RudeBoy |H.S|

23. Harry.

Me dejé caer en el sofá, apenas regresé a casa. Me sentía más agotado de lo normal. No dejaba de pensar en la reacción de Rebecca al verme con Charlotte. Detestaba no saber qué pasó por su cabeza en ese momento. Odiaba no poder leer sus pensamientos. Odiaba más que fuera una persona tan poco predecible.

Esa tarde me sentí más solo de lo normal. Jamás había necesitado tanto alguien. Pensaba que estaba volviéndome completamente loco. Había un vacío en mí, y nada sonaba más patético que pensar en aquello.

Tomé mi móvil y sin dudarlo maqué el numero de mi buen amigo Louis para escribir un mensaje. Nada podía ser mejor que estar con un amigo en los momentos en los que te sientes mal, cervezas, un bar, buenas charlas.

"¿Te parece si nos vemos, hermano? Necesito despejarme, un mal día" Tecleé. Rápidamente recibí su respuesta:

"No puedo hoy Hazz, iré a ver el partido de los West Ham United con mi padre, sabes que no puedo decirle que no a ese tipo. Luego nos vemos" leí.

Sonreí amargamente. Mentiría si dijera que no sentí cierta envidia. Yo nunca podría hacer eso con mi padre, pues él sólo se centraba en su trabajo, y nada era más importante que eso, ni siquiera su hijo. Mis padres solo dormían y cenaban en casa, vivían de viaje en viaje, de empresa en empresa. A pesar de esto, yo seguía necesitándolos como un imbécil.

Tomé mi guitarra y comencé a hacer sonar algunos acordes. Aún no se escuchaba muy bien, recién estaba aprendiendo aquél instrumento, sin embargo, me resultaba fácil. Prefería cantar. Amaba cantar, pero jamás lo hice en público, y nunca nadie me escuchó. Tal vez, sería una buena técnica para conquistar chicas, pero jamás la había usado, y no pensaba hacerlo. Era algo que prefería guardarme para mí.

Entoné algunas estrofas de "Isn't she lovely". Desafiné en varias ocasiones, pero había mejorado bastante. Por alguna razón, esa canción me recordaba a una castaña de profundos ojos color miel. ¡Maldita sea, ella estaba en todos lados!

El ruido de la puerta abriéndose me sobresaltó por completo. Toqué fríamente mi guitarra, concentrado en la puerta de entrada.

-¡Papá!- solté sin pensarlo con cierta emoción.

No podía creer que él estaba en casa. Llegaba con el ceño fruncido y un portafolio sostenido en sus manos. Como siempre, vestía un formal traje de etiqueta. Me dedicó una seca y distraída sonrisa que se esfumó en cuestiones de segundos.

-¿Otra vez con la guitarrita, hijo?- se burló haciendo una mueca de disgusto.

Solté la guitarra, apartándola de mí. Bajé la mirada al piso con una mueca. Resoplé con fastidio y mordí la parte interna de mi cachete. Negando levemente con la cabeza, me había molestado su fría actitud.

-No me mires así, Harold- sonrió abiertamente- Sabes perfectamente que tontear con esa estúpida guitarra y cantar no va a llevarte a ningún lado en el futuro- dijo enfatizando las palabras "cantar" y "guitarra" en un tono de burla.

Se acercó a mí, abrazando mi espalda con su brazo derecho, aún mirando hacia el frente. Yo mantuve mi vista baja, arqueando una ceja.

-Tu futuro está en mi empresa, querido- dijo sonriente- Serás tan exitoso como tu padre, tendrás millones. El mejor negociante- miraba hacia al frente, soñador- No querrás ser la decepción de la familia, ¿o sí?

-No- musité- Claro que no.

-Así se habla hijo- golpeó amistosamente mi espalda, riendo- En dos años más ya podrás empezar a trabajar junto a mí, y vas a ser el mejor. Claro, después de tu padre- volvió a reír.

Sonreí falsamente y asentí.

-No más guitarra, no más canciones tontas- aclaró.

-No-susurré- no más canciones tontas, nunca más- mi voz se quebró.