Capítulo 4 ▶ Combo agridulce

37.7K 3.9K 1.6K
                                    

A excepción de cuando llegaban de visita nuestros familiares de Newark, o en algunas otras pocas ocasiones, mamá y yo solíamos cenar solas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A excepción de cuando llegaban de visita nuestros familiares de Newark, o en algunas otras pocas ocasiones, mamá y yo solíamos cenar solas.

Nuestra mesa tenía espacio para cuatro personas en total, lo que nos dejaba las mismas dos sillas vacías todo el tiempo. Pero no esta noche. Esta noche solo había una vacía, Nick estaba ocupando la otra.

Llegó con los materiales para que trabajáramos cuando nosotras acabábamos de sentarnos a la mesa, así que lo invitamos a unírsenos.

Fui la última en terminarme mis espaguetis, pero no porque tuvieran mal sabor. Me gustaba comer despacio, con mucha calma. La gente solía desesperarse por ello, pero ni mi madre ni Nick habían dicho nada al respecto hoy.

Mamá sonrió amplio y juntó las manos al frente mientras su mirada iba de Nick a mí y viceversa.

—Pueden hacer el trabajo en la sala de estar —indicó luego de comprobar la hora en su reloj de pulsera—. Procuren terminar temprano, chicos, no queremos que los padres de Nick se preocupen. ¿De acuerdo?

Nick murmuró algo entre dientes que no entendí, pero luego asintió con una sonrisa de conformidad.

Mamá dijo que recogería la mesa, así que Nick y yo nos trasladamos a la sala de estar, donde se encontraban las cosas que él había comprado para que comenzáramos con las decoraciones.

Imprimí las plantillas para los copos de nieve y encontré un par de tijeras mientras Nick movía la mesita de centro para que trabajáramos en el suelo.

—Creo que no soy muy bueno con las manualidades —murmuró más tarde mientras observaba el dibujo deforme que supuestamente había calcado sobre el cartón.

Me rasqué la nuca y chasqueé la lengua.

—Decir que no eres muy bueno es hacerte un cumplido, Nick. En realidad, apestas en esto de las manualidades. Eres una vergüenza.

Él se rio.

—No seas ruda, herirás los sentimientos de mi pobre copo de nieve.

—¿Esa cosa espantorrible es un copo de nieve?

—¿Espantorrible?

—Espantosamente horrible —le sonreí y él me lanzó una bolsita de purpurina blanca que aterrizó en el suelo.

—Malvada.

Suspiré, dejando de reír.

—Vale, Reeve, creo que vamos a hacer las cosas de otro modo. Yo dibujo los patrones en el cartón y tú los recortas... —Entrecerré los ojos—. ¿Sí sabes recortar o deben regresarte al jardín de niños?

—Ja, ja, qué chistosa. —Rodó los ojos y tomó unas tijeras—. Entonces tú dibujas y yo recorto. Ya está.

Le pasé el copo de nieve que acababa de trazar y tomé otro cartón para hacer el siguiente.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora