Era mi último año de secundaria, iba muy nerviosa a la escuela, era el primer día, lo que significa, nuevos amigos, compañeros, maestros, materias...
Cuando entré al salón de clases lo primero que vi fue que no estaba mi mejor amiga, Karol. Teníamos desde el ciclo pasado sin vernos, ya que nos fuimos de vacaciones a lugares distintos y al parecer ella aún no llega.
Puse mi mochila a mi lado para guardarle su asiento y evitar que alguien desconocido se sentara conmigo.
Eché un vistazo por todo el salón y no lo vi, quizá este año no estaría en el Colegio. Me sentí algo extraña al pensar que ya no lo vería más, un escalofrío me recorrió el cuerpo al imaginarlo, cuando de pronto el timbre sonó y mis pensamientos se fueron.
Entró el profesor Matías, se presentó e hizo que todos lo hiciéramos también. El último en presentarse fue el alumno nuevo que al parecer ya tenía un club de admiradoras, era el típico chico con una hermosa sonrisa, una cabellera café, alto y sin el uniforme del colegio, en lugar de eso traía unos jeans ajustados, unos tenis Jordan y una camiseta con el número 23.
-Mi nombre es Leo García-dijo el nuevo cuando tocaron la puerta.
-¿Puedo pasar?- dijo el chico que creí que ya no vendría al profesor.
Sentí alivio, emoción y nervios, cómo era posible que con solo su presencia fuera capas de provocarme tantos sentimientos, era algo que jamás me había explicado. Quería que se sentara junto a mí pero 1.- Karol se enojaría muchísimo al ver que no le guarde su lugar y 2.- me daría mucha pena pedirle que se sentara conmigo.
-Me estás interrumpiendo- respondió Leo con un tono molesto.
Ambos se observaron fijamente con miradas retadoras.
-Le he hablado al profesor, no a ti- dijo Carlos en tono de burla.
-Uhhh- se escuchó al unisono por todo el salón.
-No quiero comenzar mal el ciclo- dijo el profe- guarden silencio, y tú, Carlos siéntate con Lya- añadió.
No reaccioné cuando dio la indicación, fue hasta que vi que venía hacia mí, sentí que un calor invadía mi cara y sabía que me había sonrojado. Al darme cuenta, me volteé tapándome la cara para que no me viera.
-No hay necesidad de que te cubras, no es la primera vez que te sonrojas al verme.
Me puse aún más roja y no sabía que decir, me sentía tensa y todas las miradas estaban sobre nosotros.
-No fue por ti...
-¿Puedo terminar?- me interrumpió Leo con voz fuerte.
-Nadie te está tapando la boca- contestamos Carlos y yo al mismo tiempo.
Nos miramos y soltamos una carcajada.
La mirada del maestro nos dio a entender que nos calláramos o habría consecuencias. Así transcurrieron las primeras tres horas mientras hablábamos sobre lo que hicimos en nuestras vacaciones, era la primera vez que teníamos una conversación, una de verdad.
Sonó el timbre para salir al receso.
-Buena suerte en el juego- le dije.
-Pero no me vas a terminar de contar lo que hiciste en Madrid- me dijo con interés.
-Oh si es que yo creí que ya te había aburrido.
Bajamos a comprar nuestro almuerzo, yo pedí una torta de panela y un jugo de naranja, él pidió una hamburguesa doble con queso y papas y un refresco de manzana.
-¿Cuál es tu chocolate favorito?- dijo Carlos.
-El de almendras- contesté sin pensarlo.
Nos fuimos a sentar a una mesa que está frente a la cancha de básquet, terminé de contarle mi historia sobre la Puerta del Sol y lo increíble que era todo Madrid, pero notaba que estaba totalmente distraído, su mirada estaba fija en la cancha.
-Y después vi al unicornio que salió volando- dije alzando un poco la voz.
-Ay que bien juega ese intento de Cameron Dallas- dijo reprochándose.
-¿Quién?
-Que el unicornio ¿qué?- preguntó.
-Ya vez no me estás haciendo caso, y ¿quién es el intento de Cameron?
-Pues ese León, Leonardo cómo se llame.
-Se llama Leo- afirmé.
-Pero que bien te sabes su nombre.
-Todo el mundo lo sabe es el único nuevo de nuestro salón.
No sé si era mi idea pero parecía estar molesto de que Leo jugara también, quizá eran celos, o miedo de que le quitaran su puesto del mejor jugador del Colegio.
-No te enojes- hizo un pausa- me dijeron que este es tu chocolate favorito- sacó de su bolsa un chocolate de almendras y me lo dio haciendo una cara pícara.
No pude evitar sonreír, lo tomé y cuando me lo terminé de comer y sin que él se diera cuenta guarde la envoltura en mi bolsa.
ESTÁS LEYENDO
Sueño contigo
Teen FictionLya y Carlos son amigos desde hace cuatro años , pero ella comienza a soñar con él de una manera diferente y no encuentra la forma de decirle lo que ocurre, cree que quizá los dos pudieran tener los mismos sueños, ya que en ellos hay pistas de su fu...