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Por un lado, Mingyu quería ser honesto con él y decir lo que pensó en realidad del beso. Pero por el otro, su presunta honestidad tenía una pizca de resentimiento.
-No habrías encontrado otra oportunidad...- Dijo al fin en un susurro.- Estando siempre en casa...

-¿Te cuento otro de mis secretos, Mingyu?

-Adelante.

-Ya me había pasado...

-¿A qué te refieres?

Jihoon sacó el cargador para su portátil y calcetines de la bolsa que le entregó. Parecía que no iba a contestale.
-Ya me escapé una vez de casa... Hace mucho tiempo.

-¿En serio?

-Si... Bueno...- Él sonrió, sus dientes eran blancos y con colmillos, fue la primera vez que lo notaba.- Por lo general, las personas no nacen trastornadas... El entorno y las situaciones las vuelven así.

-Tú no estás trastornado, Jihoon.

-De niño, quería ser un gran explorador, ¿sabes?- Dijo Jihoon, abrazandose a sus rodillas.- Éso era algo descabellado, mi piel se despegaba cada vez que salía afuera. Pero yo era tan joven y tan inconsciente... Tenía ocho años cuando me escapé y no llegué muy lejos que digamos. Ni siquiera sabía cruzar la calle.- Él ya no sonreía, sus ojos se endurecieron.- Un auto vino directo a mi, no logró frenar y dobló para esquivarme a último momento. Dio muchas vueltas en el aire... No supe qué pasó con los ocupantes, mis tíos no volvieron a mencionarlo. Decidí ser un ermitaño, por miedo... En cierto modo, agradezco haberme dado ése susto. Los niños que tienen la misma enfermedad que yo... no suelen vivir más allá de los doce años. Me mantuve encerrado voluntariamente, mi piel resistió...
Aunque haber salido hace semanas a ayudarte, creo que perjudicó un poco mi... Oye, ¿a donde vas?

Mingyu retrocedió girando las ruedas. Observaba a Jihoon tras la niebla de sus lágrimas, sacudiendo las palabras lejos.

Ojalá no lo hubiese escuchado.

Ojalá no hubiese ido a verle ése día.

En retrospectiva, ojalá no hubiese conocido a Lee Jihoon.

¿Tenía que estar feliz por las vueltas del destino? ¿Tenía que enfrentarse a ése chico como si no supiera lo que le hizo? ¿Tenía que aceptarlo?

Ahora que se presentaba, como surgido de la peor pesadilla, el responsable de su invalidez, no podía hacer otra cosa que alejarse atemorizado.
Jihoon intentó tomar su mano, le observó preocupado y dijo algunas cosas más, pero apenas pudo entenderle.

-¿Mingyu?

Y su nombre en ésos labios, le destrozó.

¿Por qué tenía que ser él de todas las personas? ¿Por qué Jihoon era el niño que cruzó ésa noche frente al automóvil en el que él iba y le arruinó la vida?

La silla de ruedas se deslizó sin ruido hasta afuera impulsada no sólo con fuerza física, sino con el agonizante dolor en su corazón.

-¡Mingyu! ¡Ven!... ¡Mingyu!

Sol Blanco [JiGyu/GyuZi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora