Día 7

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Lo primero que sentí fue miedo. Lo sentí en mis párpados cuando abrí los ojos, en mis fosas nasales cuando la primera respiración consciente sucedió y en mis sacos lacrimales al engendrar lágrimas. Cada nervio de mi cuerpo se estremecía. Cada músculo se sentía congelado.

El miedo se tragó mis sueños, pero en vez de borrarlos de mi memoria, los selló. Por un momento yo mismo me convertí en ese miedo, diluyendo mi propia existencia.

Sin efectuar ningún movimiento corporal, llamé a las sombras para que me engulleran.

Ojalá hubieran engullido también el miedo. Pero el miedo pudo superar incluso a la oscuridad.

Incluso a una exhaustiva preparación de cinco días.

Incluso al amor.

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