Ada: Guri.

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La historia con Guri siempre ha sido curiosa. Puede que haya sido egoísta con los términos de nuestra relación, porque aunque a mí amorosamente ella nunca me ha gustado, jamás he pensando en lo que yo significo para ella. Puede que la respuesta me de miedo. Puede que me asustase pensar en que dejaría de tener a alguien a quien llamar a las tantas para que me diese un poco de calor, compañía o sexo sin más. Y es que entre Guri y yo siempre hubo tensión sexual, desde el minuto uno. Pero no es como con Arabella, es más algo físico, algo que quieres solucionar ya y rápido. Arabella es como un mapa lleno de lugares nuevos y maravillosos que quieres explorar, poco a poco, despacito y sin perder detalle. Aunque parezca que este pensamiento deja a Guri en mal lugar, nunca lo he querido así. Porque siempre le dejé las cosas claras, era algo meramente físico, y sigue siéndolo, ¿no?

Al abrir los ojos encuentro los ojos castaños de Guri devolviéndome la mirada. Parece que lleva despierta un buen rato.

-Espero que no lleves mirándome así durante un buen rato, eso sería un poco psicópata ¿No crees?

-Claro que no estúpida, no eres tan guapa.

Me da con el cojín en la cara y yo me río. Estas son las cosas que hacen que quiera a Guri a mi lado, no solo es el sexo, es la diversión, el cachondeo, la risa que se encuentra tras todo eso. Sin embargo siento una extraña sensación, cuando llega la mañana ya no la veo como alguien con quien quiera tener sexo, la veo como la amiga que siempre ha sido. Una buena amiga. Y ella siempre me ve de la otra manera a cualquier hora del día. Y lo peor llega cuando pienso en Arabella.

-¿Qué hay de desayunar? -pregunto para intentar que la conversación no vaya por caminos que no quiero tomar.

-Es tu casa, y yo soy tu anfitriona ¿no? Debería de decir qué quiero desayunar yo. Y tú deberías de ofrecerme las opciones disponibles.

Su mano se dirige por mi estomago delicadamente hasta abajo, me acaricia por encima de la ropa interior, y aunque yo me siento como el mármol, finjo que no es así. Se acerca más a mí y me coge por la cintura, me besa, porque yo me dejo llevar. Siento sus labios con los míos, su lengua acariciando la mía, pero me siento como un muñeco sin vida. Ella parece notarlo y se separa.

-Lo siento... ¿Es Arabella?

Se sienta en el borde de la cama y busca con la mirada su camiseta.

-No... quizá, no lo sé Guri.

Se levanta y se coloca primero el pantalón, olvidando la ropa interior.

-¿Entonces para qué me haces esto? ¿Para qué me invitas a pasar la noche aquí?

-Yo... -me levanto y me envuelvo con la sábana-, no te he obligado a nada.

Comprendo el enfado y a la vez no.

-Claro, como siempre. Guri siempre está ahí para darte lo que quieres alguna noche de vez en cuando, cuando te has pasado con el vino, cuando alguien ha pasado de ti. ¿Qué hay de mí?

Se pone la camiseta del revés, pero parece tener prisa por esconder su desnudez.

-Creo que... Creía que era lo que querías.

-¿Lo que quería? ¿Ser usada? ¿Qué soy? ¿Tu puta?

La palabra me asombra, no por nada, sino porque Guri no suele decir palabrotas, es tranquila y rara vez se enfada.

-¿Perdona?

-No te hagas la tonta.

-Yo no... Guri, siento si he hecho algo que haya herido tus sentimientos.

Se da la vuelta y se queda así un rato. 

-Dime algo -pido.

Se gira de golpe y se dirige hacia mí. Me coge por la cara y me aprieta las mejillas, me besa con demasiada fuerza. Pero yo no puedo evitarlo y esta vez le devuelvo el beso, mi lengua se desliza por su boca, por su cuello y por sus pechos. Al final parece que el mármol se derrite.

Después de un rato estamos de nuevo en la cama, en silencio mirando el techo, como si acabásemos de cometer el mayor crimen. Ambas sabemos de qué va todo.

-Creo que esto ha terminado -afirma Guri.

-Sí, yo también lo creo.

-Espero de verdad que Arabella te quiera algún día, y te valore.

-Guri...

-No, por favor, no lo preguntes.

Giro un poco la cabeza, intentando que no se de cuenta, sus ojos brillan, hay dos lágrimas apunto de estallar. Se levanta de la cama con rapidez, se viste poco a poco, poniéndose la ropa adecuadamente. Coge su bolso y se dirige a la puerta de mi habitación en silencio.

-No es tu culpa, siempre he sido asidua a engancharme a causas perdidas.

Quiero decir algo pero no puedo, el silencio me atenaza, la torpeza que siempre he tenido para expresarme no ayuda. Y además tengo miedo, miedo de hacerle más daño. Y quiero abofetearme a mí misma, porque cuando cierra la puerta no pienso en Guri, no pienso en que probablemente estará llorando en el ascensor, en que pasará unos días horribles. Soy tan egoísta, soy tan idiota que solo puedo pensar en Arabella. Y en que al cerrar de alguna manera este extraño ciclo, estoy preparada para empezar una nueva historia, por problemas que suponga, por riesgos que tome, haré cualquier cosa.

En armonía |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora