Ada: Las chicas solo quieren divertirse.

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Arabella es todo y más, quiero decir, no pensé que mis expectativas llegarían a superarse de esta manera. Puede que esté exagerando, vale, lo sé. No sé demasiado de ella y probablemente no vuelva a saber nada más, y probablemente sea mi culpa. Es buena, compasiva, humilde, tiene unos colmillos preciosos, tiene pecas como yo, sus manos son demasiado delicadas para ser de este mundo, como manos de hada que curan las heridas más difíciles. Cuando llegué a la hamburguesería y me tropecé al principio me morí de vergüenza, pero cuando alcé la vista y la vi ahí plantada, con sus ojillos mirándome, no pude evitar pensar en que debía de estar soñando. ¿Qué probabilidades había de que eso ocurriera? Al principio intenté mantener la calma, ella parecía estar muy serena y eso me entristeció, aunque suene extraño dudo bastante que le gusten las chicas. Sé que no hay que tener prejuicios respecto este tema porque eso nunca se sabe, pero mi intuición me dice que no. Aunque creo que hay algo en su interior, algo que no deja ver. Aparentemente parece una chica pija y buena, una chica formal de colegio privado, pero no parece estar cómoda bajo su propia piel. Pero su personalidad me cautivó, no dudó en portarse bien conmigo a pesar de no conocerme, me acompañó a la farmacia y después nos sentamos en un banco. Compartimos un momento precioso, me ayudó a curarme las heridas, literalmente. Y estábamos ahí sentadas en el banco, la brisa me acariciaba las rodillas desnudas y ni siquiera pude pensar en el dolor que sentí cuando apretó ligeramente la gasa con cristalmina por las heridas. El problema llegó después, me dijo que iría a comprar algo de beber al quiosco, y como a mí me dolían bastante las rodillas me quedé esperando sentada, cuando desapareció de mi vista me sentí intranquila, pensé que estaba siendo paranoica, pero conforme pasaba el tiempo me sentía cada vez más desesperada. Habían pasado ya veinte minutos cuando supe que no iba a volver. Quizás se dio cuenta de que yo tan solo era una desconocida, quizás me comporté de forma extraña o puede que se me notase todo lo que sentía. El caso es que no apareció, me levanté cojeando y la busqué, me acerqué al quiosco pero no había ni rastro de ella. No sé qué pensar al respecto salvo que soy una estúpida por hacerme ilusiones aún más estúpidas. Creo que ese instinto humano de amar que tenemos me hizo creer que podía pasar algo entre nosotras, que podíamos llegar a tener algo bonito, pero la realidad está ahí, impasible con sus reprimendas, haciéndome sentir estúpida por creer que tengo alguna posibilidad. Después de eso me sentí triste, después furiosa con Arabella, ¿no estaba siendo un poco maleducada? Luego me sentí furiosa conmigo misma, y finalmente me fui a casa. Y aquí estoy, con las rodillas ensangrentadas, mirándolas, pensando en que las cicatrices que se me queden me recodaran este día, quiera o no, así será.

Me levanto del sofá, ya está bien de hacer el vago, yo no soy así. Primero, yo no me encariño de las personas, no de forma romántica. Segundo, nunca he tenido auto compasión, ni siquiera en mis días más oscuros, ni siquiera en el pasado cuando todo apuntaba a que lo normal sería tenerla. Y tercero, después de haber pasado todo lo que he pasado en esta vida, no puedo estar triste por una chica. Yo no uso a las personas, pero tampoco las amo, si estoy con alguien les dejo claro que será algo meramente físico. Porque claro, después de todo lo que me ocurrió... no tengo muchas ganas de que me vuelvan a decepcionar, no tengo ganas de llenar mi vida de sufrimiento innecesario. Es por eso que no comprendo lo que estoy sintiendo, pienso en la última vez que lo hice, el sentir algo así por alguien... pero no quiero, no puedo, duele demasiado. Quizás algún día afronte la verdad, quizás algún día pueda contarle a alguien mi vida.

Me miro en el espejo del baño, el maquillaje de los ojos sigue intacto, una gruesa línea los decora, debajo un poco de purpurina dorada hace que parezca que mis ojos brillan. Los labios morados, los ojos de un verde artificial. El pelo está lleno de trenzas, y mi atuendo lleno de sangre. Me quito el maquillaje, me enjabono la cara y dejo que el agua se torne sucia, el pintalabios se resiste. Después me quito la ropa y por último las lentillas. Cuando me meto en la ducha y el agua caliente corre por mi piel, no puedo evitar pensar que así estoy cómoda, sin nada, siendo yo. Pero mi aspecto me recuerda al pasado, mi verdadera mirada me recuerda al dolor.

Me envuelvo en el albornoz y justo suena mi móvil, suena la melodía de El lago de los cisnes, siempre me gustó el ballet. Es Hela.

-¿Sí? -pregunto a pesar de que el calendario indica la respuesta.

Es sábado, lo que quiere decir que se sale, sí o sí.

-Nos vemos en el centro, junto al supermercado ese ¿vale? A las once.

Trago saliva pesadamente y me giro en redondo para encaminarme hasta mi cuarto.

-Mmm... no sé si iré.

-¡¿Cómo?! ¿Estás enferma?

Suena alarmada, y lo entiendo, desde que nos conocemos sabe que salgo cada fin de semana, que no me pierdo una fiesta, que mi filosofía de vida es siempre decir sí.

-Es que creo que algo me ha sentado mal -miento.

-Sí, y yo soy Isabel II de Inglaterra.

Suspiro, evidentemente no se lo va a creer.

-En serio Hela, no me encuentro bien.

-Si es otra cosa me lo puedes decir, o no me lo digas, pero no me mientas.

-¿Qué te hace pensar que estoy mintiendo?

Intento sonar realista, pero me doy cuenta de que no cuela.

-Ada, ¿recuerdas aquella noche de Mayo? Tenías cuarenta de fiebre e hiciste puenting, además estabas borracha.

-Lógico, si no lo hubiese estado no lo habría hecho.

Nos reímos al unísono.

-Venga... anímate, hoy abren esa nueva discoteca.

-Está bien, nos vemos allí pesada.

El día pasa extremadamente lento, al vivir sola es lo que ocurre. Como sola, limpio sola, veo la tele sola, pero no solo eso, sino que también afronto mis problemas sola, y aunque estoy más que acostumbrada, al final del día siempre echas de menos una mano amiga.

Miro mi armario, es una explosión de colores. Plumas, lentejuelas, terciopelo, seda, flecos... hay de todo, pero poco algodón o poliéster aburrido. Me decanto por un vestido de manga tonta y un poco ancho de lentejuelas plateadas y negras, algo me gusta a mí el brillo. Después me pongo unas plataformas negras con correas plateadas y ando un poco para asegurarme de que todo está bien y no me voy a matar en mitad de la noche. Cuando termino de arreglarme y me miro en el espejo, con los ojos rasgados en color negro, dos puntitos dorados bajo las pestañas inferiores, y mis infalibles y eternos labios rojos, no me reconozco a mí misma. Y tampoco me importa, porque esta noche no tengo que ser yo misma para pasármelo bien, esta noche solo me quiero divertir.

En armonía |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora