Capítulo 16 ▶ El repartidor estrella de los Donelly

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Envuelta en un cobertor, como si fuera una especie de burrito gigante, me encontraba sentada en la sala de estar de mi casa

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Envuelta en un cobertor, como si fuera una especie de burrito gigante, me encontraba sentada en la sala de estar de mi casa. El televisor emitía destellos azules en la oscuridad, una película sobre zombis transcurría en la pantalla. Sonidos de carne siendo desprendida y gritos de terror se escuchaban como un eco en el fondo de mi cabeza, no estaba muy interesada en la película.

Tal vez se debía al hecho de que esta mañana Evan se sentara de nuevo a mi lado en el autobús y luego, en el almuerzo, se sentara sin invitación a la misma mesa en la que me encontraba con mis amigos. Fue todo incómodo y silencioso, a pesar de sus continuos intentos de hacer conversación. Pensaba que él se había rendido después del martes, pero al parecer solo había aguardado un poco antes de volver al ataque.

Hmm. Gwen me fastidiaba diciendo que me había vuelto popular con los chicos, por un lado, tenía a Nick, que abiertamente había declarado sus intenciones de ser más que mi amigo, luego estaba Neill (que había vuelto a acercárseme ahora que la varicela era solo un desagradable recuerdo) e insistía con la cosa de ser amigos... y Evan, mi exnovio que quería que las cosas fueran como antes entre nosotros (¡como si fuera a pasar!).

Con el único que me sentía cómoda era con Nick. Quizá porque luego de un tiempo, con el baile de invierno casi olvidado en mi memoria, había dejado de preocuparme por el asunto y me limitaba a disfrutar de su amistad. Él no iba todo el día detrás de mí con frases cursis y empalagosas y regalos que no me interesaban, tratando de ganarme (como Evan). Y tampoco se aparecía de repente con una sonrisa y ademanes petulantes para lloriquearme sobre lo mucho que le molestaba ser el centro de atención y cuánto deseaba tener una amiga normal como yo que no suspirara por él cuando lo tenía en frente (pero que estaba seguro de que sí suspiraba secretamente, porque era imposible resistirse a sus encantos ). (Sí, eso era lo que Neill hacía).

Nick, en cambio, hablaba conmigo de un montón de cosas. Discutíamos, bromeábamos, nos divertíamos; era el único que me seguía la corriente con lo de las inventolabras... Bueno, la cosa era que realmente no tenía que preocuparme por lo que hacíamos juntos. No se sentía incómodo como estar con Evan ni me daban ganas de ahorcarlo (la mayor parte del tiempo) como a Neill.

Huh.

Tan sumergida como me encontraba en mis pensamientos, no escuché el sonido de las llaves de mamá. Ella entró y encendió las luces, enseguida miró con el ceño fruncido hacia el televisor.

—Muy sangrienta —señaló.

Me encogí de hombros.

—¿Cómo te fue en el trabajo? —le pregunté—. Hoy llegué antes que tú a casa.

—Ah, sí. —Asintió, dejó su bolso en la mesita de centro, se quitó su grueso abrigo y se tumbó enseguida a mi lado—. Se me olvidó avisarte que iba a visitar a Susan y a su bebé, por eso he regresado más tarde.

—Ah. ¿Y cómo están ellos?

Su amiga del trabajo había dado a luz en diciembre a un pequeño niño al que había puesto por nombre Dustin.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora