Capítulo 20

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Hay personas que hacen deporte porque les gusta, como un pasatiempo, porque son buenos para ellos, también porque muchas veces el deporte te hace olvidar de todo y concentrarte en lo que estás haciendo, exactamente lo que le pasaba a Lauren cada vez que iba al gimnasio y se ponía frente a un saco de boxeo. No lo hacía porque se aburría, lo hacía porque era su único escape de la realidad, porque ahí podía descargar toda su bronca, todo su dolor y enojo, porque cada golpe era un poco de peso menos sobre ella, o así pensaba, así creía que funcionaban las cosas, ir y pasarse horas en el gimnasio como descargo porque no sabía hacerlo de otra manera, no sabía enfrentar lo que pasaba.

No sabía porque nadie había estado con ella para enseñarle cómo.

Luego de una hora y cuarenta minutos de no parar con la actividad física, su cuerpo comenzaba a pasarle factura, los músculos le dolían, sus brazos le ardían completamente por tanta fuerza en cada golpe, su pecho subía y bajaba rápidamente, sus pulmones quemaban al no estar respirando bien, al no estar dejando pasar el aire como debía, pero no quería parar porque si algo había aprendido estos últimos días, era cansarse y luego dormir. Era la única manera de “hacer las cosas bien”, de evitar meterse en cosas que ya no quería, evitaba pensar en todo lo que estaba pasando, en su realidad y en su pasado que últimamente parecía atormentarla más que nunca.

Realmente sentía que sus piernas podían fallarles en algún momento, que sus brazos iban a comenzar a acalambrarse y no paró hasta que alguien le gritó que era suficiente y que se quitara las vendas y los guantes.

Tenía el rostro rojo, la respiración irregular y el corazón latiendo frenéticamente contra su pecho. Fue cuando se dejó caer contra la pared del gimnasio que sintió el dolor de su cuerpo y lo cansada que estaba. Ni siquiera era consiente de todo el tiempo que había estado golpeando la bolsa de boxeo con tanta fuerza, no se daba cuenta porque cada vez que estaba allí su mente se ponía en blanco y solo eran ella y aquel saco pesado.

—Mañana no vengas, Lauren.—Levantó su cabeza para encontrarse al dueño de la voz gruesa y frunció el ceño.—Ni siquiera vas a poder levantarte de la cama y necesito que bajes un cambio con todo esto, no sé qué te pasa, pero puedes hacerte daño entrenando tanto. Me imagino que debes tener un desgaste físico increíble.

—No…—Suspiró intentando respirar mejor.—Estoy bien, David.—Le aseguró al hombre que se cruzó de brazos serio, afirmando sus grandes músculos.—Puedo venir mañana, no me pasa nada, simplemente quería…

—No te estoy preguntando si puedes o no venir. Te estoy diciendo que no vengas. ¿Cuánto estás pesando?—Lauren frunció el ceño.—Vamos, a mí no me mires así, ¿Cuánto estás pesando?—Repitió.

—No sé… ¿A qué quieres llegar? Te dije que estoy bien.—Suspiró sacándose sus guantes y dejándolos a un lado.

—Estás muy delgada, debes estar con menos peso del que debes, te pasas todo el día aquí adentro y no te veo comer nada, ni siquiera te hidratas, así que falta un par de días y come bien, come sano. ¿Entendido? No quiero que te desmayes un día.—Le ordenó.

—Bien.—Se encogió de hombros, no le importaba porque tenía su propia bolsa de boxeo en la sala de su casa.

—Y en cuanto me entere que usas la bolsa de boxeo que tienes en tu casa no te dejo entrar a mi gimnasio nunca más.— Aquello dejó a Lauren con la boca entre abierta y se levantó del suelo bastante enojada, quejándose por el dolor que sentía en sus piernas y fue por su mochila.

Metió sus cosas dentro de la mochila para irse pronto porque iba a bañarse en su casa, además estaba enojada con David y no quería verlo.
Al sacar la mochila del casillero que usaba siempre, unos guantes rosados se cayeron al piso. Los mismos guantes que usó Camila un par de veces cuando insistía en acompañar a Lauren al gimnasio.

Plenitud {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora