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-Mamá... ¿Te irás?

-Volveré en la noche.- La mujer se agachó para besarle la frente y tomó su bolso del sofá.- Si quieres comida hay en el refrigerador ya preparada, ¿de acuerdo? Y no enciendas el horno.

-Si, claro...- Contestó un desanimado Mingyu, sin moverse, bajo el arco de la cocina.- Buena suerte, Ma...- Alcanza a decir, pero la puerta de entrada se cerró de un golpe seco y cortó la frase.- ...má.

El joven examinó el reloj sobre el armario de la sala: eran las 2:25 pm. Giró y fue directo a su habitación.

Hacía muchísimo calor.

Eran contadas con los dedos las actividades que pudiese realizar en casa a ésas horas de la tarde.
Lo cotidiano para él consistía en jugar con la computadora, navegar en Internet, mirar programas de interés general en la televisión o dormir.

Mingyu no salía a la calle. No iba a la escuela. Ni de compras con su madre. No acompañaba a Joshua a su entrenamiento de béisbol. No tenía amigos fuera de casa. No hacía las cosas que cualquier chico de 17 años acostumbraba hacer.

Kim Mingyu no podía caminar.

Debido a un accidente que dañó su columna cuando tenía nueve años, ha estado postrado en una silla de ruedas incapaz de sentir sus piernas, sin embargo, allí estaban las inútiles.

Casi nunca era pesimista respecto al hecho que jamás volvería a ponerse en pie. Con el pasar del tiempo, aprendió a valorarse tal como era y se dio cuenta que también podía soñar en grande.

Iba a ser arquitecto, desde pequeño su pasatiempo favorito fue dibujar los edificios y los rascacielos que aparecían en televisión. La duda era si algún día sería capaz de asistir a la Universidad o si tendría que hacerlo a distancia.
Lo cual planteaba una incógnita más grande: ¿Alguien querría de arquitecto a un inválido?

Gracias a la cama especialmente preparada para su condición, usó los brazos y logra recostarse sin mayor dificultad. Iba a intentar dormir un poco.

Yacía boca arriba con los ojos muy abiertos y fijos en el ventilador de techo, que giraba lento pero constante.

Era un delicioso silencio.

El calor se le metía por debajo de la piel.

Las cortinas de la ventana junto a su cama casi ni se movían.

Los párpados comenzaron a pesarle.

Entonces fue que lo oyó.

Música.

Música que le hizo abrir los ojos de par en par.

Se trataba de un violín.

Ésa música era tan desgarradora pero a la vez tan bella, que su corazón tembló como una hoja. Fue un sentimiento que le dio miedo, descubrió que había tristeza en si mismo y hasta ése instante ignoraba lo desolado que se sentía.

El sonido se filtraba por la ventana abierta, jugueteando travieso con los rayos del sol.

Mingyu se ayudó de los barrales en su cama para sentarse y mirar a través de la ventana.

Había un ventiluz batiente pequeño, a tan sólo metros suyo, pero en el edificio del frente.

De allí salía la música.

Sol Blanco [JiGyu/GyuZi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora