Capítulo 17 ▶ Sífinitivamente

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Tras poco menos de una semana trabajando con Nick en la tienda de los Donelly, la ciudad tuvo un receso de toda actividad que implicara salir de casa debido a una fuerte tormenta de nieve que se desató a finales de enero y nos mantuvo encerrados p...

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Tras poco menos de una semana trabajando con Nick en la tienda de los Donelly, la ciudad tuvo un receso de toda actividad que implicara salir de casa debido a una fuerte tormenta de nieve que se desató a finales de enero y nos mantuvo encerrados por unos buenos cuatro días.

El domingo las cosas comenzaron a mejorar, y el lunes el hombre del noticiario matinal anunció que ya no había ningún riesgo en reanudar nuestras actividades diarias. Las máquinas barredoras de nieve comenzaron a despejar las calles, y mamá y yo pasamos el día limpiando la entrada de la casa. Esperaba que ella no volviera a pescar un resfriado.

Después de dos días libres de escuela (viernes y lunes) y cuatro de no ir a la tienda de los Donelly, volví a Hawking el martes, cuando la nieve comenzaba a ablandarse sobre las aceras y tejados, que goteaban agua helada.

Me despedí de mamá en la puerta de la casa, saludé a los Stafford, que se marchaban en su auto, y esperé menos de cinco minutos la llegada del autobús.

Cuando subí, me senté junto a una chica de cabello marrón amarillento metido dentro de una gorra de béisbol. Lloré en silencio porque prefería sentarme junto a la ventana, pero, tomando en cuenta lo que había ocurrido las últimas veces, este era el mejor método para evitar a Evan de manera discreta.

Exhalando con tristeza, saqué mi reproductor musical de la bolsita delantera de mi mochila. Me puse los audífonos y el modo aleatorio seleccionó una canción de mi repertorio que comenzó a reproducirse.

Como en los últimos días, Evan subió poco después y yo fingí que estaba muy distraída escuchando música (una canción de Rogue's Patrol) como para notarlo. No pretendía tratarlo mal, el problema era que si lo trataba bien él comenzaba a malinterpretar las cosas. La semana pasada me había rendido, le dije a Gwen "Al demonio todo. Estoy harta, seré madura, dejaré de ignorarlo. ¿Qué tan malo puede ser hacerte amiga de tu ex?". Lo intenté, de verdad que lo hice, por dos días respondí educadamente a sus saludos, le seguí la conversación e incluso le sonreí un poco (aunque me seguí negando a sus regalillos tontos y cambié de tema tan pronto como él empezaba con sus palabras cursis y fuera de lugar). ¿Y qué gané con todo eso? Que el jueves, cuando salía de la clase de deportes, se sintiera con la libertad de pegarse a mí como una lapa y seguirme a todos lados.

Nick y yo comenzamos a ir a una cafetería cercana a la tienda de los Donelly, donde comíamos un refrigerio antes de ir a trabajar. Pues Evan se nos pegó ese día y no fue nada agradable, el único que habló todo el rato fue él. Y luego nos siguió hasta la esquina donde se ubicaba la tienda de comestibles de los Donelly. Nos miró, expectante, con una amplia sonrisa.

—Pues te dejamos aquí, ¿no? —me dijo, y le envió una mirada significativa a Nick.

—Ajá, ya puedes irte —respondí.

Evan se balanceó sobre sus pies.

—Sí, ya nos vamos... —indicó, mirando ansiosamente al pelinegro.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora