Capítulo 19 ▶ La tercera guerra mundial

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Durante las semanas que siguieron al concierto, el clima gélido del invierno comenzó a ceder, dándole paso lentamente a la primavera

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Durante las semanas que siguieron al concierto, el clima gélido del invierno comenzó a ceder, dándole paso lentamente a la primavera. La nieve empezó a derretirse, dejando charcos por todos lados, y la temperatura ambiental se tornó lo suficiente agradable como para salir a la calle llevando solo un suéter ligero encima. El cielo, por lo general, se mantenía algo nublado; de vez en cuando las lloviznas nos sorprendían y en ciertos días, cuando la brisa calmada pasaba a ser una ventisca, llevar el cabello suelto resultaba toda una hazaña (razón por la que ahora cargaba conmigo a todos lados una goma para el pelo, odiaba la sensación de mis cabellos dándome lo que se sentían como latigazos en la cara).

Mi cumpleaños número dieciocho sería pronto, pero aquello no me entusiasmaba tanto como el hecho de que faltaba apenas un poco más de dos meses para la llegada de las esperadas vacaciones de verano. Lo que era más importante, faltaba ese mismo tiempo para que por fin pudiera emprender el viaje en busca de mi padre.

En Hawking, todo iba lo más cercano a "normal" que se podía considerar. Algunas cosas habían cambiado y otras habían vuelto a ser lo que eran antes de Navidad.

Evan no había vuelto a hablarme después de que huyera de él en San Valentín y, para ser honesta, no extrañaba tenerlo rondando a mi alrededor. Éramos mejores siendo simplemente exnovios y no esa especie de amigos incómodos o lo que sea que fuese eso en lo que él trató de convertirnos.

Neill Lancaster, por otro lado, tampoco me había hablado desde la vez que exploté contra él porque estaba demasiado fastidiada del acoso que me brindaban entre él y Evan, pero me di cuenta (al igual que la mayoría) que había algo diferente en él. Se le notaba más pensativo y juicioso, a veces distraído, y había dejado de pavonearse por todo Hawking con su sonrisita petulante. Todavía se sentaba a comer en el almuerzo con el grupito de populares y su mejor amigo, Frank Stuart, pero ahora no era solo este último el que parecía fastidiado por la atención que recibía.

Una minúscula parte de mí creyó por un segundo que tal vez yo tenía algo que ver en ese cambio. Que mis palabras desesperadas, enfadadas y demasiado honestas como para no resultar también algo crueles habían ejercido una diferencia en Neill, en su modo de ver las cosas. Pero deseché la idea tan pronto como surgió. No iba a darme tanto crédito, yo no era el centro del universo y lo que sea que ocurría con Neill Lancaster podría tratarse de que su vida sencillamente no era tan perfecta como se había esforzado en hacerle creer a todo el mundo. Nadie tenía una vida de esas. Quizá él estaba teniendo problemas en casa o lo habían rechazado en las universidades a las que había aplicado. Para alguien tan interesado en sobresalir del resto como era él, que se esforzaba por mantener el puesto de mejor estudiante, ese podía ser un golpe duro. Quizás se trataba de algo como eso.

—¿Sabes cuál es la mejor parte de ir a la universidad?

Miré a Gwen, sorbiendo de mi Capri Sun de naranja. Su cabello rubio platinado estaba recogido en un moño de aspecto desarreglado que le lucía fantástico, como todos los peinados que se hacía. Fruncía el ceño, muy concentrada, y pasaba la pequeña brocha con esmalte negro sobre cada una de las uñas de su mano izquierda. Me encogí de hombros a pesar de que ella no miraba en mi dirección.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora