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La familia de Gastón era igual que el promedio, su padre era psicólogo especializado en psicoanálisis y su madre tenía una tienda de mayormente artículos de cocina y repostería, vivían en un departamento ubicado en el centro de la ciudad y solían tener cenas familiares cada noche. Él era el menor de dos hijos, su hermano mayor estudiaba arte y entre ambos ayudaban a su madre en la tienda cuando tenían algún momento libre.

Ese día era el turno de Gastón.

Estaba en la caja acomodando unos chocolates, cuando la puerta se abrió y pudo observar a Keyla y a Nina entrar, Keyla miró al chico con sorpresa y se acercó a él para saludarlo.

—Gastón corazón de melocotón—le dijo alegre, se apoyó de la mesa y le sonrió con diversión, Nina rio porque sabía que al chico no le gustaba mucho eso.

—¿Qué haces aquí?

—Eh, no te estoy siguiendo, no sabía que trabajabas aquí.

El pelinegro le dio una mirada a Nina y alzó una ceja, la chica se encogió de hombros.

—Yo no le dije nada.

—Claro que no—dijo con un tono sarcástico, luego regresó su mirada a Keyla—. ¿Van a preparar un pastel?

—Quiere hacerle galletas a Evan para llevar en su cita—mencionó Nina—, pensé que aquí podría conseguir todo lo que necesita.

—En el pasillo 2 están todas las cosas para galletas, también la decoración—mencionó—, la harina en el pasillo 4.

Nina asintió y les indicó que ella iría por las cosas, Keyla se quedó con el chico mirándolo con diversión, Gastón no entendía cuál era su punto para eso pero prefirió ignorarla. La chica fijó su mirada en los chocolates que él había estado acomodando unos minutos antes.

—¿Me regalas uno?

—No.

—Ay, anda—alargó la A al final—. Por favor.

—Cómpralo.

—¿Vas a hacerle eso a tu mejor amiga?

—¿Somos mejores amigos?

—¿No lo somos?—la chica hizo un puchero y suavizó su mirada hacia él.

—No me hagas esa cara, no me podré resistir —Keyla lo siguió mirando e hizo una sonrisa que a Gastón le pareció tierna—. Agh, está bien—agarró una barra de chocolate y se la entregó—. Ten, ojalá te atragantes con ella.

—No seas así de malo—Gastón iba a responder cuando se dio cuenta de quien había entrado a la tienda, tomó el brazo de Keyla y la atrajo hacia él.

—Kenzie está aquí—le susurró cerca de su cara, Keyla volteó a verla y sonrió.

—Cuando venga a pagar, hazle un cumplido—le sugirió.

—Ni de coña.

—Lo peor que puede pensar es que crea que eres tierno.

—Y eso es horrible, me verá como un niño—le dijo. La miró perderse hacia el pasillo en donde estaba Nina, suspiró, sus dos—No quiero que me vea como un niño, Key. No soy un niño.

—A comparación con los hombres que suelen salir con ella lo más probable es que sí lo seas.

El chico bufó, posiblemente lo era, pero ella no tenía que estar recordándoselo.

—Lo sé, y es por eso que lo único que puedo hacer es quedarme aquí y verla sin decirle algo más que el precio que pagará—habló—. Además hay que agregar que soy amigo de su hijo por lo que nunca en la vida me vería como una posible opción amorosa.

—¿Eres amigo de su hijo?

Gastón la ignoró.

—¿Por qué no me pueden gustar las chicas de mi edad? ¿Por qué soy ambicioso y quiero más? —Keyla se rió y le dio un leve empujón, mordió un pedazo de su chocolate y luego volteó a verlo.

—Viene para acá, te deseo suerte—le dijo—. Estaré aquí actuando normal.

Gastón rodó los ojos, Keyla no sabía cómo actuar "normal". Kenzie apareció junto con Nina, ambas eran vecinas por lo que se conocían desde hace mucho tiempo. Nina le dio paso a ella y la mujer se acercó a la caja; le sonrió al pelinegro de manera dulce.

—Hey Gastón, ¿cómo has estado? —le dijo ella—. ¿Cómo está tu mamá?

—Bi-bien, yo, eh, increíble. Ambos estamos bien —Keyla se rió disimuladamente pero Gastón se dio cuenta de ello. Tomó los productos que ella había dejado en la barra y los pasó para marcar el precio —. Serán veinte con quince centavos—Kenzie sacó varios billetes y se lo entregó para recibir luego los productos en una bolsa.

Keyla notó que él no iba a decirle nada, consideró la idea de ayudarlo y lograr que tuviesen un tema de consideración.

—Woah—Gastón miró a su amiga que se acercó a ellos—. Me encantan sus aretes, ¿dónde los compró?

La mujer la miró sorprendida por ello y luego le sonrió dulce.

—En una de las tiendas del bulevar, no recuerdo cuál, tengo que buscarla.

—Si logra conseguir el nombre, ¿se lo podría dar a Gastón? Él me lo dirá—dijo

—Claro, no hay problema.

—¡Vaya! ¡Es usted genial!—le dijo, miró al chico—. Gastón, ¿no lo crees?

El pelinegro la miró sin saber qué responder al momento, no esperaba que le dijera algo. Su corazón comenzó a latir rápido y sentía que si hablaba le iba a temblar la voz siendo muy notorio su nerviosismo.

Tomó aire para responder.

—Ah, sí, creo—dijo—, digo no que no creo, lo es...yo...olvídelo —se sonrojó un poco. Kenzie miró a ambos chicos y le pareció una escena muy divertida.

—Nos vemos, muchachos—se despidió de ambos chicos—, estaré intentando recordar el nombre de la tienda para hacértelo llegar—miró a Keyla y luego salió de la tienda.

Gastón suspiró de frustración y volteó a ver a Keyla molesto.

—¿Qué intentabas hacer?

—Sólo quiero ayudar—se excusó—, siempre hablas de que quieres tener algo y no veo que intentes realmente hacerlo. Así que debí dar el primer paso por ti, ella te hablará y de ahí puedes tener una mejor conversación.

—No quiero que me ayudes—mencionó y su mirada cambió—, fin de la conversación.

Lo Que Quieren Los ChicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora