Hazel

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Desde que lo vi aparecer en el Campamento Júpiter, supe que no podría desprenderme fácilmente. Nico no me visitaba así como así, para mantenerse en contacto contaba con los mensajes Iris. La última vez que lo hizo, hacía dos años, me confesó que había comenzado a salir con un hijo de Apolo llamado Will Solace, y yo tuve que preguntarle si había escuchado bien. Porque, ¿mi hermano con un hijo de Apolo? Ese Will tenía que ser especial.

Y lo era, según los propios labios de mi hermano. Estuvo hablándome cerca de una hora sobre Will. La mayor parte de las cosas que decía hacían énfasis en lo insufrible que le parecía, pero yo solo me fijé en el tiempo. Nico nunca hablaba tanto sobre una sola persona. Gesticulaba, los ojos le brillaban y en sus mejillas aparecía un rubor del que él no era consciente.

Cuando mi hermano se marchó, yo sabía mucho más sobre Will que sobre cualquier otra de sus amistades. Tenía fama de mediador y dotes de sanador. Era líder de cabaña desde que su antecesor murió en la segunda Titanomaquia, algo que todavía le causaba mucho pesar, pues había sucedido dos veces consecutivas; y administraba la enfermería a la par que ejercía su papel de sanador. Su madre se llamaba Naomi Solace y se ganaba la vida como cantante country en Austin, Texas. Hizo un pacto con Nico para acompañarlo el resto del año en el campamento con la condición de que el siguiente, Nico lo acompañara fuera, a retomar sus estudios en su ciudad natal. Juntos.

Will era tan distinto de mi hermano que me reí sola, llamando la atención de algunos de mis compañeros de cohorte. Estaba orgullosa de Nico por dar un paso tan grande en aquello que se mantuvo inmóvil por años, me parecía sorprendente en el buen sentido. Y me hacía feliz.

Pero aquella tarde no portaba una energía entusiasta, sino una contraria, una que me heló la sangre hasta los huesos. Nico nunca fue de los que se preocuparon por dar una buena impresión con su imagen, pero tenía su encanto. Y, por el amor de Plutón que es mi hermano, pero separando conceptos, el descuido con que se manejaba no le restaba el atractivo. Las partículas de oro no son perceptibles entre el lodo del que las sacan, sin valor aparente. Nico es como ese oro. Necesita cernirse y ser observado minuciosamente para que se haga notar su brillo y valor. Necesita ser tratado y extraído con precaución.

Había crecido y ganado masa muscular. Seguía teniendo el cabello largo, contundente y desordenado, pero se notaba que al menos se lo recortaba de vez en cuando. Ya no vi marcadas ojeras bajo sus ojos ni una palidez extrema en su piel.

Con ese aspecto, seguramente habría al menos una chica por ahí que lamentaba que fuese gay, o un chico que lo festejaba. Y sin embargo reflejaba tanto dolor. Tan solo me hizo una pregunta, y tonta. Le respondí y desapareció tan rápido como le fue posible. Todas las gemas que me rodeaban habían perdido su color y su brillo, como si su presencia se los hubiera extirpado.

Supe que había pasado algo más de lo que profesaba. De modo que esa tarde, en vez de reírme sola y sentirme orgullosa, me insuflé de determinación y busqué mover cielo y tierra para conseguir un dracma en territorio romano.

Finalmente, lo encontré haciendo un pacto con Término, a cambio de mi colaboración en Nueva Roma con servicio comunitario.

Recordé lo que Percy hizo alguna vez en mi presencia y lo imité lo mejor que pude, utilizando el agua que caía como una cortina de una de las fuentes en los Jardines de Baco.

—Oh, diosa Iris, por favor, acepta mi ofrenda.

Exitosamente, la imagen de Leo Valdez apareció en la fuente, con Calipso a su lado. Observaban unos planos en una mesa rectangular cuando levantaron la mirada hacia mí, sorprendidos.

Fui directo al grano, cortando la cháchara de raíz. Ambos se miraron con incomodidad antes de responderme. Les llevó un buen tiempo y yo terminé consternada, tanto que un zafiro salió volando de una de las estatuas de Baco y rodó por los adoquines. La acababa de dejar tuerta.

Aún miraba nerviosa al zafiro en el suelo cuando Reyna se manifestó a mis espaldas, carraspeando. Creí que estaría muerta, pero ella también había escuchado lo que dijeron Calipso y Leo. Nunca me sentí tan bien de ser espiada.

Me invitó un chocolate caliente y hablamos el resto de la tarde. Nico le preocupaba tanto como a mí, y me dijo que estaría bien que me quedara por un tiempo en el Campamento Mestizo para darle apoyo moral. No podía hacerlo ella misma debido a sus obligaciones. Asentí y me pidió que fuera a visitarla antes de partir. Eso hice, después de explicarle la situación a Frank y despedirme.

Reyna me esperaba de pie, flanqueada por sus galgos metálicos y con un libro en las manos. Me lo entregó firmemente con la pasta de la portada hacia abajo en las mías y me ordenó que se lo dé a Nico. Considerando que era un regalo de Reyna y no mío, y por respeto a su autoridad e intimidad, no lo volteé para leer el título. Lo guardé directamente en mi bolsa y Reyna me dijo algo que no esperaba oír mientras se giraba, haciendo ondear elegantemente a su capa con el movimiento.

—Deseo que en un futuro no tan lejano seas tú la que desempeñe este cargo junto a Frank.

Esta noche no pude darle el libro a Nico, necesitaba más estabilidad. Pero después de conseguir dormirlo lo dejé, fielmente portada abajo, junto con su espada. Así sería lo primero que sus ojos descubrieran al día siguiente. También le di un beso en la frente, levantándole el cabello con la mano, y me acosté a su lado. En mi época habría sido un hecho escandaloso, pero aquí solo era una chica de dieciséis años confortando a su querido hermano mayor.

La idea de que personas como Nico y yo estuvimos predestinados a vivir fuera de nuestra época de nacimiento desde antes incluso de nacer me hizo sonreír. El destino también obra para bien.

N/A: Habrán más capítulos como este, tres para ser exactos. Es decir, que tres personas meterán su perspectiva en esta historia a través de los días, cada que se completen dos días enteros. ¿Pueden especular quiénes serán?

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora