otra mesa, dos más allá, estaba ocupada por un señor moreno de unos cuarenta años, que leía tranquilamente un libro de un escritor Italiano.
Me acerqué a la barra dónde me recibió un magnífico olor a café recién hecho y una señora rubia de unos cuarenta y pocos.
-Buenos días, joven. ¿Qué desea?-Su voz era dulce, y su sonrisa me invitaba a mantener con ella una conversación. Pero no estaba seguro de a qué hora aparecería Elisabeth, así que no me lo podía permitir.
-Buenos días.- Sonreí y me senté en un taburete. Observé qué había para comer ya que moría de hambre y volví mi vista a la mujer.- Un café y un Donut, por favor.-La mujer no tardó ni diez segundos en entregarme el pedido.- Gracias.
-No hay de qué.- Hubo un pequeño silencio mientras daba el primer sorbo a mi café. Sentí su mirada en mí.
-¿Ocurre algo?-Pregunté despues de limpiar mis labios con una servilleta de papel. Su sonrisa volvió a aparecer.
-No, para nada.- Entonces comprendí que quizás quisiera que abonara la consumición y saqué la cartera.- Oh, no, no. Invita la casa.- Fruncí el ceño. Aquí había algo muy raro. Guardé la cartera.
-Gracias.- Bebí el resto del café de un sorbo y mordí el Donut dispuesto a marcharme de allí en ese instante. Pero justo cuando iba a salir, entraron dos tipos de casi dos metros, trajeados y con cara de pocos amigos. Se pararon en la entrada, bloqueandola.
Genial. Había caído en una encerrona.
La joven que estaba sentada con su padre se levantó y cerró las persianas, lo mismo hizo el hombre solitario que leía el libro.
Uno de los hombres que tenía en frente de giró para poner el cartel de cerrado y para bajar la cortina de la puerta.
Tragué saliva y me obligué a no mover ni un solo músculo mientras miraba a los señores que tenía en frente. Su altura no era lo único desorbitadamente grande, sus brazos también daban la impresión de que podrían romper mis costillas de un solo golpe.

Si, definitivamente esto no pintaba pero que nada bien.

Narra Ángel

Tras varios besos y risas por parte de ambos, decidimos que era hora de dejar pasar a alguien más. Ya habíamos aclarado todo lo que teníamos que aclarar, nuestra relación estaba bien, quizás prometimos cosas que no podríamos cumplir nunca, como no volver a ocultarnos nada, pero es algo que no se puede evitar.
Me aseguré por activa y por pasiva de que Hélade estaba bien, de que no notara nada irregular con el bebé, y de que no mentía al decirme que estábamos bien antes de dejarla marchar, pero lo hice. Aún tenía que arreglar unas cuantas cosas con los chicos sobre la reunión a la que obviamente no habíamos ido.
El siguiente en pasar fue mi querido, pedante, y recientemente pelirrojo, mejor amigo, Alex. Sonreí nada más verlo.
-No vas a librarte de mí si es lo que esperabas. Soy duro de pelar.- Alcé las cejas, puesto que era la única parte del cuerpo que podía mover sin morir de dolor.
-Amén, señor.- Rió.- Me alegro de que estés bien.- Su tono era fraternal, aliviado y contento. Sonreí aún con más ganas. No podía negar que el tenerlo en mi familia me aliviaba.
Después de que una parte de mi se rompiera al pensar que me había traicionado, el volver a tenerlo de vuelta era como renacer.
-Tenemos que hablar de la reunión que íbamos a tener hoy.- Asintió y yo tomé aire. Me preparé mentalmente para decirle lo que estaba pensando. Y es que ninguno de mis amigos, ni Hélade, sabía el motivo de la reunión. Tan solo Marcos y porque había insistido en saberlo para arreglar el futuro encuentro.
-Cuéntame.- Fijé mi mirada en la suya e hice una mueca, sin saber cómo se tomaría lo que iba a decirle.
-Supongo que Hélade os habrá contado quién es su madre.- Asintió.- Bien. Entonces me ahorro esa explicación. La idea era presentar a Hél como la hija de Elisabeth y así tenerla a nuestro favor. Si Giorgio sabe la verdad no dudará en ir a por nosotros, pero no se esperará que nos unamos al enemigo, puesto que no tiene idea de que tenemos contacto con él. ¿Lo entiendes?- Permanecí unos segundos en silencio, dándole tiempo a asimilar la información. Me di cuenta de que lo había hecho cuando se levantó de la cama frunciendo el ceño.
-¿Estás hablando de utilizar a Hélade para tener a su madre como aliada?- Desde ese punto de vista sonaba repugnante y lo sabía, pero era nuestra mejor opción para que la rubia pirada, como una vez la había denominado Giorgio, no acabara con todos.

Y, ¿la verdad? Nos quedábamos realmente sin opciones.
Ahora no solo teníamos que manejarnos con un padre vengativo, sino también con su hermano; el ex marido que quería venganza por la infidelidad de su mujer. Además del problema con Fiorella y el asunto de meterla a la cárcel por vete a saber qué. Y no contentos con eso, también teníamos que lidiar con una señora que bien podría estar loca y con la que teníamos que hacer una alianza, por el momento, secreta.
No. Definitivamente nuestra vida no iba a mejorar en mucho tiempo.

~Mi Lucifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora