Día 1.75

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Desperté con un estremecimiento y una vía conectada al dorso de mi mano. La tenue iluminación naranja que se regaba desde la única ventana presente en la habitación fue la primera en darme una noticia, que la tarde estaba agonizando. Seguí con la mirada el recorrido sinuoso del tubo transparente de la vía hasta llegar a una bolsa plástica con un tercio de sustancia dorada diluida que colgaba de lo alto de un soporte de suero.

—Es dextrosa al cinco por ciento con un shot de néctar —explicó una voz ya conocida para mí.

Giré la cabeza hacia mi interlocutor con dificultad. Era la primera vez que veía al hijo de Apolo con una bata de médico. Conservaba los pulgares en los bolsillos y un piercing plateado con forma de semiluna brillaba en la esquina de su ceja. También era la primera vez en que me fijaba en ese detalle.

—¿Todavía te recuerdo a Will? —me preguntó.

—No —respondí con voz pastosa, después de pensarlo por largos segundos—. Will no habría hecho eso. Ni aunque le hubiera reventado las pe... —Se me vino a la mente el «Nico, en qué quedamos acerca de cuidar tus expresiones orales» de Will— pateado la entrepierna —me corregí.

Will habría recurrido al careo, como amenazarme o decirme mis verdades con ese tono autoritario que disolvía mis «primitivismos».

—Estupendo. —El muchacho me demostró su orgullo con una sonrisa cínica—. Y ya que técnicamente te nutriste, y estás limpio y sano, puedes visitarlo.

—¿Me limpiaste mientras dormía? —Me hice una traumática imagen mental donde era desnudado y frotado con una esponja húmeda.

—Yo no lo hice —me tranquilizó el muchacho antes de reír—. Sabía que te pondrías así.

Preferí no preguntar quién lo había hecho.

Después de que mi suero se agotara, el curandero me retiró la vía, me tendió el codo y me ayudó a caminar hasta la habitación donde tenían a mi novio.

Conforme nos acercábamos, los latidos de mi corazón se hacían más rápidos y más fuertes, como si le estuvieran devolviendo a bocados de segundos las ganas de vivir. Los últimos retazos de sopor del sedante se desvanecieron en el momento en que atisbé sus inconfundibles rizos rubios desde el umbral de la puerta.

Estaba precipitándome a su lado, tropezando con mis propios pies en el camino.

Aun dormido y conectado a algunas máquinas, su semblante inspiraba bonanza. Por un momento me pareció que la cadencia de su respiración marcaba el compás de Save myself, la canción que fue su obsesión en las últimas semanas. La tarareaba casi todo el tiempo, jugando con distintas escalas, entonaciones y modulaciones de voz.

Offered off my shoulder
Just for you to cry upon
Gave you constant shelter
And a bed to keep you warm
They gave me the heartache
And in return I gave a song

La letra era deprimente, pero no me atreví a preguntarle al respecto hasta el día en que lo pillé cantándola más fuerte, con las mejillas húmedas y una guitarra acústica en las manos.

Life can get you down so
I just numb the way it feels
And all the ones that love me
They just left me on the shelf
No farewell
So before I save someone else
I've got to save myself

—La letra parece hablar de mi vida —me confesó—. Encaja tanto que siento que pude haberla escrito en algún momento. Engloba todo lo que alguna vez quise decir. —Will sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiarse la cara y sonarse los mocos, riéndose en el proceso—. Me pregunto cuántas personas más habrán dicho lo mismo de esta o cualquier otra canción que exista a lo largo de la historia.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora