Día 4.5

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Lara me dejó descansar un momento antes de regresar a mi labor, poniendo cucharas heladas en mis ojos para tratar la hinchazón que me produjo el llanto en mi sesión de psicología. Durante ese tiempo pude serenarme y meditar acerca de mi autoestima.

Hice una revisión sobre lo que pensaba de mí mismo.

«Eres patético.»

Empezamos mal.

«Nunca calzarás en la sociedad.»

¿Acaso eso no era cierto?

«Eres alguien definitivamente no agradable con quien pasar el rato, alguien del que todos se alejan por instinto. Inspiras lástima y los que están contigo lo hacen por pena. Piensas que te temen como una excusa para no aceptar que las personas te dan miedo, porque crees que nunca te aceptarán y que nadie te quiere cerca en realidad. Nunca haces las cosas bien, eres un desastre tras otro, y el hecho de que ni siquiera puedas comprenderte hace que no te soportes a ti mismo.»

Con eso me terminé de convencer de que mi autoestima era un asco.

¿Pero cómo hacerla a funcionar correctamente, si esta era la única manera que conocía de funcionar? ¿Cómo cambiar una configuración que fue establecida desde que tengo razón de ser?

Entonces recordé que cuando era un niño solía ser más entusiasta y feliz. Intenté ponerme en los zapatos de mí mismo en esa época, antes de la muerte de Bianca, para averiguar cómo hacía para llevarme bien conmigo mismo. Pero no pude. Había pasado demasiado tiempo y ya no tenía interiorizado el conocimiento de cómo era el yo de ese entonces. Era como si fuéramos dos personas distintas.

Parecía que en vez de progresar como persona con los años había retrocedido. Normalmente eso no me importaba porque ni siquiera pensaba en ello, pero tener tiempo y predisposición de sobra para pensar, me hizo comprender que tenía serios problemas psicológicos que atender.

Sin embargo, no pude desglosar demasiado el pensamiento porque Ben llegó a la habitación. Percy había aparecido entre los pacientes del día y quería que lo atendiera. Yo solo.

—¿Qué? —le pregunté, deteniéndome en nuestro camino abajo.

—Puedes con esto.

—¿Eres consciente de que apenas llevo un día trabajando aquí?

—El suficiente para que tengas tu primer paciente.

Me di cuenta de que no lo haría cambiar de opinión, así que me resigné, y Ben me obsequió una sonrisa a cambio. Había algo en su manera de sonreír que generaba calor en mi pecho. Mirándome con ojos rebosantes de afecto, ni una pizca de falsedad en la curva de los labios. Era esa la manera en que siempre me sonreía Will.

Ben procedió a explicarme lo que tendría que hacer y me dijo que Lara estaría conmigo para monitorizarme. Se trataba un caso leve de daño físico; según Ben, justo como para probar el avance de un principiante como yo. Solo tenía que limpiar la herida mojando trozos de gasa con agua destilada y savlon, salpicarle unas gotas de néctar y sellarla con esparadrapo micropore. Ya me había dicho antes que gran parte de las heridas de los campistas podían ser tratadas con esparadrapo y no suturas, ya que no eran profundas y el néctar y la ambrosía tienen efectos inmediatos en cuanto a la regeneración de tejidos.

—Te ves bien, Nico —me dijo Percy.

—Gracias.

—No, en serio. Pareces más tranquilo, y te ves a gusto aquí. Me alegro por ti. Aunque se te extraña.

—Está en buenas manos —terció Lara, colándose a la conversación sin pedir permiso para hacerlo, lo cual no me sorprendió en lo absoluto. Estaba de pie junto a mí, observándome más atentamente de lo que me resultaría cómodo.

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