Capítulo 2

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Camila estaba en el pequeño living de su casa viendo televisión con Sofi mientras su madre estaba en la cocina preparando de a poco la cena.

Hacía un rato que llegaba del colegio y nada era mejor que estar un momento tranquila antes de subir a su habitación para realizar sus tareas y más tarde bajar para cenar con su familia. Había sido un día agotador porque tuvo clases de gimnasia y el profesor no tuvo mejor idea que hacerlos correr bastante y luego realizar varios ejercicios para que pronto estuvieran en estado físico.

La verdad es que Camila odiaba un poco todo lo que implicara actividad física y por eso es que no practicaba ningún deporte aunque a veces le gustaba un poco molestar a su padre cuando jugaba al básquet en el jardín de su casa, también sabía algo de fútbol porque a Dinah el apasionaba y por supuesto cada vez que podía la llevaba a ver algunos partidos.

El timbre de su casa sonó y se levantó del sillón de cuero para abrir la puerta. No había mirado antes quien era por lo que se llevó una gran sorpresa al ver a Lauren frente a ella. Tenía un buzo estilo canguro negro que le quedaba un poco grande y a Camila le gustaba eso. El buzo.

—Lauren.—Sonrió haciéndose a un lado para que la oji verde entrara en su casa.

La verdad es que no se esperaba que Lauren realmente fuera esa tarde cuando horas antes habían estado haciendo trabajos en la biblioteca, en realidad no la esperaba ahora ni nunca. Podía ver que a Lauren no le importaba mucho el colegio, o eso creía ella.

—Uhm. Hola Camila.—Dijo algo tímida.—Yo venía… ya sabes, para que me ayudes con lo de matemática si quieres.

—Claro. No hay problema.—Asintió.—Dame un momento.

Lauren asintió viendo a su alrededor mientras Camila desaparecía. La casa no era tan grande, ni tan pequeña, era simplemente acogedora y Lauren pensó en que era hermosa de todos modos. Era la típica casa de familia feliz y eso le dio justo en el corazón así que simplemente se mantuvo seria esperando a que Camila regresara y obligándose a no pensar más nada de esa mierda.

Una mujer bajita apareció con una sonrisa mientras se secaba las manos con su delantal celeste y Camila llegaba detrás de ella.

—Mamá, ella es Lauren.—Lauren sonrió un poco nerviosa apretando sus labios y extendió la mano hacia la mujer que la tomó encantada.

—Hola Lauren, dime Sinu.—La oji verde asintió dos veces.—¿Van a hacer tareas juntas?

—Sí y voy a ayudar a Lauren con algo de matemática. Así que vamos a estar en mi habitación.—Le contó a su madre que asintió sonriendo.

—Entonces espero que puedan hacerlo todo tranquilas. Vayan y siéntete como en tu casa, Lauren.

—Gracias mamá de Camila. Digo, Sinu.—Camila se rió comenzando a caminar hasta las escaleras que la llevaba a la segunda planta justo cuando su hermana hizo presencia.

—¿Y tú quien eres?—Cuando Camila se dio la vuelta vio a Sofía frente a Lauren viéndola con una mirada curiosa.

—Soy Lauren.—La chica miró a Camila divertida y luego bajó la vista a la niña frente a ella.—¿Y tú quien eres?—Dijo del mismo modo que Sofía.

—Sofía Cabello. Tengo seis. ¿Y tú?—Estiró la mano hacia arriba para que Lauren la tomara y por supuesto lo hizo sonriendo apenas.

—Sofi, Lauren y yo tenemos que hacer unas cosas del colegio. ¿Puedes hablar con ella luego?—Le dio una mirada a Lauren para que fuera a su lado y así lo hizo. Es que Sofía comenzaba a hablar y no terminaba más. Probablemente no empezarían nunca el trabajo si su hermana estaba cerca para distraerlas.

—¿Puedo ir con ustedes?—Camila suspiró negando.—Pero Camila…

—No puedes Sofi. Termina de ver la película y luego me cuentas como es el final.—Comenzó a subir las escaleras y la detuvo la voz de Lauren.

—Es un placer conocerte, Sofi.—Lauren tendió su brazo cerrando su puño para que Sofi lo chocara y la niña lo hizo emocionada mostrando una sonrisa enorme.

Camila sonrió un poco terminando de subir las escaleras y sintió que Lauren la seguía un segundo después. Al entrar a su habitación esperó a que la oji verde entrara y luego cerró la puerta.

Lauren estaba viendo a su alrededor muy detenidamente. Camila tenía muchas fotografías con Dinah pegada en sus paredes, sabía que eran buenas amigas porque siempre las veía juntas. Allí todo estaba ordenado y luego de recorrer la habitación con su mirada se encontró con los ojos de Camila y una tímida sonrisa.

—¿Trajiste… tu carpeta?—Camila preguntó mientras se rascaba el brazo nerviosa. Lauren asintió descolgando su mochila del hombro.—Siéntate aquí.

Ambas se sentaron frente a un escritorio donde Camila tenía su computadora, algunos CD's y arriba, en una pequeña repisa, había algunos libros que ya estaban leídos como otros que no. Lauren lo vio todo también. Ella estaba nerviosa, no sabía porqué se sentía de esa manera cuando estaba cerca de Camila, así que simplemente se limitó a esperar a que la morena dijera algo.

—¿Sabes como se clasifican las estadísticas?—Lauren asintió mientras apoyaba un codo sobre el escritorio y su mejilla contra su mano mirando a Camila.

—Cuantitativa y cualitativa, si lo sé, es fácil. Lo que más me cuesta son las fórmulas que hay que usar al final.—Camila asintió viéndola un momento.

—Sí, no son muy fáciles de recordar, pero siempre puedes tenerlas todas anotadas en una hoja aparte. La profesora nos dio el permiso antes, así que solo deberías preocuparte por aprender a usarlas.—Lauren asintió con su cabeza viendo a Camila que ahora sacaba una hoja en blanco.

Miró su perfil, la línea de su mandíbula estaba perfectamente marcada y tenía una nariz fina y delicada. Sus pestañas eran largas y negras, eso ayudaba demasiado a que sus ojos se vieran bonitos. Lauren se sentía estúpida pensando en unos simples ojos marrones siendo bonitos.

Camila se aclaró la garganta sacándola de sus pensamientos y ambas se sonrieron cuando tuvieron la atención de la otra. Camila comenzó a explicarle cada fórmula y la ayudó a que aprendiera a leerlas. Esa parte del trabajo no era tan fácil, llevaba tiempo aprenderlas y luego poder aplicarlas cuando tuvieras los ejercicios anteriores resueltos. Camila tomaba de ejemplo su propio trabajo y a medida que le explicaba, notaba que Lauren era demasiado rápida entendiendo y realmente no le costaba nada.

Lauren estaba asombrada de la capacidad de Camila para explicar y hacerle entender cada fórmula como si fuera una tontería. Muchas veces la veía sonriendo porque Camila se ponía nerviosa al tener su mirada sobre ella y Lauren debía mirar la hoja porque la morena le pedía que dejara de verla.

Cuando menos se dieron cuenta habían pasado dos horas dentro de la habitación de Camila. Habían aprovechado el momento para empezar el trabajo de Lauren y ella sola había hecho la mayoría de las cosas, ésta vez era el turno de Camila de mirarla, pero a Lauren no la intimidaba, ni la ponía nerviosa por lo que simplemente la miraba sonriendo y era nuevamente Camila quien desviaba la vista.

Llegó un momento en el que Lauren simplemente dejó el lápiz frente a ella suspirando. Le faltaba práctica en las fórmulas por lo que aún le costaba tenerlas realmente claras.

—Se me va a explorar el cerebro, Camila.—Suspiró y la morena se rió a su lado.

—Bueno, de todos modos hiciste demasiado y todo está bien. Podemos dejar lo de las fórmulas para mañana.

—¿Crees que la profesora me acepte igual el trabajo? Ya pasó una semana de la fecha de entrega.—Se pasó una mano por el pelo desordenándolo un poco hacia un lado y luego volviéndose a Camila.

—Sí, solo te queda mañana para terminarlo, pero en un ratito lo hacemos. La profesora Mangold no es tan mala como creen todos, si ella ve que te esfuerzas nunca va rechazar ese esfuerzo aunque sea tarde, ¿entiendes?

—Bien.—Asintió.—¿Entonces mañana…?

—Yo puedo ayudarte si quieres.—Camila asintió dándole una sonrisa y Lauren le sonrió también.

—Muchas gracias, Camila. Te debo varias.—Dijo levantándose de la silla mientras comenzaba a guardarlo todo.

—No me debes nada, Lauren. Te ayudo porque quiero, no para que me des algo a cambio.

—Eres muy buena.—Suspiró y Camila bajó la mirada un poco. Lauren se sintió incómoda luego de decir aquello y vio sobre la cama de Camila algunas hojas de dibujo.—¿Estás haciendo lo de dibujo?—Preguntó sonriendo mientras caminaba para tomar las hojas.

—Uhm. Sí. Pero son un desastre.—Se rió.—No me gustan, tengo que hacerlos otra vez.

—Yo ya los terminé.

—¿Estás en la clase de dibujo conmigo?—Lauren asintió viendo los demás dibujos “malos” de Camila, que en realidad no tenían nada de malos.—No te vi allí.

—Es que no fui.—Negó dejando los dibujos a un lado.

—¿Por qué faltas tanto a clases?—Lauren miró los dibujos de Camila un momento y luego se volvió a ella.

—¿Quieres que te ayude con eso? O puedo hacerlo yo por ti. El profesor nunca va a saber que los hice yo.—Habló ignorando la pregunta de Camila.

—Bueno… Puedes ayudarme mañana si quieres. Mientras haces lo de matemática yo hago eso, ¿Qué dices?—Lauren asintió con una pequeña sonrisa.

—Perfecto. Mañana una hora antes de que toque el último timbre en la biblioteca, ¿puedes?

—Suspendieron mis últimas horas, así que puedo.—Camila estuvo de acuerdo y Lauren se relamió los labios antes de darle otra sonrisa.

—Bien. Gracias otra vez. Ya… ya me tengo que ir.—Dijo caminando hacia la puerta y Camila la siguió.

Ambas fueron en silencio hasta bajar las escaleras y justo cuando estaban yendo a la puerta principal, la madre de Camila salía de la cocina y las vio.

—¿Ya te vas, Lauren? Pensé que te quedarías a cenar.—Lauren abrió los ojos sorprendida. ¿La estaba invitando a cenar?

—Eh… Yo… Yo no puedo.—Negó sintiendo el olor a comida casera.—Debo ir a casa porque ya es tarde. Muchas gracias de todas formas, Sinu.

—Puedes tomar el teléfono y llamar a tus padres y decirles que luego te llevamos nosotros. No tienes que preocuparte.—Lauren tragó saliva sonriendo nerviosa.

—Gracias, pero mejor que sea la próxima.—Sinu se encogió de hombros viendo a Camila.

—Cuando quieras, cariño. No hay problema.—Se acercó a Lauren para darle un beso en la frente y luego se alejó otra vez a la cocina dejando a la oji verde quieta en su lugar. Camila pudo ver lo incómoda que ella estaba en ese momento porque sus mejillas de volvieron rosadas y su mirada había cambiado.

—Lauren, lo siento. Ella a veces es un poco…

—No importa.—Negó.—Ya me voy. Gracias por todo, Camila.

Camila asintió y la vio salir por la puerta principal. Lauren era un poco extraña a veces, o quizás era que seguía siendo demasiado reservada y era de esa forma por un motivo. Todos esos pensamientos se esfumaron de su mente cuando escuchó a su padre en la cocina.

Fue hasta donde estaban sus padres y su hermanita. Una  sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio a Alejandro parado frente a Sofía que le estaba mostrando un dibujo que había hecho en el colegio.

—Hola cariño.—Alejandro recibió a Camila con sus brazos abiertos y un beso en la cabeza como todos los días.—¿Qué tal te fue? ¿Con quien estabas?

—Todo está bien y era una compañera del colegio.—Dijo dándole una sonrisa.—La estaba ayudando con algo de matemáticas.

—Ah. Yo pensé que se quedaba a cenar.—Frunció un poco las cejas acomodando el cabello de Camila hacia atrás.

—Papá, no todo el mundo es Dinah que se invita a cenar sola.—Negó haciendo reír a sus padres.

*

Lauren caminó sin apuro, ni problema alguno por querer llegar a su casa. La noche estaba un poco fresca y por suerte había llevado un abrigo en su mochila lo que era bueno para poder seguir caminando por un largo rato más.

En lo único que pensaba era en que Camila, esa chica que no conocía nada de ella y apenas habían hablado unas tres o cuatro veces, esa chica total y completamente diferente a ella, quien no tenía porqué ayudarla lo estaba haciendo. Y para Lauren significaba mucho porque era su último año, no había nada mejor que saber que al final del año iba a terminar el secundario. Por fin un peso menos para ella y también sería algo menos de qué preocuparse cuando comenzara a planear todo lo que necesitara para salir de la ciudad.

Irse de Miami era todo lo que quería, quizás podría vivir en Canadá alguna vez, ese era su principal sueño y objetivo. Seguro que no sería fácil lograrlo pero con esfuerzo lo haría. Lauren sabía que podía, que era una chica capaz, solo es que a veces necesitaba ese pequeño empujón de alguna persona. Alguien que nunca estaba.

Suspiró caminando las últimas dos manzanas antes de llegar a su casa. Aquel vecindario era tranquilo y podía entrar y salir a la hora que quisiera porque nunca habría problema. Sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta, entró y la cerró detrás de ella.

El silencio inundaba la casa de rincón a rincón. De cierto modo eso le daba tranquilidad, pero también soledad. Algo que odiaba pero era una parte de ella. Lauren había trabajado muy duro para creer que estaba sola en el mundo cuando no era así, simplemente no le importaba tener a alguien más porque cuando uno está sólo es mejor, cuando uno no tiene a nadie no hay nada de qué preocuparse porque nadie va a lastimarte, nadie va a hacerte sufrir, nadie se va a alejar de ti, nadie te va a odiar, nadie va a tener que tenerte en su vida y para Lauren eso era lo mejor aunque muchas veces le pesara. Estar sola era lo mejor que le había pasado en su vida hasta el momento.

Abrió la puerta de la nevera y sacó un poco de lechuga, tomate y una bandeja que tenía varios tipos de fiambres, tomó cuatro panes y fue a la sala. Esa sería su cena antes de ir a la cama. Sola.

Justo cuando iba a encender la televisión vio sobre la mesita frente a ella un sobre blanco y de mala gana lo abrió. Dentro había dos mil dólares con una nota dentro, la cual no se preocupó por leer, simplemente tomó el dinero para sacarlo del sobre y tiró lo demás a la basura. Suspirando volvió a la sala en silencio y justo cuando iba a sentarse otra vez, el timbre sonó.

Sonrió un poco sabiendo quien sería, sin problema alguno y olvidándose de que le habían interrumpido su cena fue a abrir la puerta. La sonrisa en el rostro de su vecina siempre le traía un poco de alegría a su estúpida vida.

—Hola cara de ogro.—El pequeño cuerpo se abrazó a ella riéndose y Lauren le devolvió el gesto.

—¿Qué haces a estas horas aquí, Ally?—Dijo cerrando la puerta.—Deberías estar durmiendo. Los bebés duermen a estas horas.

—Muy graciosa.—Dijo seriamente sentándose en el sillón de Lauren mientras comenzaba a armarse un sándwich bajo la mirada de la oji verde.—Te vi llegar hace un rato y vine a saber de donde venías.

—Esos eran mis panes.—Lauren bufó yendo a la cocina para buscar más panes y aprovechar el llevar algo para tomar también.—Y no necesito que me controles.—Agregó cuando llegó a la sala otra vez, se sentó al lado de Ally y encendió la televisión.

—No te estoy controlando, solamente quería saber.—La miró mientras masticaba su sándwich.—Nunca llegas tan tarde.

—Fui a la casa de una compañera porque me está ayudando con un trabajo de matemática y se nos hizo tarde.—Dijo antes de darle un gran mordisco a su sándwich.

Ally era la única persona a quién había dejado entrar en su vida. Lauren sabía que muchas veces era desagradecida con ella, que no era una amiga perfecta, que era una persona total y completamente diferente a la rubia de baja estatura, que muchas veces era una idiota y la trataba mal, que no era educada y simplemente no podía abrirse con ella en ciertas ocasiones. Lauren seguía siendo una persona muy reservada con todos y en todo sentido, incluso con Ally muchas veces. Pero si algo tenía claro es que ella podía ser la persona más idiota del mundo pero su pequeña amiga siempre estaría para ella.

Y era cierto, a Ally no le importaba que tan mal la trataba Lauren a veces, que tan egoísta, mal hablada y ordinaria podía ser porque Ally sabía que Lauren no era realmente esa persona. Lauren sobre todas las cosas era una persona maravillosa, era buena, era alguien interesante y aunque conociera muy poco de ella en tres años siempre había estado a su lado, de alguna manera, siempre era su compañía. También tenía claro que aunque la oji verde no se lo dijera, la apreciaba y le hacía bien saber que alguien estaba para ella.

—¿Ahora sociabilizas con tus compañeros?—Ally se rió, pero Lauren no.—¿Quién es?

—No la conoces, ¿para qué preguntas?— Ally suspiró apoyando en su cabeza en el hombro de Lauren que comía mientras veía la televisión.

—En la tarde él vino y entró aquí.—Murmuró luego de un rato en silencio.

—Solo dejó el dinero.—La voz de Lauren fue dura.

—¿Te dejó una nota también?

—Como siempre y la tiré.—Ally no dijo nada por algunos minutos. No entendía porqué Lauren hacía eso. Solo era una nota y no le costaba nada leerla en lugar de simplemente tirarla.

—¿Por qué no intentas al menos… saber lo que él quiere decirte o…?

—Porque si quiere decirme algo que me lo diga en la cara. Yo no necesito ninguna puta nota de él, Ally. Ya te lo dije.—Se levantó enojada del sillón y recogió todo de la mesita sin ganas y sin cuidado.

—Si nunca te preocupas por al menos responder algunos de sus mensajes no entiendo como quieres que se acerque a hablar contigo, menos cuando las veces que lo intentó lo echaste de aquí como si fuera…—Lauren le interrumpió.

—¡Cierta tu boca!—Gritó viéndola con sus ojos llenos de lágrimas.—Él no es mi padre, un padre no hace lo que él hizo, no quiero saber nada de ese tipo y déjame en paz.—Dijo dándose la vuelta para tomar los guantes de boxeo que tenía colgado en la pared.

En medio de su sala había puesto una bolsa de boxeo llena de arena. Había pagado bastante por ella pero valía la pena. Era una de sus cosas favoritas en el mundo. Rápidamente y de una manera hábil se puso vendas blancas y luego los guantes rojos comenzando a pegarle duro a la bolsa, con fuerza, tanto que el ruido sonaba en toda la casa. Ni siquiera de había preocupado por sacarse la ropa del día por otra más vieja. Eso pasaba cada vez que se enojaba y Ally lo sabía. Así que simplemente salió de la casa en silencio.

Ally muchas veces podía ser insistente, pero  lo era porque deseaba ver bien a Lauren y ella se negaba a querer recibir ayuda de alguien más. Solo a veces la dejaba darle ayuda, solo a veces podía hablar con Lauren de algo que no la enojara porque a la oji verde todo la enojaba. Era alguien que estaba tan lastimado que hasta la más mínima cosa le hacía daño, aunque lo cubría muy bien con esa faceta de chica seria, ruda y fuerte, Ally sabía que no era así. Y la quería igual, así de loca, gruñona, odiosa y seria la quería porque era su amiga.

Al cerrar la puerta todavía se escuchaban los golpes de Lauren. Eran tan firmes, tan secos que podía sentir sus músculos moverse y tensarse por la fuerza de los golpes. Tenía la mandíbula apretada, el ceño fruncido y su cuerpo sudando. Su respiración era agitada, entrecortada y podía sentir su corazón golpear fuertemente contra su pecho.

Había pasado media hora desde que estaba allí golpeando la bolsa de boxeo, sus músculos estaban cansados y dolían, pero necesitaba estar total y completamente agotada para poder dormir en paz luego de bañarse. Era la única forma de descansar una noche entera sin nada que ocupara su mente, porque cuando estaba muy cansada en lo único que pensaba era en dormir y lograba  dormir luego de un rato.

Su pecho dolía por la manera en la que estaba respirando y se sacó los guantes, después las vendas mientras recuperaba el aliento y se daba cuenta de que Ally se había ido y ni siquiera se había dado cuenta. Sentía caer las gotas de sudor por su frente cayendo por su nariz, sus mejillas terminando en su barbilla. Sintió también una lágrima deslizarse junto a la transpiración y se limpió rápidamente yendo al baño para darse una ducha y finalmente poder meterse a la cama a dormir, o eso creía que podría hacer.

Plenitud {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora