Capítulo 24 ▶ La terrible enfermedad de Saskia

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Cuando lo vi allí parado con su mejor amigo, devolviéndonos la mirada, me sentí sumamente idiota

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Cuando lo vi allí parado con su mejor amigo, devolviéndonos la mirada, me sentí sumamente idiota. Debí haber sabido antes que era él, ¿cómo no lo imaginé?

Los pequeños detalles conectaron entonces y muchas cosas cobraron sentido, como el hecho de que el padre de Nick se me hiciera conocido. Ya recordaba dónde lo había visto: el hombre había salido un par de veces en el noticiario. Era el famoso congresista Larkin Lancaster. Lancaster... como Neill.

De pronto me pareció muy razonable que, de buenas a primeras, Neill hubiese intentado ser mi amigo. Nunca se trató de que en realidad él quisiera mi amistad, ni mucho menos era que estuviera experimentando delirios de protagonista de película adolescente cliché. Neill solo quería fastidiar a Nick.

Nick, quien ya había dejado claro que Neill no era santo de su devoción, y ahora se encontraba muy tenso a mi lado.

Sentí la necesidad apremiante de llenar el silencio que se había producido en los últimos segundos, pero tenía la garganta seca y, para ser honesta, no sabía qué decir.

Compartí una mirada con Frank, el novio de mi mejor amiga. Él esbozó una mueca mientras retiraba un mechón de su largo cabello azabache detrás de su oreja. Parecía tan incómodo como yo me sentía.

Mis ojos regresaron a Neill, y por una milésima de segundo él me sostuvo la mirada. Solo eso. Un breve contacto en el que me pareció descubrir un atisbo de amargura centelleando en sus ojos. Luego él apartó la mirada, se aclaró la garganta, muy serio, y se dirigió a Frank diciendo:

—Vamos.

No pronunció nada más. Se apresuró escaleras arriba, desapareciendo de nuestra vista. Frank levantó una mano y sonrió apenado antes de seguirlo.

El ama de llaves también se retiró, dejándonos a Nick y a mí solos en el pasillo. Con lentitud me giré hacia mi amigo, vislumbrando la fiereza de sus gestos. Tenía una mirada amarga y la mandíbula tan tensa que pensé que se le podía dislocar en cualquier instante. Tragué saliva con dificultad y guardé silencio, porque todavía no se me ocurría nada inteligente para decir.

Nick desvió su mirada y enterró una mano en su cabellera con frustración antes de dejarla caer a un lado.

—Bueno, ahora lo sabes —dijo con pesadumbre, acabando con el silencio—. Neill es mi hermano... medio hermano, lo que sea.

Parpadeé y asentí muy lento.

—El que te dejó un ojo morado.

Evidentemente no fue lo mejor que pude haber dicho. Nick apretó los labios y asintió de mala gana.

—Quería que te dejara de molestar —admitió sin mirarme a los ojos, con las orejas encendidas—. Le reclamé, discutimos y lo empujé... entonces él me dio un puñetazo y nuestro padre nos interrumpió antes de que yo pudiera devolvérselo.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora