29. Rebecca.

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Levantó una ceja y me miró divertido. Respondí rodando mis ojos. A veces Harry me trataba como si yo fuera una niña pequeña, ingenua e inocente, y él mi padre. Podía ser molesto, pero también, al mismo tiempo, se sentía bien saber que de alguna forma el pretendía cuidarme. Podía aparentar ser duro y malo, pero muy en el fondo de él estaba realmente... él. Jamás dejaba de ser rebelde y tampoco dejaba algunas actitudes de idiota, pero aunque no quisiera aceptarlo, Harry tenía un lado bueno. No muchos lo conocían, debía sentirme afortunada.

-¿Algo de whisky esta bien?-preguntó con una botella en la mano, observando la etiqueta- No me importa, igual tomaremos esto- dijo antes de que pudiera responder algo.

Rodé mis ojos y sonreí. Era tan posesivo y autoritario, todo tenía que ser siempre como el quería y mandaba. Claro que yo jamás se lo hacía fácil y solía negarme constantemente hasta que obedecía a mis caprichos como si fuera una niñita que quiere una paleta. Esta vez, en cambio, decidí ceder. No podía pedir nada más, estaba en su casa, usando su ropa, pasaría la noche allí, era demasiado.

Tomé el pequeño vaso e ingerí el liquido de un sorbo. Sentí que me quemaba la garganta. Mis ojos se cerraron con fuerza y salió un suspiro sonoro de mi boca. Hacía tiempo no tomaba alcohol. Harry no evitó la oportunidad de soltar una carcajada ante mi reacción. Lo fulminé con la mirada y desvié mi vista de él.

Mis ojos recorrieron cada parte de la sala de la casa de la familia Styles. Estaba perfectamente ordenado, las paredes blancas y pulcras. Justo a un lado del sillón me encontré con una guitarra tirada en el suelo. Despegué el vaso de mi boca, el mismo que me había vuelto a servir, y me dirigí hacia ella. Mientras tanto, el rizado buscaba más bebida en las alacenas.

-¿Sabes tocar?- pregunté terminando de tragar el sorbo que le había dado a mi bebida anteriormente.

-Pensé que irías mas lento cariño, pero puedo tocarte si quieres- dijo sin mirarme, pervertido. Reí irónicamente.

Pasé mis dedos por las cuerdas del instrumento. Harry se sobresaltó, porque de un momento a otro él ya se encontraba a mi lado, quitando de mis manos la guitarra. Su mirada estaba apagada.

-¿Puedes tocarme una canción?- dije haciendo puchero.

Harry puso sus ojos en blanco y me empujó con su espalda suavemente. Gruñí divertida y me alejé de él.

-No soy bueno, es solo un pasatiempo- dijo con cierto disgusto.

-¿Es otro truco para atraer chicas?- fruncí el ceño.

-Cariño, deberías saber que no tengo trucos para atraer chicas. Se trata de encanto personal, es todo. Vamos, mírame, soy perfecto, ninguna chica puede resistirse a esto- dijo haciendo alusión a su cuerpo. Lo miré con disgusto y cierta diversión.

-Siento como si no fuera una chica- dije en burla.

-Eso ya lo veremos- musitó- Pero por si quieres saberlo realmente, no, no es ningún "truco" ni ninguna de esas tonterías de las que hablas. Jamás... jamás he tocado la guitarra delante de una chica. Mas bien, delante de nadie- dijo restandole importancia.

-¡Vamos! Toca para mí- dije poniendo el instrumento en sus narices y sonriendo como una nena de cinco años.

-Eres molesta, gatita- masculló, rendido.

Aplaudí, satisfecha. Me acomodé frente a él y me dispuse a escuchar. Las notas empezaban a sonar, algo disparejas, pero aún así muy bien. Lo que seguía no me lo esperaba. No estaba lista.

Su voz ronca y varonil se adentró en mis oídos. Lo vi cantando con toda la pasión que pudiera existir. Sus ojos se habían cerrado, como si sólo existiera él y su canción. Era afinado y profundo. Sus labios se movían con sentimiento. Tragué saliva. Era absolutamente perfecto.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora