Lara

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Debo ser la única hija de Apolo sin poderes. Es una lata. Tampoco tengo talento ni potencial artístico. Soy un asco con la poesía y no se me dan bien los deportes. ¿Por qué ser reconocido si no tienes nada de especial? En su momento creí que Apolo lo hizo para burlarse de mí. Es decir, bien pude haberme camuflado en el mundo como una mortal común y corriente. Pero no, tenía que tener un rastro divino que enviase a los monstruos a desearme como su aperitivo. Y tenía que venir este sátiro a salvarme.

¿Alguna vez has escuchado sobre una relación amorosa entre un espíritu de la naturaleza y un semidiós? Bueno, el sátiro que acabé de mencionar, George, es mi novio, actualmente. Así que felicidades, ahora ya lo has escuchado.

Ellos se sienten atraídos por los olores de la naturaleza. Según George, huelo lavanda, un aroma particularmente relajante. A mí me late que me lo dice para no admitir que puede oler, más allá de mi desodorante, mi grajo de los mil infiernos —he intentado deshacerme de él por cinco años de todas las manera posibles, desde el limón hasta una mezcla de huevo con naranja podrida (sí, podrida, ¡¿pueden creerlo?!), pero el cojonudo este se aferra a mí con todo lo que tiene y se niega a dejarme.

Lo que a George le gusta de mí es mi capacidad de sacar tema de conversación de la milésima parte de un punto ya que él es mas bien del tipo apocado. Además, soy extremadamente honesta, algunas veces —no muchas— rayando a inoportuna. Algunas cosas simplemente escapan de mis labios antes de que pueda pensar en retenerlas. Si tengo SCMR (Síndrome del calzón metido en la raya) y estás a mi lado te lo haré saber antes de corregirlo. Pero si algo de lo que haces no me ha parecido apropiado, no te diré simplemente que no lo hagas, sino que seré más cauta en la manera de decírtelo, para que no lo tomes a mal y puedas escucharme sin sentirte atacado. ¿Se entiende? George, por otro lado, si estás obstruyendo su camino a los baños se mearía en los pantalones antes de pedirte permiso. Los complementos funcionan, colega. George solo necesitaba a alguien que le saque el tapón. Ahora habla más que yo, al menos mientras estamos juntos. Es un milagro.

Epa, que eso no me convierte en una chica menos femenina. Amo calzar plataformas (en especial porque soy baja de estatura), aunque no zapatos de tacón común, ya que me hacen doler las pantorrillas. Me encantan los vestidos de verano y las faldas de vuelos con blusas sin mangas y apegadas al cuerpo. También me gusta usar maquillaje, rociarme splash y peinarme como mínimo dos veces al día. Ahora, esto te parecerá completamente normal, pero otro datillo que me faltó agregar como cereza del pastel es que no soporto la idea de no verme bien arreglada cada vez que me miro en el reflejo, lo cual busco hacer más a menudo de lo que me gustaría aceptar. Al parecer heredé la cualidad vanidosa de Apolo.

Pero, ¡hala!, que no vine a hablar de mis gustos. Volviendo a lo que nos concierne, mis hermanos y hermanas divinos solían ser crueles en esos tiempos pasados y gustaban de burlarse de mí —y de otros campistas desafortunados.

Era una tipa enana, extranjera y anodina; un blanco fácil. Mis defensas eran en vano, pues no hacía mucho que había llegado a Estados Unidos desde Andorra y hablaba español, catalán y algo de francés. A ellos les hacían gracia mis idiomas y mis intentos erráticos de hablar inglés, lo utilizaban como justificación para convertirme en su objeto de burla. Odiaba tener que quedarme aquí los veranos, con esa bola de gringos arrogantes que ni siquiera saciaban mis necesidades sociales. ¡Peor aún, tenía que fingir que éramos familia!

Hasta que encontré llorando a un chico en la esquina que yo usaba para llorar, por detrás de las macetas de jacintos que la cabaña mantiene como un espacio dedicado a la naturaleza, pero sin llegar a ser un jardín. Eso no cuadraba. En especial porque ese chico era Will Solace.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora