El pasillo estaba tan desolado, que siquiera un fantasma se atrevía a cruzar las puertas para asustar al primer inocente que se encontrara, pues tenía pinta de ser el espacio más tenebroso del edificio y apenas era media mañana.
A los pocos minutos el ascensor se abrió solo y comencé a sentir la presión de estar de pie al fondo de un camino sin salida. Ya hasta sentía una gota fría recorriendo desde mi nuca hasta mi espalda.
Jalé la camisa de mi acompañante con mi espalda pegada a la pared y la mirada fija en el ascensor.
— ¿Te falta mucho? — ella me ignoró — Esther, ¿quieres apurarte?
— Mira, esto es un arte que se hace con este puño, ¿de acuerdo? Si no te callas, te reventaré el arte en la boca.
— Este lugar es horrible.
— Samantha, todo el maldito edificio es terrible.
Suspiró dramáticamente, enfocándose en lo que estaba haciendo. Mis piernas estaban temblando para ese instante. No quería estar ahí, me rehusaba a volver en plena mañana. De noche era mucho menos tenebroso.
— Dime que lo has conseguido de una puta vez. Me voy a mear en los pantalones si continúo aquí.
— Te dije que no tomaras tanta agua.
Junté mis cejas.
— ¿Es que acaso no entiendes el sarcasmo? — me crucé de brazos — Eres lenta en esto.
— Me ofende que dudes de mis dones como ladrona, idiota.
Justo en ese momento, escuché un clic proveniente de la cerradura y la puerta se abrió con un leve empujoncito.
Aquí va un consejo: ¿Qué buscar en una mejor amiga? Creatividad. Maldad. Gustos en común. Experiencia en entrar a apartamentos ajenos como punto importante dentro de la información destacada.
Había pasado un día desde el trato con nuestros vecinos del piso de abajo. En todo ese tiempo, Esther y yo pasamos encerradas dentro de nuestro apartamento, planeando las mejores bromas que nuestras mentes podían maquinar a una velocidad impresionante. Los números bailaban alrededor de nuestros cuerpos y los planes salían como galletas recién horneadas.
Sin embargo, antes de empezar cualquier cosa, lo primero era lo primero; teníamos que conocer el punto débil de los chicos y cualquier punto débil se podía descubrir dentro del apartamento del enemigo. Por esta razón, calculamos el tiempo en el que los sexys enemigos salían a entrenar, y utilizamos los dones de pandillera que poseía mi mejor amiga para entrar a ese apartamento lleno de perfume masculino y desorden.
— Eres la mejor. Espero que, si un día voy a la cárcel, tú seas mi compañera de celda por el resto de mi sentencia.
— Eres una romántica.
— Lo sé, no ¿crees que eso es increíble?
— Definitivamente. ¿Sabes?, he pensado en que, si la contabilidad no funciona, podría entrar al mundo de la mafia — guardó silencio por unos momentos, mientras yo entraba al apartamento observando cada detalle —. Haría que me llamen Esther alias "La Carecuchillo" o Esther alias "La Fritanga". Es más, empezaré a robar sapos.
— ¿Por qué sapos? — le pregunté.
— Para vendérselos a los chinos y hacerme millonaria. Soy incapaz de vender perros, ellos son realmente adorables — entró cerrando la puerta con delicadeza —. Esther "La vende sapos". Me gusta.
Giré sobre mis talones para poder mirar a Esther de pie detrás de mí. Su cara de loca estaba deformada por el ceño fruncido y su labio inferior estaba a punto de explotar por la presión de sus dientes.
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Juro que eras pasajero
Teen FictionSamantha Hurt gritaba aventura en cada ángulo de su rostro, y no precisamente una aventura de campo en pleno verano a como muchos imaginaran. Sam Hurt era una jugadora. Sam no creía en las historias de amor. Ella prefería la ciencia, y sus creencias...