Día 2

751 112 171
                                    


Estuve al lado de Will por una cantidad de horas consecutivas que no puedo aludir, hasta que Ben apareció para sacarme a patadas —en sentido literal—, gritándome que me largara a dormir y que le diera a su hermano un respiro. Valoré que se esforzara en no comportarse como su buen y gentil hermano, pero consideré rotundamente innecesario que me lanzara su zapato médico a la cabeza, como si fuera un perro callejero.

Volvía a ser demasiado tarde para ir a mi cabaña, así que busqué la habitación que me había facilitado Ben antes y me tumbé en el incómodo catre, esta vez con una sonrisa en lugar de lágrimas. Normalmente en el centro médico hacía algo de frío por el regulador térmico que necesitaba estar por debajo de la temperatura ambiental para mantener a raya los gérmenes, pero mientras cerraba los ojos y abrazaba la almohada en lugar de dejarla bajo mi cabeza, sentí una calidez reconfortante que nacía en mi pecho y se extendía por el resto de mi cuerpo. Aquello hizo de mi experiencia durmiendo algo más placentero que lo contrario.

La mañana siguiente encontré en el pasillo a otra de las hermanas de Will, cargando con un cubo en una mano y un conjunto de sábanas pulcramente blancas dobladas en la otra. La retuve por la muñeca, quizá con más fuerza de la necesaria.

—¿Qué crees que haces?

Ella miró lo que tenía en las manos y luego a mi cara, como diciéndome, ¿no es obvio?

—Limpiaré a Will y cambiaré las sábanas de su cama —me aclaró de todas formas—. No te preocupes, el morbo no es lo mío. Hago esto todo el tiempo y lo tomo muy profesionalmente.

Me mordí el labio inferior por dentro. No podía soltarla. No podía dejarla sola con Will. La madera bajo mis pies se ennegreció ante la mera consideración.

—¿Podría...? ya sabes... ¿ayudarte? —Para cuando pronuncié la última palabra sentía la cara ardiente y un zumbido agudo en mis oídos que solo me provocaba más nervios. La mancha negra bajo mis pies dejó de expandirse y solo cuando cayó una cascada de ciscos cerca de la muchacha, noté que estaba provocando un temblor en ascenso. La solté y di un traspié hacia atrás. Su muñeca estaba roja.

Una vez más, los consejos de Will acudieron a mi cabeza. «Por favor antes de pedir y gracias después de recibir. Pero también es necesario decir lo siento cuando haces algo que pudo lastimar a alguien. Ese es un hábito de educación que muchos olvidan de inculcar. Así que no olvides el triángulo de la buena educación, por favor, gracias y lo siento.»

—Lo siento. —Mis labios se mostraban reticentes a decir esas palabras, pero luché contra ello hasta conseguirlo.

La muchacha hizo girar su muñeca para comprobar la movilidad y el daño.

—Está bien. —Me entregó el cubo y apuntó hacia el interior de la habitación de Will con la cabeza—. A ambas cosas. Después de todo —esgrimió una sonrisa maliciosa— supongo que querrás que te recompense que te haya lavado a ti.

Ver a Will completamente desnudo envió mi concentración al tártaro. Lara —como se presentó la experta en baños de esponja— me regañó en más de una ocasión, porque no frotaba la piel con la delicadeza requerida, porque no observaba lo que estaba haciendo, porque al momento de vestir a Will estaba metiendo su cabeza por el agujero del brazo. Tropecé con el balde y tuve que trapear el piso y cambiarme los pantalones empapados.

Al final, casi huí de la habitación de Will. La nítida imagen de su desnudez estaba impregnada en mi mente. Apuré el paso hasta la habitación donde había dormido los dos últimos días y me derrumbé contra la pared, templándome los mechones de cabello que caían sobre mis sienes con las manos.

Estaba avergonzado. Me sentía sucio y tonto. Mi cuerpo había reaccionado a lo que vi y toqué, provocándome una inoportuna erección. Quería ayudar a Will, protegerlo, aprender a cuidarlo. Pero no hice más que pensar cosas que prefiero no mencionar y estorbar. Lara no mentía en cuanto a su profesionalidad. Lo hizo muy bien. ¿Cómo hacía para ejercer su trabajo con tanto estoicismo?

—¿Nico? —Ella me encontró y sus manos golpearon a las mías para desprenderlas de mi cabello, pero solo las cambié de posición, abrazando mis rodillas. No levanté la cabeza. Mi espalda subía y bajaba con rapidez y no sabía qué hacer con mi bulto entre las piernas. Supuse que esperar era mi única opción—. ¿Por qué te pones así?

—Yo... nunca... —Dejé la afirmación en el aire. Mis mejillas volvían a arder, pero por suerte, Lara no podía verlo.

La escuché reír.

—¿Nunca habías visto a tu novio desnudo? Eso habla muy bien de ustedes.

—No es gracioso —refuté, con la voz ahogada por mis piernas. Lo había visto varias veces semidesnudo, todas las veces en que quisimos tener intimidad sexual y fuimos interrumpidos por cualquier clase de imprevistos. Yo tampoco esperaba que verlo totalmente desnudo me haría reaccionar de la manera en que lo hice.

—No —replicó Lara— es tierno.

Escuché un ruido fugaz y contundente. Y sentí la irradiación del calor corporal en mi brazo. Levanté la cabeza para encontrarla sentada a mi lado.

—Soy un inservible en este lugar.

Lara volvió a reír.

—No lo hiciste tan mal. De hecho, no lo hiciste mal. Podrías tener futuro en esto. —Se relajó, dejando caer la cabeza hacia atrás—. Will siempre te tuvo mucha fe. Ya entiendo por qué. No es solamente porque le atrajeses. Es más, creo que desde un principio lo que le atrajo de ti fue tu afición natural por el cuidado de las personas.

Fruncí el ceño.

—Yo no tengo una...

Lara levantó una mano para hacerme callar. Algo me dijo que no debía contrariarla.

—La única razón por la que te distrajiste tanto hoy fue porque eres un adolescente en todo su esplendor sexual y viste a tu novio desnudo. Tu reacción fue normal. Es como encender una llama en un cuarto lleno de pólvora y esperar que no explote.

—Eso no...

—¿La guerra del titán, recuerdas? Yo estuve allí, con Will. Te vi. Vi cómo él te miraba. En ese entonces no entendía, pero ahora... Tú luchas, Nico. Luchas y lo entregas todo como si no tuvieras nada que perder. Por otros. Tu propia vida, es como si no te importara. ¿Sabías que la vida de los médicos es así? Will era así. Pasaba horas y horas encerrado en la enfermería, intentando salvar a todos, a cuesta de sus propias horas de sueño y hambre. La guerra del titán casi lo deja completamente extenuado. Creo que Will se sintió identificado en cierta manera, muy extraña, contigo. Creo que le diste perspectiva. Creo que le hiciste abrir los ojos y darse cuenta de que no podría servir a nadie si se enfermara por no cuidar de él mismo. Desde entonces, se propuso encontrar un equilibro entre el deber y su propia salud. Tú te fuiste, pero nunca te olvidó. Te esperó para darte las gracias. Y su manera de agradecerte fue devolviéndote el favor. Quizo ser quien velara por tu salud, quizo que aprendieras la misma lección que él. —Lara bufó—. Pero tú eres cien veces más cabezadura.

»Ahora él está enfermo y te necesita. Y tú lo estás cuidando. Imagina lo feliz que se pondrá cuando despierte y se entere de ello. —Lara se metió la mano al bolsillo de su camisa de enfermera y extrajo una barrita energética—. E imagina cuán más feliz se pondrá si se entera de que aprendiste la lección que ha querido enseñarte desde la guerra del titán.

Acepté la barrita y le di una mordida frente a ella. Archivé la sonrisa orgullosa que me dio como si hubiera venido de Will, y la imité instintivamente mientras masticaba.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora