14. Harry.

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Su rostro se iluminó al verme. Apareció en su rostro aquella sonrisa que me daba vuelta el mundo con tan solo mirarla. Sentí cómo mi corazón se estrujaba. Se veía tan malditamente hermosa. Odiaba todas y cada una de esas sensaciones en mí, cada vez que la miraba. No entendía porqué me sentía de ese modo, y realmente, tampoco quería saberlo. Sólo deseaba que se fueran de mí.

Justo detrás de ella, pude divisar a una rubia de enormes ojos celestes. Éstos me miraban suplicantes. Quise saber más de ella. Era muy bonita. Encajaba justo en una definición de chica "perfecta". Le dediqué una de mis tantas sonrisas, en este caso, esa que utilizaba para las chicas bonitas, como ella. Me devolvió el gesto, enrollando en su dedo un mechón de su cabello, ligeramente ondulado.

-Harry ella es Céline, Céline, él es Harry- dijo Rebecca, con desgana, rodando sus grandes y efervescentes ojos miel.

-Un gusto, Céline-correspondí tomando su mano, para luego besar la misma- Por cierto, lindo nombre. Casi tan lindo como la dueña. ¿Francés verdad?- completé, usando mi mejor voz seductora. Ella rió por lo bajo y sus mejillas tomaron un color carmín.

-Oh, qué lindo eres, Harry- respondió entre absurdas risitas. Sí, lo comprobé. Era totalmente diferente a Rebecca. Bueno, a decir verdad, temía que tuviera una actitud semejante. Si fuera la castaña la que hablara, seguramente estaría riendo descaradamente al escucharme seducirla.

Desvié mi vista hacia Rebecca, quién revoleaba los ojos y se mordía el labio inferior al escucharme hablar con la rubia. Se encontraba parada justo detrás de Céline, con una mano en la cintura. Se veía en sus ojos cierta irritación y fastidio.

-¿Qué pasa, gatita? ¿Esos son celos?- le susurré al oído, divertido.

-Sigue soñando, Styles- contestó del mismo modo- ¿Películas y pizza?- agregó en voz alta. Su amiga asintió, sonriente.

-Que sea de terror- propuse mientras me acomodaba en el sofá. Era perfecto. Tendría a Céline sentada justo a mi lado, ella moriría de miedo y yo la consolaría. Por otra parte, podría hacer lo mismo con Rebecca y demostrarle que no puede resistirse a mis encantos, por mucho que intentara negarse.

Estaba justo dónde quería, en medio de las dos chicas, cuando "Arrástrame al infierno" sucedía en el televisor. La rubia de mi derecha se acurrucaba cerca de mí, muerta de miedo, ahogando algunos gritos en su garganta. Con uno de mis brazos rodeaba su espalda, atrayendo su perfecto cuerpo aún más cerca de mí. A ella parecía gustarle esa sensación. Mientras tanto, a mi izquierda se encontraba la indomable, Rebecca. Ésta, a comparación de Céline, reía sin parar mientras decía cosas como, "oh, ¿enserio?" "esto es patético" "los peores efecto que jamás vi". Y cada vez que intentaba pasar mi brazo por detrás de su espalda ella se separaba más de mí.

Finalizada la película, Céline me abrazo con fuerza. Aproveché para delinear su espalda con mis manos. Mientras tanto, Rebecca se dirigió a la cocina, dejándome solo con la rubia.

-Deberías anotar en tu agenda que el viernes tienes una cita- me atreví a decirle.

-No tengo una cita el viernes- dijo sin entender mi táctica.

-Claro que sí, conmigo- la miré insinuante. Ella correspondió con una sonrisa pícara y enrojeciendo sus mejillas.

-Ahora vuelvo, preciosa- le dije para separarme de ella e ir hacia dónde Rebecca.

Antes de entrar en la cocina la escuché hablando por teléfono. Frené en seco para poder escuchar con atención antes de que ella me notara.

-Pensé que me olvidarías- decía ella, mordiendo su labio inferior, ocultando una obvia sonrisa- ¿El viernes? Claro que sí, sí quiero- agregó con emoción. Colgó el teléfono y sonrió embobada.

Me pregunté para quién iría esa sonrisa. Y juro que dentro de mí quería ser yo el causante de ésta, pero por supuesto no lo era. ¿De quién se trataba, entonces?

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora