Día 5.3

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Alguna vez alguien me dijo, que si bien algunos recuerdos duelen, se trata de un dolor constructivo, dependiendo de cómo lo canalicemos. Mientras peligraba con desembocar una crisis de alto nivel, una que implicaba rendirse y escapar como antes, esas palabras acudieron a mí y drenaron la presión en mi corazón.

Yo estaba lleno de recuerdos con Will. Podía intentar usarlos a mi favor.

Tenemos con una historia particularmente divertida, perfecta para apaciguar mi ánimo. La primera vez que Will me llevó a conocer su casa. En las inmediaciones de las ciudades en Texas es bastante común que las personas vivan en fincas o granjas y la mamá de Will, Naomi Solace, no es la excepción.

Después de tanto cantar en bares, restaurantes y reuniones sociales, Naomi llegó a aburrirse de la monotonía de la ciudad de Austin y decidió mudarse a su arrabal, donde tenía un predio que había heredado de sus padres (y que ellos ocupaban solo en verano).

La casa estaba en medio de campos de sembrío de cereales y corrales para vacas, cabras, ovejas y cerdos. Había un establo con tres caballos y una yegua, todos con distintas tonalidades de pelaje. También un gallinero con forma de huevo al ras de gallinas, polluelos y gallos demasiado ruidosos y olorosos para mi gusto. Los patos solían nadar enfilados en el lago, bordeando las hojas de nenúfar y las flores que ellas producían. Los árboles, entre ellos el neem (para espantar las plagas, me explicó Will), estaban estratégicamente ubicados, de modo que proporcionaran sombra a los sembríos que más necesitaran de ella. Más allá de los corrales había un garage de madera con maquinaria para la agricultura, como tractores y cosechadoras. El sistema de regado era automático y frente a la casa habían cajas de hortalizas apiladas, marcadas con el logotipo de un medio sol surcado por un arcoíris, bajo el nombre de Solace's.

—No me dijiste que tu familia tiene una marca —comenté.

Will se encogió de hombros.

—No me pareció relevante. —Me guiñó el ojo—. Pero ahora lo sabes.

Lo primero que me encontré, sobre un aparador en el vestíbulo, fue un sombrero de vaquero con una nota de Will. «Te quedaría genial ;)». Se me hizo gracioso leer una nota con tan mala caligrafía. Parecía que lo había escrito en el trance de quedarse dormido y la boca de la carita guiñadora emulaba un tres con curvas más abiertas.

Naomi nos recibió cálidamente y con una cena contundente de huevos fritos con tocino y tostadas, además de tarta de zarzamora de postre y jugo de naranja fresca. Le dije a Will que era la primera vez que comía tanto en una sola comida y él se rio, diciéndome que con su mamá tendría que aprender a comer mejor, y que literalmente le había dicho que no permitiría que ningún novio de su hijo sea un muerto de hambre, y que me veía como tal.

Temprano al día siguiente, Naomi nos encomendó la tarea de recoger huevos del gallinero frescos para el desayuno. Me sorprendió el hecho de que tuviera el atrevimiento de tratarme como un hijo más a quien pudiera ordenar, sin esperar hasta conocerme mejor. Al parecer esta era su manera de «romper el hielo». Le hice caso, por respeto, y también por una pizca de admiración por su actitud y la sensación hogareña que transmitía. Con razón Will era una persona tan honrada, disciplinada y correcta.

Mientras nos arreglábamos para agarrar los huevos que encontrábamos entre el mar de paja que se extendía sobre nuestros pies y ubicarlos con cuidado en nuestras cestas de mimbre, una de las gallinas puso un nuevo huevo frente a mis ojos, exponiendo todo el proceso. Contuve una arcada y tuve que dejar el gallinero de inmediato. Nunca más volví a tocar un huevo que no estuviese cocinado y sin un cubierto en mano.

Las noches consiguientes, encontré hileras de huevos con caritas sonrientes en mi cama. Cada noche obligaba a Will a retirarlos.

Will estaba orgulloso de su hacienda. Pasaba todo el tiempo hablándome sobre cómo funcionaban los campos de sembrío, cómo debía usarse la maquinaria, y qué aprovechaban de cada animal y cada planta y qué comían. Hasta me dijo cómo ordeñar una vaca. Yo me limitaba a escuchar atentamente. Will sabía explicar las cosas de modo que sonase interesante y no un molesto parloteo.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora