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Gastón entró a la habitación de Keyla por la mañana, su padre lo había dejado pasar indicando que la chica estaba todavía dormida. El pelinegro duró unos segundos viéndola, le parecía tan indefensa, tan bonita, que no quería hacerle algo que le lastimara.

Se acercó a ella y se sentó en el borde de la cama.

—Despierta Aurora, tú príncipe ha llegado—la movió con cuidado y Keyla poco a poco iba abriendo los ojos.

— ¿Me has dicho Aurora? —Gastón sonrió y acarició su mejilla.

—Como la bella durmiente, querida Key. —le dijo—Ahora ve a lavarte los dientes que debemos ir a un lugar—se levantó de la cama y se acercó al ropero— ¿Puedo escoger lo que usarás? —Keyla se encogió de hombros—Perfecto, quiero ver cómo te ves en vestido—dijo y abrió su ropero en busca de la prenda.

Keyla tomó su paño de baño y entró al tocador, no duró tanto tiempo como Gastón creía, salió en menos de diez minutos y el pelinegro le entregó el vestido que le costó encontrar

—Me gustan las flores, a ver cómo te quedan a ti—le dijo con una media sonrisa y salió de su habitación.

Keyla se tomó un tiempo en peinarse una cola de caballo que luciera desordenada y se maquilló un poco los labios de un color rosa pastel que no se notara tanto, no sabía a dónde iban pero debía estar preparada, por lo que se colocó sus converse azules que hacían juego con su vestido. Salió de su cuarto y caminó junto a Gastón y su padre quienes estaban tomando café mientras hablaban sobre el partido de ayer.

La castaña sirvió su desayuno y optó por un jugo de naranja para sentarse con ellos en el mesón de la cocina.

—Te ves muy linda, hija—le dijo su padre, Gastón asintió estando de acuerdo y continuaron hablando de lo bien que había jugado Elliot Robinson, un jugador de baloncesto.

Ella los escuchaba entretenida, le gustaba lo bien que su papá y Gastón se llevaban. Desde que su padre lo conoció, fue muy bien recibido en su casa, era una relación bastante agradable de poder tener. Cuando ella terminó de desayunar, salió con Gastón de su casa y caminaron hacia el parque central que quedaba solo unos minutos a pié.

Gastón tomó su mano y no la soltó hasta llegar a un pequeño lago que estaba escondido en el parque central.

—Me gusta venir aquí cuando quiero relajarme, Dean y yo lo descubrimos en el otoño de hace dos años y hemos tomado este lugar como nuestro fuerte.

— ¿Y por qué me has traído?

—Porque eres alguien importante en mi vida, Key. Realmente te quiero—la abrazó por detrás y apoyó su cabeza en los hombros de la castaña.

—Jamás pensé que tú y yo terminaríamos así, la verdad es que nunca pensé que podríamos ser siquiera amigos.

—Eras alguien bastante intensa cuando te conocí—se rió—, pero es lindo ver como poco a poco me has cautivado.

Ella se rio, recordaba su primer encuentro, él le había dicho que no era su tipo, que gracioso había terminado para ambos. Resulta curioso cómo en ocaciones los primeros encuentros nos dan una idea diferente de lo que puede ser una persona, a veces chocamos con alguien sin saber que quizás el destino nos trae algo consigo, otras tenemos un encuentro que paraliza todo y nos dice que esa es la persona con la que hay que seguir caminando.

—Últimamente estás muy romántico.

—Es que tú me haces ser así—la abrazó un poco más—, lo romántico simplemente no se me da y pues, quizás eso sea porque la gente suele decir que soy un amargado sin corazón, pero contigo es diferente—le dijo—. Soy amargado, en eso nadie miente pero, oye, sí tengo corazón, me preocupan las personas que quiero.

—Como yo.

—Como tú.

Lo Que Quieren Los ChicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora