Día 1.5

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Solo diré que cuando quieran cabrear a un hijo de Hades, recuerden lo que voy a relatar a continuación y se lo piensen dos veces. Debo formar parte de las pesadillas de esa cosa mientras se esté reformando dentro de su burbuja asquerosa en el Tártaro.

El monstruo medía lo que la Sta O'Leary y lucía como un reptil que se ha pasado con los esteroides. Fuera de eso, no me fijé en nada más concreto acerca de su aspecto. Mi atención se centró en la espada negra que estaba clavada hasta la mitad en su nuca, justo en la coyuntura entre dos de sus escamas. El monstruo no podía arrancársela porque sus patas y su cuello eran demasiado cortos, de modo que pasaba golpeándose y restregándose contra los troncos de los árboles y silbando con una agudeza que haría estallar vidrios a un metro a la redonda.

Antes de que pudiera olfatearme, aproveché la sombra de un árbol para transportarme hasta su lomo y removí dentro de su cuerpo mi espada previamente enterrada. El monstruo intentó arrojarme fuera, sacudiéndose con todas sus fuerzas, pero resistí. Abrí un orificio lo suficientemente grande segundos antes de que estampara el lomo contra un árbol, y me colé en su interior, cortando a diestra y siniestra todo órgano, músculo, nervio y vaso sanguíneo a mi alcance hasta llegar al extremo opuesto y atravesar la piel de nuevo hacia afuera.

Fue asqueroso e innecesario, sí, pero no me importaba. Ese monstruo merecía morir de forma grotesca.

Mientras la criatura agonizaba ante mis ojos, hice que la tierra se abriera y las llamas negras del inframundo la consumieran. Experimenté la satisfacción de la justicia escuchando sus aullidos y observando cómo se calcinaba hasta convertirse en cenizas ardientes que se disolvían en el aire.

No se trataba de un monstruo corriente, pude notar. Las llamas infernales tardaron minutos enteros en consumar sus negras escamas, cuando lo hacen en segundos con los huesos humanos. Quizá me lo había topado alguna vez en el Inframundo o en el Tártaro, en este último caso, muy probablemente era un subordinado de Akhlys¹.

Había otra cosa que no cuadraba aún. ¿Cómo había llegado este monstruo al campamento? Las barreras mágicas nos protegen de todo invasor, a no ser que su ingreso sea aprobado por la mayor parte de los campistas. O al menos por un grupo.

De cualquier modo, decidí que no importaba porque ya no existía más. El campamento volvía a estar fuera de peligro y el bosque recuperaba su calma habitual. La única incongruencia en escena era yo, el hijo de Hades con expresión siniestra que respiraba con dificultad mientras exterminaba toda planta que se encontrase a un radio de tres metros de sus pies.

Regresé al centro médico. Creí que me sentiría mejor después de haberme desecho de ese monstruo pero la verdad es que a la larga la situación ni si quiera mejoró un poco. Will seguía en alguna parte de ese lugar, luchando por su vida, y aunque yo me encontrara técnicamente en el mismo espacio geográfico, no podía ni verlo.

El muchacho de la noche pasada me recibió arrimándose en la pared con la mano mientras desataba un suspiro aparatoso.

—Joder, Di Angelo. Joder.

—¿Me dejarás ver a Will?

El muchacho se enderezó, mirándome con cara de «no puedo creer lo tonto que eres». ¿Siempre fue así de alto? Me llevaba dos pulgadas.

—¿Qué crees tú? Tu ropa está haciendo agujeros mientras humea. A donde vas a ir ahora es a las duchas, después quemarás tu ropa en la hoguera, volverás para que pueda curarte y acto seguido comerás algo. Entonces podremos estar hablando de ver a Will.

Hice rechinar los dientes. Este chico parecía estar empecinado en comportarse como Will. Bajé la cabeza en un gesto taciturno y amenazante.

—Ya basta.

El chico pareció repentinamente confundido.

—¿Basta de qué?

Las lágrimas invadieron mis ojos, derramándose furiosamente.

—De comportarte como él —sollocé, y toda mi caja torácica se sacudió—. No lo hagas.

El muchacho intentó poner su mano sobre la mía, pero yo la retiré y vociferé, con los ojos desorbitados.

—¡No lo hagas! —Intenté empujarlo, pero las fuerzas no me dieron. Al contrario, el muchacho tuvo que sujetarme para que no me viniera abajo—. ¡Déjame solo!

—Nico...

Otra vez.
Era insoportable.

—¡Suéltame!

Me sacudí como un poseso en sus brazos. No eran como los de Will, cálidos, bronceados y firmes. Eran más largos, más flácidos y mucho más pálidos. Nadie puede ser como Will. Nadie más que Will puede abrazarme así y conseguir calmarme. Nadie puede atreverse a pretender comportarse como Will. Grité y me sacudí más fuerte, arrastrando al chico conmigo.

—Discúlpame —murmuró cerca de mi oído, al momento que asentía hacia algún punto detrás de mí. Otros dos pares de brazos me sujetaron hasta inmovilizarme y una aguja se introdujo en mi antebrazo, vertiendo un líquido ardiente en mi sistema circulatorio.

Creo que grité, o solo sucedió en mis pensamientos.

Tras eso solo me apagué y conmigo se apagaron el dolor, la amargura, la culpa y todos esos otros sentimientos encontrados similares que dominaron mi mente ante la ausencia de Will Solace. No fue tan malo si lo miro desde esa perspectiva.

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¹ Akhlys o Aclis (adaptado al español) es la protogenoi de la miseria y los venenos. Hasta donde se sabe, reside en el Tártaro y es quien controla la Niebla de la Muerte.

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