Día 3.9

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Cuando esperas por algo, cada segundo empieza a contar, transcurriendo lenta y tortuosamente para deleite de dicha expectación. Lo que sucede en un día puede transformarse en una infinitud agobiante, que debilita más que nada al espíritu. Y al terminar, cerrando los ojos exhaustos en las tinieblas de la noche tardía, te preparas para enfrentar otra al día siguiente, conservando la mínima esperanza de que las cosas cambien y se rompa el esquema.

Esperando no volverte loco en la espera. Esperando que la fuerza de tu voluntad termine con tu tormento, aun cuando la misma flaquea con cada nuevo paso que das.

Todo comienza a costar, cada movimiento ejecutado, incluso respirar. Todo comienza a pesar, como si una nueva presión en el aire te empujara hacia abajo. Todo a tu alrededor comienza a desteñirse, como si la lente de la cámara que transmite tu vida se deteriorara segundo a segundo.

A fin de cuentas el anhelo de saber qué te depara el final de la espera hace que te levantes todos los días. Porque cada día nuevo es una nueva oportunidad. Porque la expectación seguirá instalada en tu ser hasta que sea saciada con algo. Y tienes que obligarte a conservar el afán de que ese algo sea positivo, pero sin olvidar que también puede ser negativo.

Tres días.
Tres rayas en mi espada.
Setenta y dos horas sin Will.

Así vamos con la cuenta.
Se sentía como mucho más.

—Tengo entendido que estabas tomando un descanso de actividades por razones médicas —dijo Quirón—. ¿Ahora me estás diciendo que deseas suspender todas las actividades del día, Nico?

—Cambiarlas. —Me aclaré la garganta—. Por horas en el centro médico. Me uniré al personal.

—Y yo lo puedo sustituir en sus actividades mientras tanto —aportó Hazel.

—Nosotros corroboramos la petición —dijeron Lara y Ben, el último palmeándome la espalda—. Nos encargaremos del entrenamiento.

—Percy y Annabeth se encargarán del mío —agregó Hazel.

El centauro se rascó la barba pensativamente.

—No considero que eso sea lo mejor para ti, Nico. Tengo entendido que Will está en observación. Cuando una persona se clava una espina, no debe estar tocándola, pues solo consigue clavarla más.

—Señor, Will no es la espina. Lo es lo que su situación causa en mí. Hago esto para sacar esa espina. Está bastante enterrada y necesitaré tiempo para hacerlo, pero funcionará y una vez que la espina esté afuera la herida se cerrará sola.

El centauro me mostró una amplia sonrisa.

—No sabía que supieras hablar en metáforas.

Debí sonrojarme. Lara respondió por mí.

—Verá, es lo que sucede cuando te mezclas demasiado con los hijos de Apolo. Ni los hijos de Hades se salvan de nuestra poética y contagiosa manera de expresarnos.—Ben la codeó y Lara gruñó, lo cual casi me hizo sonreír. Las actitudes de los hijos de Hades también pueden ser contagiosas.

—¿Por cuánto tiempo efectuarías este cambio de actividades?

Hace un día habría dicho «hasta que Will despierte del coma» de inmediato. Pero en ese momento me encontré en medio de un dilema.

—Yo... —Miré a mis amigos por ayuda.

—Dejaremos esa incógnita para después —cedió el centauro, dejándome respirar bien de nuevo. Ejecutó una pequeña reverencia con la cabeza—. Apruebo el pedido. Buena respuesta, Nico.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora