capítulo 10

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—¡Señorita Linares!.

Me alejé  de Eric al instante de escuchar esa voz enojada gritar mi nombre.

— Creo que  debería de recordar que está en horario laboral.—  Masculló fulminandonos con la mirada.

Mi cuerpo estaba estático, no se movía, tal vez fuera el rostro enojado de Bruno lo que provocaba esto o el hecho de saber que mi jefe me acababa de ver en acciones no muy decentes.

Okay, la segunda opción no me importaba realmente.

— Se.— Aclaré mi garganta.—  Señor yo.—  Intenté explicarme pero el me interrumpió.

Su mirada estaba fija en mí, me observaba como si fuera el ser más despreciable del universo.

—  Su vida personal no me interesa en lo absoluto, sólo espero que respete su horario de trabajo o de lo contrario...

— ¿ Quién te creés para amenazarla?.— Lo interrumpió Eric.

Dio mio.— La voz de Bruno tomó cierto tono de burla.— Es mi oficina.— Arrastró las últimas palabras, una sonrisa cínica se dibujo en su rostro al decir las segueibt mi oficina, osea que aquí el que sobra eres tu, primito.

— Eres un invesir.— Respondió Eric con los dientes apretados.

—  Y tú un pela fustán al cual su ...

— ¡ Basta!.— Ambos me observaron como si acabara de hacer una osadía imperdonable. — ¡Los dos¡.— Los señalé alterada.

¿ Qué demonios pretendía Bruno?, a caso pensaba decirle de mi error a Eric.

Pasé las manos por mi cabello,estaba nerviosa, asustada y por si fuera poco evitando que esos dos se entrarán a golpes.

—  ¿ Qué ibas a decir?.— preguntó Eric mirando a Bruno con rabia.

Miré a Bruno y esté sonrió de forma malévola, sabía que le estaba suplicando con la mirada *por favor no lo digas*.

—  Señorita Linares.— Se dirigía a mi pero su mirada estaba fija en Eric. —  Le podría decir a su novio que se retiré de mi oficina.— Dicho aquello nos la espalda para entrar a su oficina.

— Lo siento.— Dijo Eric una vez Bruno había desaparecido de nuestra vista.



— Está bien.— Trate de esbozar una sonrisa. —  Ahora mejor vete antes que me despidan.—  Él asintió dejándome sola.



El resto del día paso sin más eventualidades, Bruno paso la tarde completa en su oficina y sólo teníamos trato laboral, sí, esa es la actitud.


Estaba recogiendo mis cosas ya era hora de salida, la puerta de mi oficina fue abierta y detrás de ella aparecio Nalia.

—¿Nos vamos?.—  Preguntó desde la puerta.

— Sí, dame un...

— Siento decirle que eso no sera posible, Srta Linares.


Me giré para ver a Bruno estaba, recostado sobre la puerta de su oficina con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón;   ¿Qué diablos le pasaba ahora?, quería matarme trabajando no le era suficiente con tenerme en una maldita encrucijada, ahora también me iba a explotar laboralmente.

—  Aún tenemos muchos asuntos que resolver y la necesito aquí.— Masculló señalando la oficina.

Nalia me dio un fuerte abrazo y se despidió de mi, yo la miré con tristeza teníamos planeado ir al cine juntas y ahora gracias a Bruno no iré, un punto más para él, lo odiaba.

AMORES QUE MATAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora