Arabella: Mariposas y huracanes.

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-Dos zumos de melocotón -pido al señor del quiosco.

Las piernas me han dejado de temblar hace poco, pero creo que sigo necesitando azúcar.

-Aquí tienes.

Cojo los zumos que están helados y me giro, pero antes de que pueda volver con Ada una mano me aprieta el hombro. Me giro aunque sepa quién es, esa presión, esa fuerza desagradable, ese tacto que me repugna. Mi padre.

-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Crees que puedes mentirnos así? Cuando tu madre lo sepa...

Le miro, lleva ropa de calle, nada de trajes, está extraño.

-¿Por qué no te marchas?

Las palabras salen de mi boca antes de que pueda retenerlas, y aunque me sorprende el hecho de estar hablando así, mi padre se sorprende mucho más. Su expresión dura cambia por completo, su boca queda entreabierta y sus ojos me miran furiosos.

-Di solo una palabra más y dile adiós a la universidad.

De repente me entra el pánico. La universidad está cerca, pero como de otro paso en falso tendré que decirle adiós para siempre, adiós a mi ansiada libertad.

Intento abrir la boca pero mi padre alza la mano.

-No quiero saberlo, y no quiero que pronuncies palabra hasta que estemos en casa, allí nos lo explicarás a los dos.

Me siento en el asiento de atrás, contra más lejos esté de él mejor. No puedo evitar sentir ganas de llorar. La impotencia me recorre por dentro, ¿por qué no le pedí su número? ¿Por qué fui tan confiada? A mí nunca me sale nada bien y parece que no aprendo. Me imagino a Ada sentada en el banco, esperándome. No creo que se moleste demasiado al saber que no volveré, pero a mí me duele más de lo esperado.

Agacho la cabeza, resignada, me miro la mano, tengo un poco de sangre seca en el dedo corazón; la sangre de Ada.

Cuando entramos en casa y miro a la cara de mi madre me dan ganas de echar a correr. No sé qué explicarle para que no crea que he mentido, para que no piense que estoy ''descontrolada'', para que me siga dejando ir a la universidad. Intento pensar en una mentira, y la voy contando, casi improvisando. Es cierto que después de tantos años y con unos padres tan sumamente estrictos una tiene sus trucos, y mucha práctica con el noble acto de mentir. Aunque mi mentira es simple, la lleno de detalles. Cuando lo haces es difícil que te pillen o que piensen que estás mintiendo. Dices algo como ''estaba llegando a clase cuando me crucé con Mary, espera, fue con Diana, sí...'', y no piensan que estés mintiendo, porque si fuese una mentira no te equivocarías, irías directa a tu discurso ensayado, mucho menos añadirías detalles. Al final me queda una bonita y cuidada mentira, estaba llegando a clase cuando me encontré con Diana y me invitó a un café, luego de vuelta a casa quise comprar un par de zumos. Listo. Ellos no parecen cabreados, sin embargo mi madre está un poco extraña.

-¿Por qué no me avisaste? Para algo tienes un móvil... ¿O crees que me gasté el dinero para que mandes mensajes estúpidos a tus amigas?

-Nunca mando mensajes estúpidos a mis amigas, porque no tengo amigas mamá.

-Tampoco las necesitas, no ahora. Tienes que centrarte, nada de distracciones. Tu futuro es la universidad, cuando te labres un futuro podrás comenzar a pensar en el ocio. En lo que te concierne ahora mismo, no existe tal cosa.

Tengo los puños apretados, como siempre que me da órdenes tan estúpidas, o me prohíbe más y más cosas. Y no es enfado, es dolor.

-¿Cómo haré para no volverme loca si no tengo ninguna afición?

Se levanta y se sacude la falda aunque esté perfecta.

-Aprende a hacer ganchillo.

Se gira y se marcha hacia su cuarto. No necesito saber lo que va a hacer. Se dirigirá hacia la mesita de noche, sacará su bote de pastillas y se tomará un par. Luego hará la cena creyéndose que tiene un propósito en la vida, creyéndose importante, como si hiciera algo por esta familia a parte de amargarme la vida.

No odio a mis padres, supongo que es difícil no hacerlo, o cualquiera pensaría eso. Sin embargo me es imposible. Mis padres me han dado la vida, me han mantenido durante estos años, y hasta que cumplí los quince, mi madre era bastante buena y afable conmigo. Pero últimamente veo algo en los ojos de mi padre, algo parecido al odio, y no logro entender el motivo. Lo que hay detrás de esos ojos castaños es un misterio para mí, no le conozco.

Me voy a mi habitación, cuando cierro la puerta me siento segura, cuando cierro la puerta los gritos se alejan, las reprimendas, las malas miradas están solo en mi interior.

Son las once de la noche, mis padres llevan discutiendo durante horas. Gritos, cosas rotas, no sé qué pasa, pero tampoco quiero. Me encuentro en la cama, hecha un ovillo entre un montón de mantas. Nadie me ha avisado para la cena, creo que mi hermano no está en casa.

Empiezo a pensar en ella, no sé el porqué, pero sé que no debería. Pienso en sus rodillas heridas, en su nombre que le hace justicia. Mis padres me hicieron leer la biblia por primera vez a los ocho años, después de eso es una obligación hacerlo cada año. Recuerdo que el nombre de Ada aparecía ahí, era la primera esposa de Esaú, hermano de Jacob. Cuando leí ese nombre me gustó tanto que saqué un libro de la biblioteca para averiguar el significado de dicho nombre, Ada significa belleza, nobleza, una mujer feliz y alegre, adornada con elementos bellos. Eso me hace pensar en cómo se viste. Cuando la vi la primera vez, con su ropa extraña, sus ojos profundos, su pelo rojo, su maquillaje para algunos excesivo, para mí perfecto, y en sus labios siempre rojos, no pude evitar sentirme abrumada en el mejor de los sentidos. Cuando conoces a alguien así, no puedes evitar sentir curiosidad por saber qué habrá detrás de todo eso. 

Dan las una de la mañana, mi casa está tranquila, seguramente mi padre estará durmiendo en la habitación de invitados, mi madre dormirá como un tronco a causa de las pastillas. Me levanto de la cama, me dirijo hacia el baño y me miro en el espejo, mis ojos aburridos me devuelven la mirada, mis ojeras me deprimen. Mi expresión es un cuadro triste. Soy una persona triste, no tengo motivos para vivir, soy una cobarde, siempre lo seré. Pero siento que debo hacer algo, siento que debo de salir. No sé qué estoy haciendo, pero cuando no quiero darme cuenta me estoy vistiendo, elijo el vestido que compré en España, me coloco unas medias transparentes y unos mocasines. Me maquillo más de lo habitual, ojos negros, labios rojos, como los suyos. Cojo mi pequeño bolso y meto mi paquete de tabaco, el móvil y algo de dinero que he ido ahorrando. Me encamino hacia la ventana, pero cuando la abro y veo la altura siento un gran pánico, me acobardo. Miro hacia el suelo, si me cayese ¿moriría? Quizás morir alcanzando la libertad no es tan malo. Estoy delirando, pero lo hago para no pensar en el miedo que tengo cuando la mitad de mi cuerpo queda colgado en el aire. Pongo los pies sobre la enredadera y me engancho de la ventana con las manos. Doy otro paso y por último me agarro de la enredadera, ahora solo pendo de esta débil planta, podría quebrarse y me rompería la crisma, pero ya no importa. Doy pasos pequeños, pero cuando estoy a mitad de camino la rama se rompe, siento el crack y estoy en el aire. Siento un gran impacto contra el cuerpo y por unos segundos me quedo sin respiración. Me intento tranquilizar, no me he roto nada, sigo viva, sigo viva. Miro la habitación de mis padres sin levantarme del suelo, esperando que las luces se enciendan, pero no lo hacen y yo, a a pesar de estar dolorida, sonrío. Me levanto como puedo y compruebo que todo está en orden. Mis medias están bien y no tengo ningún hueso roto, ¿qué más puedo pedir?

Abro la puerta que da al exterior y cuando estoy fuera me siento libre. Aunque no puedo coger el coche, eso haría demasiado ruido y probablemente despertaría a mi padre.  Empiezo a caminar, no sé muy bien qué hacer, no había pensando bien ello. Pero camino, camino esperando encontrar una respuesta. El centro está bastante lejos y lo más sabio sería coger un taxi, pero cuando estoy cogiendo el móvil veo un cartel que me llama la atención. Me acerco y lo miro, anuncia la apertura de una nueva discoteca. Quizás ese cartel está puesto aquí por algo, quizás debo ir por algo. Cojo el móvil y llamo para pedir un taxi. Esta noche tiene que ser mi noche. Y lo será.

En armonía |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora