Recuerdo haberme quedado parado allí, exprimiendo mis sacos lacrimales hasta extenurarme. Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, estaba recostado en el catre y el mismo chico de la noche pasada abría la puerta con una bandeja de comida en las manos. El olor hizo que mi estómago gruña como un monstruo de tamaño reducido.—Ayer te quedaste dormido en el suelo —me reprendió—. No puedes seguir así.
A la luz del día por fin pude verlo de verdad. Vestía un uniforme similar a los que usaba Will, y calculé que más o menos medirían lo mismo. Sin embargo, a diferencia de Will, Ben era pálido además de blanco. No sabría decir si su cabello lacio era pelirrojo o rubio rojizo. Pero más llamativo eran sus ojos: el color era indudablemente malva; no una tonalidad azul grisácea afectada por la luz.
—¿Cómo está Will? —pregunté con voz ronca. Las articulaciones de mi espalda tronaron mientras me incorporaba sobre mis codos. Los dolores sordos de la noche anterior seguían allí.
—Hemos logrado estabilizarlo por el momento —respondió el muchacho, dejando la bandeja con huevos revueltos y una malteada de chocolate sobre el velador a la izquierda del camastro—. Está en observación. Su coma es de tercer grado, un cuatro en la escala de Glasgow. —Recordaba vagamente que Will me había hablado sobre la Universidad de Glasgow y su creación de la famosa escala para medir el grado de consciencia de una persona, pero mis conocimientos se limitaban a eso. A saber que me había hablado de eso.
El chico tomó asiento en la esquina libre del camastro mientras yo deslizaba mis piernas por el borde, dejando mis pies desnudos suspendidos en el aire. Estando en esa posición, los veía como si fueran unos pies extraños. Recorrí la silueta alargada de un tamaño que me dio la impresión de ser pequeño, la disposición de los pliegues causada por los vasos sanguíneos y coloración palidísima de la piel. Entendí que esa había sido la primera vez en mucho que me fijaba en mis propios pies. Y me pregunté fugazmente a cuántas personas les pasaría lo mismo.
—Dime, ¿recuerdas qué ocurrió?
Supuse que podría hacerlo, ya que me encontraba más calmado que el día anterior. Sin embargo, tan pronto como fueron invocados, los recuerdos volvieron a convertirse en un enjambre caótico de abejas. Gemí y me restregué la cara.
—No.
El muchacho largó suspiro.
—Lo intuía. Karen me lo dijo.
—¿Quién?
—Nuestra campista psicóloga. Necesitarás hablar con ella. —La nariz del muchacho se arrugó apenas—. Bueno, no importa por ahora. Cada vez aparecen más hijos de Apolo con poderes inauditos. —Volvió a suspirar, rectificando su postura en una señal que dolorosamente conocía bien. Will lo hacía cada vez que tenía que decirme algo severo relacionado a los daños que me había hecho o a las asperezas de su trabajo—. Estamos haciendo investigaciones en torno a las heridas de Will... —Me miró a los ojos y yo le devolví el gesto a regañadientes. Me pregunté si el malva de sus iris era natural por herencia o si se trataría de alguna extraña anomalía genética—, y tuyas.
—Me importan más las de Will.
Se inclinó levemente hacia adelante. Ese gesto también lo conocía bien. Estrujó mi macilento corazón.
—La única diferencia entre ambos es que Will fue golpeado además de herido. En un principio creímos que el coma se debió a un traumatismo craneoencefálico, pero luego de que analizamos su sangre descubrimos que habían toxinas presentes. No conseguimos reconocer a las toxinas de ningún estupefaciente o veneno que conociéramos así que le pedimos a los hijos de Atenea que investigaran entre las criaturas mitológicas a ver si existe alguna criatura capaz de envenenar semidioses con una mordida.
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7 days
Fanfiction«La cuenta inició por una presencia ausente y el factor común entre las notas musicales, los colores del arco iris y las maravillas del mundo determinó su perdurabilidad, concediendo la posibilidad de, en su punto culminante, rebautizarse con una mo...