Capítulo 36

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21 DE ENERO DE 1995

Universidad de Boston

Srta. Hurt, reciba un cordial saludo.

Por este medio le comunico entiendo la situación por la que está pasando en estos momentos. Realmente le felicito por su embarazo y espero, de todo corazón, que de a luz a un hermoso bebé. Sin embargo, es urgente, para nosotros y para su futura graduación, su participación en una reunión individual. El tema a discutir será  acordar un plan eficaz para culminar sus estudios. 

Por favor, confirme el día en que pueda venir.

Saludos,
Jeff Brand.
Decano de la facultad de arquitectura.

Dejé la carta a un lado, suspirando por lo inquietante que podía ser leer "su futura graduación" en una carta escrita por el director. ¿Acaso iba a poder graduarme luego de abandonar los estudios por más de tres meses? Sonaba algo completamente imposible. Seguramente iba a tener que estudiar el doble.

Diego tomó la carta, releyendo todo lo que yo misma había leído dos veces.

— ¿Cuándo quieres que vayamos? — lo miré — No me mires así. No pienso dejar que vayas sola con un vientre de ese tamaño.

— Supongo que podría ir mañana mismo. He dejado la mayoría de mis cosas y mis amigas han de estar al borde de la locura con los dálmatas y Demi.

— ¿Esther también irá?

Asentí.

Esa misma mañana Esther había recibido una carta muy similar; prácticamente era una copia y pega de mi carta, a diferencia de su apellido. Ella había tomado la decisión de volver lo más pronto posible para recoger sus cosas, y yo estaba más que segura de que se podría acoplar a mi plan.

— La llamaré. — dije, intentando levantarme del borde de la cama.

Diego, ayudándome a un lado, sostuvo mi espalda con cuidado.

— ¿En serio puedes viajar?

— Que sí, que sí.

Llamé a Esther para contarle lo que pensaba hacer, mientras miraba que Diego caminaba de un lado a otro recogiendo algunas prendas y acomodándolas dentro de las maletas.

En la última semana viviendo con él, me había dado cuenta de su amor por las películas de comedía y su nueva obsesión por el orden. Sabía que en su parte de mi armario iba a encontrar la ropa interior perfectamente doblaba, los zapatos pulcros y las camisetas ordenadas por colores. A parte de eso, también encontraba mis desayunos listos, el café recién hecho y los platos brillando en su lugar.

Ahora nuestra relación se basaba en amor, felicidad y mimos. Por las mañanas despertábamos abrazos, en las tardes comíamos juntos alguno de mis antojos y en las noches él jugaba con mi vientre mientras me convencía de quedarme con el bebé. Era un tortura constante; una de esas que te gusta, pero a la vez odias.

Luego de escuchar que mi mejor amiga se encargaría de todo, volví a la habitación y me senté en la orilla de la cama, más cansada de lo que me gustaría admitir. En eso, él habló:

— He pensado en un nombre para ella.

— ¿Ella? — pregunté con miedo.

— Si, sí. He pensado en el nombre para nuestro bebé.

— Diego...

Suspiró.

— Escucha...

— No hay un...

Juro que eras pasajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora