Día 6

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Mi padre no pudo escoger un momento más inoportuno para llamarme. Estaba preparándome para ir a mi jornada de trabajo cuando un zombie emergió del suelo —dejando un agujero en la madera, para colmo— y me pasó el mensaje. Hazel, quien ya se había levantado, se quedó pasmada en su lugar, en parte por miedo y en parte por fascinación. Era la primera vez que veía un zombie tan de cerca y por un segundo creí que me pediría permiso para examinarlo minuciosamente con fines ilustrativos. Para suerte mía, no lo hizo. Le tuve que pedir que me excusara en el centro médico mientras durara mi visita en el palacio de mi padre.

—No hay problema. Solo avísame si algo va mal, ¿okay?

Lo encontré sentado en su trono, esperándome. Tenía el cabello largo y lustroso cayéndole hasta los hombros y sus ojos oscuros parecían más vivaces de lo consuetudinario, con un brillo inusual. Todo él parecía más rejuvenecido y reflejaba un semblante apacible, como si acabara de recibir un tratamiento de spa. En sus manos sujetaba un cráneo humano, con el que sus dedos huesudos jugueteaban distraídamente, haciéndolo girar. En el reposabrazos de su trono había una bandeja de plata con granadas partidas por la mitad, uvas y otros frutos rojos. Sabía que eran los favoritos de mi padre, pero era extraño que se permitiera disfrutar de ellos. Él normalmente no comía nada.

Cuando me vio, se inclinó hacia adelante.

—Nico —dijo. Esa era su forma «cariñosa» de saludar.

—Padre —respondí, lo más cortésmente que pude—. ¿Por qué me has citado?

Mi padre comió una cereza, arrancando de la carne el corazón con un gesto indescifrable. El brillo de sus ojos comenzaba a preocuparme.

—No te cito por algún problema. Es por algo que creo que mereces saber.

—¿Qué cosa, padre? —Fruncí el ceño.

—Es sobre tu hermana.

—¿Hazel? —Pero desde antes que lo dijera ya sabía a quién se refería. Mi estómago se anticipó, convirtiéndose en una revolución de sensaciones que por poco me provocan arcadas.

—He ubicado la reencarnación de Bianca —admitió, como si me hablara del clima. Mi boca se abrió sin que pudiera contenerla y comenzó a cerrarse sola, como la de un pez—. Está en un orfanato en Boston. El orfanato Nightingale Dream. Su nombre es Nova y tiene tres años. Es la única con ese nombre allí.

—¿Por... por qué me dices esto? —Yo me sentía casi incapaz de formular una oración coherente. No había pensando en Bianca desde hace mucho. La había intentado superar desde que me enteré de que había renacido. Había empleado tanto de mí para dejar de desear tenerla de regreso y ahora... mi padre me impulsaba a buscarla. No sabía cómo sentirme.

—Porque sé que querrías saberlo.

—Yo... —Las piernas me temblaban y quería apoyarme en algo, pero no había nada en el centro de la cámara principal, donde estaba parado. De modo que me limité a apoyar las manos sobre mis rodillas, intentando calmarlas. Exhalé recortadamente—. No sé qué decir.

—No creo que sea cuestión de decir, sino de actuar. —Me miró a los ojos, severo—. ¿La buscarás?

—Pero cómo. —Escarbé en sus orbes oscuros, como si fuera a encontrar allí las respuestas que requería. ¿Yo? ¿Criar niños? La idea era sobrecogedora, pero de alguna manera no me resultaba inadmisible—. No puedo reclamarla. Soy menor de edad. Y Will... —Mi expresión de contorsionó en una mueca de dolor—. Padre, padre, ¿sabes si la hora de Will llegará mañana?

—Yo no soy el oráculo, hijo. No veo el futuro. Ni si quiera el inmediato. Solo me encargo de las almas que llegan a mis dominios. Pero deberías poder sentir si la muerte está cerca de su ser.

—Su aura de muerte es ambigua —dije, casi escupiendo las palabras con amargura—. Está como en un estado neutro que no da ni para atrás ni para adelante.

—Pues no hay nada que yo pueda hacer al respecto.

—Creo que Will tiene que vivir, padre. —Me erguí, sosteniéndole la mirada para concederle solidez a mis palabras—. Él merece vivir más. Pero si su destino es morir, para que pueda vivir tendría que cambiar su alma por otra, y no tengo ninguna opción.

—Además, no quieres hacerlo.

Vacilé. ¿Desde cuándo me conocía tan bien? Mi padre parecía estar disfrutando de la situación, sus ojos siguiendo mis movimientos como sabuesos. Al menos ya sabía el por qué de su semblante nuevo. En cierto modo, resultaba gratificante. O Bianca significaba mucho para él o yo lo hacía. En el mejor de los casos, ambos. Me ofreció de su plato. Comí algunas semillas de granada, ironizando mi estadía en la jarra de Otis y Efialtes. Así es, los hijos de Hades también podemos comerlas sin entrar en nuestro estado de «hibernación energético».

—Podría hacerlo con mi alma, pero sé que Will no estaría contento con eso —continué mientras saboreaba, intentando sacar las semillas de la pulpa con los dientes—. Y yo... yo creo que ya encontré una razón para vivir y no es Will.

El asomo de una sonrisa apareció en los labios de mi padre, como si eso fuera todo lo que hubiera buscado escuchar. Era tan raro verlo expresar algo parecido al contento. Pero era raro en el buen sentido. Me di cuenta de que tenía una bonita sonrisa, aunque al principio resultara chocante y algo siniestra. Escupí las semillas en mi mano. Esas semillas me servirían en el mundo de arriba, porque la planta que brotaría de ellas conservaría el poder de sus raíces.

—Destino sabe por qué hace las cosas. Y como predije, eres una excepción. Confío en que harás lo mejor. En todo.

Apretando las semillas en mi mano, sentí unas ganas acuciantes de abrazarlo. Pero mi padre no se tomaba bien las muestras repentinas de afecto, de modo que solo confeccioné una reverencia y me di la vuelta para retirarme. Mi padre no me detuvo.

En ese momento no podía saber que mi padre también había querido abrazarme. Que siempre que me veía en privado quería abrazarme.

Aun inmerso en mi trabajo, no podía quitarme de la cabeza la idea de la reencarnación de Bianca. Nova, una niña de tres años, la única con ese nombre. Orfanato Nightingale Dream, Boston. Tenía toda la información que necesitaba para encontrarla. Ansiaba verla y aunque al mismo tiempo me aterraba porque ya no tendría el aspecto de mi hermana, me dije que eso no importaba con tal de que su alma fuera la misma. Sabía que no la podría dejar por su cuenta conociendo quién era realmente. ¿Y si una parte lejana de ella me recordaba y le hacía sentir afinidad hacia mí? Qué no hubiera dado por un momento más con Bianca, por abrazarla una vez más. Y ahora averiguaba que podía hacerlo, indirectamente. Con o sin Will, yo esperaría hasta ser mayor de edad y adoptaría a esa niña, eso era seguro. Iría a visitarla con constancia antes de ello. Ella sería otro motivo para vivir sumado a la lista que no sabía que tenía hasta ese momento y que decidí formalizar en un papel con el respaldo de Lara.

—Me gusta —comentó, observando la hoja con una sonrisa.

—No debí haberte dejado verla.

—Era la condición para que te dejara hacerla en el trabajo, no seas quejica.

No podía dejar de sonreír.

—Bueno, es hora de volver.

Dejamos la hoja descansando sobre el mostrador de enfermería. No me importaba que cualquiera lo pudiera ver. Después de todo, el orgullo que se comparte es el mejor orgullo.

7 daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora