Capítulo 37 ▶ De noticias fantastillosas, cazadoras de vestidos y...

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Estar en el mismo lugar que mi mamá, en los últimos días, era como ser un par de globos flotando en una habitación llena de alfileres

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Estar en el mismo lugar que mi mamá, en los últimos días, era como ser un par de globos flotando en una habitación llena de alfileres. Supongo que las dos nos dábamos cuenta de ello, pero hablarlo no se sentía como una opción. Al menos no por el momento.

Apuré el último trozo de sándwich que quedaba en mi plato y me bebí de un trago el jugo de manzana antes de ponerme de pie para llevar los trastes sucios al fregadero. Era sábado, sabía que ella se marcharía al trabajo en un rato más, era solo que el tiempo parecía ir más lento de lo normal con toda la incomodidad que había entre nosotras.

—Saskia, espera... —la oí llamarme cuando me escabullía hacia la seguridad de mi dormitorio.

Reuní toda mi voluntad para girar sobre mis pies y encararla.

Noté dos cosas: ella apenas si había dado una mordida o dos su sándwich y sus ojos, a los que no me había atrevido a mirar hasta ahora, se encontraban algo abultados. Como si hubiese estado llorando.

Se me puso un nudo en la garganta y sentí mis propios ojos humedecerse, así que parpadeé y miré hacia el techo para no dejar caer lágrimas.

—¿Sí? —dije, en cambio.

Mamá sorbió la nariz y bajó la mirada a su plato.

—Tus abuelos vendrán a pasar unos días, quieren ir a tu graduación.

—Bueno —asentí.

Supuse que tener a los abuelos en casa no podía ser algo malo.

—Y tú... —se aclaró la garganta—. Eh, tú... ¿Piensas ir al baile después de eso? No me has dicho nada.

—Iré —le confirmé.

Darle respuestas que incluyeran más de una palabra me costaba debido al bulto que obstruía mi garganta. Mamá y yo caminábamos sobre una fina capa de hielo que en algún momento se iba a romper, pero la parte terca y dolida en mí quería retrasarlo todo lo posible.

Una sonrisa tembló en sus labios.

—Estupendo. ¿Quieres que vayamos a ver a la modista o...?

Me mordí mi labio inferior un instante y la interrumpí.

—De hecho, quedé de ver a Gwen en un rato. Iremos a ver vestidos al centro comercial...

Mamá se relamió y asintió.

—Vale.

Ninguna dijo nada más, así que entré en mi habitación y traté de no abrumarme con mis sentimientos. Busqué en mi armario ropa para cambiarme el pijama. Terminé poniéndome mi camiseta negra de The Rolling Stone, shorts de mezclilla y tenis de lona.

Mientras me cepillaba el cabello, escuché que mamá se iba a trabajar.

Solté un suspiro y sacudí la cabeza.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora