Capítulo 14 ▶ De helados y ojos morados

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Mi primer día de regreso a clases transcurría con toda la normalidad que podía esperar

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Mi primer día de regreso a clases transcurría con toda la normalidad que podía esperar. Gwen se encontraba anonada de verme riendo con Nick como si nada hubiese pasado (la muy maldita realmente no creía toda la basura de "será todo normal, ya verás" que me había dicho solo para dejarme tranquila).

En el almuerzo ocupamos una mesa y, además de Nick y Tanner, se nos unió Betty, la nueva novia del pecoso y pelirrojo mejor amigo de Nick. Betty era agradable y constituía una mayor fuente de conversación que Gwen, quien casi tenía la nariz metida en la pantalla de su teléfono mientras sus dedos se movían a toda velocidad. Ahora, eso sí que era normalidad. Excepto que en la actualidad sabíamos que el chico que le respondía los mensajes no era otro que Frank Stuart, quien se encontraba al otro lado de la cafetería, en la mesa de los populares, con su mejor amigo Neill Lancaster.

Cuando Betty y yo no hallamos otro tema para seguir hablando, nos unimos a la discusión de cómics que sostenían Nick y Tanner. Ella parecía más conocedora que yo, que difícilmente reconocería cuál superhéroe pertenecía a Marvel y cuál a DC, pero eso no impidió que me divirtiera al discutir con ellos al respecto.

—¡En serio, no puedo soportarlo, alguien préstele unos cómics a esta chica! —dijo Tanner indignado mientras negaba con la cabeza.

Le di una mirada envenenada.

—Yo me encargo, yo me encargo —prometió Nick, haciendo gestos para que yo no replicara—. Te prestaré unos después, compañera. ¿Qué te parece?

Todavía con mis ojos en Tanner, le respondí:

—Opino que el hijo perdido de los Weasley va a tragarse sus palabras muy pronto.

—¡Uh! Hijo perdido de los Weasley, esa fue buena.

Nick estiró su mano para chocar los cinco conmigo.

—Traidor —le escupió Tanner, Betty se reía por lo bajo a su lado—. Y al menos no soy un muggle, para que sepas.

—¡Pues claro! —repliqué con entusiasmo—. Eres un pequeño y odioso squib, igual que Argus Filch.

Entre risas y miradas asesinas (principalmente por cortesía de Tanner y mía), la campana sonó y todos echamos a andar a nuestras clases sin más demora.

Gwen y yo tuvimos dos largas y tediosas horas de Química con la profesora Kincannon. Por mucho esa era mi materia menos favorita, siempre tenía que repasar mis apuntes más veces de las que era saludable para mi cerebro, de forma que pudiera conseguir aprobar.

Cuando la campana por fin sonó, el ruido de sillas arrastrándose me reanimó. Recogí mis cosas y me eché la mochila al hombro, feliz porque mi siguiente clase era Literatura con el señor McMahon.

Gwen y yo llegamos a nuestros casilleros abriéndonos paso entre la marea de ruidosos estudiantes que discurrían por los pasillos.

—Debo ir al baño, te veo en el salón —indicó mi amiga mientras metía a las prisas su libro de Literatura en su mochila.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora