capítulo 4

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Maldición era Eric.

—¿Fara, estás ahí?.— volvió a llamar.


— eh.— Me obligué a responder. — Sí... Salgo en un momento.— Masculle para que  me escuchará.


Termine de arreglarme, Bruno estaba detrás de mi, sentí sus manos posarse en mi cintura. Lo aparté de un empujón, pero el volvió a atraerme hacia él.

Posó sus labios en mi oído y susurró.— Que tal si salimos los dos a recibir a mi primito.


Sentí el aire escapar de mis plumones al escucharlo, me separé de él, giré para quedar justo en frente de él.

— Yo voy a salir.— Lo señalé con el dedo índice. —  Y Tú te vas a quedar aquí... ¿Entendido?.


Me dirigí hacia la puerta, pasé las manos por mi vestido, abrí la puerta no sin antes cerciorarme de que Bruno no estuviera a la vista.

— Valla, creía que te había pasado algo ahí dentro.— Dijo Eric una vez me vio.


— El vino.— Desvié la mirada. —  eh, me sento mal.... ¿Nos vamos?.






Eric asintió, me tomó del brazo y nos dirigimos por él pasillo hacia la salida, no miré hacia atrás pero podría jurar que sentía la mirada de Bruno en mi espalda.

Durante el camino a casa no dije palabra, estaba demasiada ocupada en mis pensamientos.
En pensar en el grandísimo error qué acababa de cometer, un error qué estaba segura pagaría muy caro.

Me sentía sucia, asquerosa, ¿ dónde estaban mis valores?, mi moral,¿ en dónde carajo quedo aquella Fara ordenada, respetuosa, incapaz de decir mentira?.

Había tenido sexo en el baño de un hotel con un desconocido, porque eso era Bruno un desconocido muy idiota, es inexplicable la sensaciones que ese hombre provocaba en mí, eran tan fuertes que me hicieron olvidarme de quien era...

Llegamos a mi apartamento, invite a Eric a pasar pero este se nego. Y la verdad se lo agradecí interiormente.



— Entonces... almorzamos mañana.— Masculló mientras abría la puerta de mi departamento.


— Eric yo...


— No acepto un no como respuesta.— dijo interrumpiendo mis palabras. Pretendía negarme pero algo en su mirada me hizo entender que no bromeaba con sus palabras.


— Está bien.— dije resignada, él no aceptaría una negativa, eso estaba claro.

Se acercó a mi, no hacía falta que lo dijiera me iba a besar, pero yo no lo podría permitir, no después de lo que hice con... Con él. Giré mi cabeza para que el beso fuera en mi mejilla.

Sí, no hace falta que lo digan, soy un asco de persona.


Abrí el grifo del agua, necesitaba bañarme, quitarme las caricias de Bruno de mi piel, su olor, su esencia, todo él estaba impregnado en mi piel. Los recuerdos de hace unas horas pasaban delante de mí, quemando cada parte de mi.

Deje que el agua se colorá en todo mi cuerpo, como si fuera una segunda piel, lave mi cuerpo durante minutos, quería sentirme yo, otra vez.

Después de durar casi una hora en el baño decidí salir, me coloqué mi pijama, recoste mi cabeza en la almohada y minutos después caí en brazos de Morfeo.


Dediqué toda la mañana a limpiar, necesitaba tener mi mente ocupada, consulte  mi móvil para ver la hora.

11:15 a.m, Eric llegaría dentro de poco, mejor me arreglaba ya o de lo contrario el tiempo no me daría.

Era un almuerzo convencional así que me decidí por unos jechaqueta blusa negra y para completar una chaqueta que llegaba hasta mi codo. Hice una coleta con mi pelo.

Escuché el timbre, tomé mi bolso, revise que todo estuviera, celular, dinero, algo de maquillaje, sí, todo estaba.




Abrí la puerta Encontrándome con una hermoso ramo de rosas rojas, mis favoritas. Suspire al verlas, eran mi delirio.


— No tenías que molestarte.— Masculle  mientras tomaba el enorme ramo de rosas para colocarlo en la sala.



— Eso es nada en comparación con lo quetutú mereces.— Susurró antes de acercarse a darme un cálido y dulce  beso en los labios.


Llegamos al restaurante, estaba en el centro de la ciudad, uno de los más caros. Lo sabía porque era obvio, yo nunca había estado en uno así, creó que mi sueldo no daría para pagar un bocadillo de esté y eso que mi sueldo era bastante jugoso en comparación con el de otras secretarias.


A los minutos llegó una mesera por nuestra orden, minutos después regreso con nuestras respectivas comidas.


Tenía miles de interrogantes en mi cabeza, sí, es posible que sea un poco masoquista por querer saber de alguien como Bruno. Pero a la vez era inevitable, de esas cosas que no puedes controlar.

Para ser sinceros la única persona que podría darme cierta información estaba sentado justo en frente de mi, Eric, creo que en este caso aplicaría uno de los alagios de mi madre pasar de "Víctima a Victimario".



— Eric.— Lo llamé. — ¿ cómo es tu relación con Bruno?.


Bien, estúpida no podías haber preguntado algo menos estúpido.


Eric dejó el tenedor sobre su el plato y posó sus hermosos ojos en mí.
Me revisó con la mirada, a veces odiaba el hecho de ser tan directa. Quizá si hibiera preguntado algo más simple...


—¿ y esa pregunta?.— Achicó los ojos al mirarme, su voz parecía neutra, sin ninguna emoción.

— Yo, eh, es que quería...— Suspire alivianando el peso de su mirada. — Sabes qué, olvidalo yo no soy nadie para querer saber de tú vida.— Masculle ésta vez en tono ofendido.
Perdón pero aveces el fin justifica los medios.

— No.— Acercó su mano a la mía, posicionándola encima de ésta. — Fara, no me mal intérpretes, es sólo que la pregunta se escuchó extraña... Mi relación con Bruno es distante, digamos que no nos llevamos como primos normales.


No pude obviar su expresión al hablar de él, su mirada cambió a una sombría. Podría jurar qué había cierto rencor en su mirada, odio quizás.

—¿y eso porqué?.— Pregunté curiosa.


— Su actitud ante la vida no es algo con lo que yo esté de acuerdo.— Su rostro se endureció. —  Su vida se trata básicamente de sexo, alcohol y de manipular a mi tío a su antojo...— Sus manos estaban convertidas en puño, lo observé en silencio. — Mi tío creé estar en deuda con él y Bruno púes usa eso para manipularlo... Digamos que él es su talón de Aquiles.



Las palabras de Eric sólo hicieron confirmar mi idea de quién era Bruno Prieto... Un mentiroso, sinvergüenza, una persona que no sabe lo que es trabajar, luchar por vivir, por comer, por ser alguien en la vida.
Bruno Prieto en definitiva era el prototipo de hombres que mujeres como yo... Odiamos.



AMORES QUE MATAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora