El olor dulce que Marie traía puesto como perfume de prostituta esa noche, era lo único que me mantenía en pie en la misma posición. Me sentía mareada del sueño y las pocas horas que había logrado dormir en los últimos dos días, no eran suficientes. Sin embargo, ahí me encontraba. Entre Marie, Martha y Denisse con unas fachas de niñas buenas que daban de qué hablar. Las cuatro, con vestidos blancos muy campestres que nos llegaban a las rodillas, nos encontrábamos de pie frente a una pequeña imitación de lo que era un arco de flores.
En cuanto la noticia nos llegó con invitaciones infantiles, no supimos cómo reaccionar, pero igual seguimos el juego como personas leales que nos considerábamos. Una por una comenzó a llegar al apartamento, sin saber que hacer o cómo actuar frente a la imagen que se encontraron y yo, más asustada en una esquinita del apartamento, me limité a encogerme de hombros. Simplemente estábamos de pie, esperando Dios-sabrá-qué.
— Yo digo que ya se le aflojó el tornillo — dijo Denisse —. Todas sabíamos que iba a pasar, era cuestión de tiempo.
— Veinte de los verdes a que ya la perdimos. — Martha sacó dos billetes de diez desde lo más profundo de su sostén.
— Me uno — saqué otro par de billetes, pasándoselos —. Creo que comenzaré a hacer entrevistas para tener a otra mejor amiga, algo así como un casting.
— Tal vez es la emoción del momento, se le pasará. — me respondió Marie — ¿Verdad?
Todas asentimos, pensando que los extremos no existían, pero nos quedamos calladas en cuanto la vimos entrar a la sala con sus manos entrelazadas y un peinado que tiraba más a lenguetazo de vaca; rechupada la cabeza. Tenía puesto un traje totalmente blanco, elaborado de una tela muy delgada, el pelo recogido en una moña alta y sostenía la cuerda morada de Maxina.
Se le miraba seria y algo cansada por todo el esfuerzo de los días anteriores. Ella se detuvo frente al altar que había hecho en todo el tiempo que yo no estuve en casa por las clases y presentó la celebración del día. En cierto momento, no pude evitarlo más, simplemente estallé en una carcajada ronca y profunda.
— ¿Puedes callarte? — Esther, al escuchar mi risa, me fulminó con la mirada.
— Si, lo siento... — aclaré mi garganta, volviendo a la expresión seria que tenía antes —. Continúa.
Ató la correa de Maxina a un lado de Max y se colocó entre ambos perros, actuando como un sacerdote hecho y derecho que iba a comenzar una misa.
— Hoy es un día muy emotivo — su voz se elevó —. Hoy hemos perdido y a la vez ganado. Por eso, quiero bendecir esta unión tan especial que...
Martha, la cual se encontraba a mi lado, comenzó a reír. Su risa era tan graciosa que todas las que la rodeábamos le seguimos la corriente, retorcijándonos en medio de la sala. Esther, más enojada que antes, tomó una de las candelas aromáticas más grandes que se encontraba como adorno y amenazó con golpearnos.
— ¡Silencio, Martha! — gritó, observando nuestros rostros rojos — ¡Carajo, que cierren las putas bocas!
— Lo siento, lo siento, lo siento... — Martha compuso su garganta, incorporando su cuerpo en una postura adecuada —. Continúa, por favor.
Esther miró al chico que se encontraba a un lado, el único que no había explotado en una carcajada y se estaba tomando las cosas en serio; justo como ella. Santiago vestía un traje elegante que lo hacía ver como un pingüino en temporada de apareamiento y un peinado más tieso que el de mi amiga.
— ¿Por dónde iba? — Santiago se acercó a ella discretamente y le ayudó a recordar en medio de susurros bajos — ¡Ah, sí! — chasqueó la lengua, abriendo sus brazos —. Por eso quiero bendecir este matrimonio. Bendecir y felicitar a esta unión entre dalmata y dalmata. Felicidades, Max, eres todo un campeón que ha crecido en tan poco tiempo y se ha unido a una buena perra, literalmente.
ESTÁS LEYENDO
Juro que eras pasajero
Teen FictionSamantha Hurt gritaba aventura en cada ángulo de su rostro, y no precisamente una aventura de campo en pleno verano a como muchos imaginaran. Sam Hurt era una jugadora. Sam no creía en las historias de amor. Ella prefería la ciencia, y sus creencias...